Dossier Narrativas de la violencia en América Latina
Presentación
Prof Dr Oswaldo Zavala
Antes que experimentada, la violencia en América Latina es narrada. Se construye simbólicamente dentro y fuera de discursos hegemónicos trasnacionales. También se inscribe en epistemologías que anticipan sus linderos precisos, las subjetividades que las habitan, las instituciones que las articulan, los medios que las diseminan. Circula entre individuos y colectivos que la suscriben o la problematizan. Impone un entendimiento de la comunidad en cuestión o fisura la que ya ha sido establecida. Situada en cada uno de sus contextos locales, la violencia narrada deja su impronta de un modo profundo, impone una explicación de la realidad inmediata.
Pero la violencia es simultáneamente una relación de poder que construye subjetividades en pugna y que es en sí misma un objeto discursivo en disputa. A partir de la célebre definición de la violencia que hizo el filósofo esloveno Slavoj Žižek, la violencia sistémica (invisibilizada e inherente a los sistemas globales de gobierno) y la violencia simbólica (inscrita en el lenguaje), advertimos formas no esencialistas para comprender el presente latinoamericano. Si como también enseña Ernesto Laclau, una metáfora es la suma de sus operaciones metonímicas, las narrativas de la violencia en el hemisferio deben examinarse en cada una de sus partes, en sus componentes simbólicos que edifican disciplinadamente metáforas coercitivas. La deconstrucción crítica de la violencia metaforizada en significantes rectores (“narco”, “pandillero”) es uno de los primeros instrumentos de resistencia. Pero tan bien lo son formas contestarias de prácticas dominantes, en particular en la dimensión de género, para alcanzar la reactivación metonímica de formas de contingencia. Por otra parte, existen reductos todavía más elusivos en la zona digitalizada de lo social, donde la vida pública y cotidiana del internet encubre dinámicas y subjetividades otras en la deep web que sustentan formas de violencia virtuales e inefables.
El presente dossier convoca estas formas narrativas de violencia en América Latina desde cuatro coyunturas y enclaves nacionales: la “guerra contra el narco” en México, la violencia de género en Uruguay, el pandillerismo en El Salvador y el lenguaje digital del videojuego en Ecuador. Los cuatro trabajos integran un estado de la cuestión sobre el vínculo con frecuencia naturalizado entre los significantes “violencia” y “América Latina”. Como en un representativo mapa de las violencias examinadas, recorremos el hemisferio para localizar problemáticas donde el lenguaje narra cuerpos para criminalizarlos, denunciarlos, o incluso para virtualizarlos. Las puntuales agendas de investigación aquí incorporadas muestran algunos de los principales debates académicos activados entre instituciones estadounidenses y latinoamericanas, pero también entre colectivos de resistencia, periodistas de investigación, programadores de las tecnologías de la información y escritores de ficción. La diversidad de enfoques y preocupaciones nos permiten observar una riqueza conceptual y cultural en el continente, una multiplicidad de interrogantes y deslindes, pero también una pujante y vigorosa práctica intelectual que va desde el análisis crítico del discurso, el posthumanismo, la crónica periodística y distintas corrientes de feminismo crítico que emergen entre relaciones de poder normalizadas en los principales centros culturales latinoamericanos y estadounidenses.
En “Estrategias lingüístico-discursivas en la disputa por (in)visibilizar el acoso sexual”, Verónica Viera Izeta analiza las denuncias colectivas que surgieron de una cuenta en Instagram para visibilizar experiencias de acoso, abuso y otras agresiones perpetradas por hombres en contra de más de un centenar de mujeres durante el carnaval de Uruguay en agosto de 2020. Mediante un examen de las estrategias lingüístico-discursivas empleadas tanto por denunciantes como por denunciados, se indaga en la reiteración de un orden patriarcal y de una cultural de la violación que persisten en las prácticas sociales. En la era del #metoo que incendió las redes sociales en los últimos años, el análisis crítico feminista del discurso es el vehículo aquí para explorar las denuncias y las escasas disculpas públicas que registró el perfil de Instagram. Mientras que los denunciados recurrieron a “estrategias de borramiento de las violencias”, las denunciantes en su mayoría enunciaron desde una materialidad concreta de la violencia. Así se evidencia una disputa por la reconfiguración de un orden patriarcal hegemónico que no acaba de desmantelarse.
El artículo “Carlos Martínez como cronista de la guerra de pandillas”, a cargo de Marta Gburzynska, se aproxima la crónica periodística como herramienta para pensar la violencia pandillera en El Salvador. Estamos ante un estudio formal de la crónica “Nosotros ardimos en la buseta”, en la que se narra una emboscada contra un microbús entre San Salvador y el suburbio de Mejicanos. La crónica fue escrita para “Sala Negra”, un proyecto periodístico del periódico El faro, donde también trabaja el reconocido periodista Óscar Martínez, hermano del autor en cuestión. Como explica Gburzynska, la crónica pone en marcha múltiples recursos literarios para narrar el brutal ataque de las víctimas (y sus familiares) atrapadas en un conflicto entre las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha. Con la voz indirecta libre, un lenguaje coloquial y el uso del montaje para organizar fragmentos de la narración emulando el lenguaje cinematográfico. El fraseo breve que Gburzynska localiza en la crónica, nos da cuenta de uno de los fenómenos textuales más recurrentes en la narrativa de la violencia latinoamericana. Aunque queda pendiente una mayor problematización del género, el artículo muestra contundente los efectos de tensión y sofocamiento que logra la crónica de Martínez.
Más allá de la crónica periodística que en México avanzó el relato dominante de la “guerra contra las drogas”, Maurizio Guerrero nos ofrece el artículo “Construcción de objetividad discursiva en el juicio de El Chapo Guzmán”. Ahí se problematiza ideológicamente la construcción simbólica del traficante mexicano en el sistema judicial estadounidense. Enfocándose en el mediatizado juicio a Joaquín “El Chapo” Guzmán, el presunto líder del llamado “Cártel de Sinaloa”, Guerrero explora cómo la mirada racializada y clasista del prohibicionismo estadounidense ha construido históricamente una plataforma criminalizadora de cuerpos morenos del sur global. Para ello elabora un efecto de realidad que deliberadamente confunde delincuencia y migración indocumentada al mismo tiempo que promueve la narrativa de lo que James Baldwin llamó la “inocencia blanca”, la retórica que exime al estadounidense blanco del mismo crimen que insiste en atribuir a los otros del tejido social de ese país. Basado en documentos oficiales, reportajes y su propia experiencia como periodista durante el proceso judicial, Guerrero demuestra cómo se construyó una poderosa narrativa para justificar el violento control social de minorías latinoamericanas en Estados Unidos mientras que reafirmaba una disciplinaria mirada de blanquitud punitiva sobre las comunidades latinas.
El dossier termina con el artículo “Lenguaje digital: codificar el trauma en lenguaje abstracto”, de Paulette Rosales Fernández, que propone una fascinante lectura crítica de la novela Nefando, de la ecuatoriana Mónica Ojeda. Junto al realismo crudo de cierta narrativa joven del continente escrita por mujeres (pienso en las novelas de las mexicanas Brenda Navarro y Fernanda Melchor, por ejemplo), Nefando adentra al lector en las profundidades de la llamada dark net donde, según Rosales Fernández, se analizan formas de corporalidad digital que conducen a experiencias virtuales de la violencia tabú. La sexualidad y el deseo en la infancia se intersecta con la violación y la pederastia en la vida de gamers. En este mundo de realidad virtual, el lenguaje digital construye formas alternativas de subjetividad. Las “nuevas reglas” de la era digital implican un desplazamiento abyecto hacia el mundo posthumano, siguiendo aquí el pensamiento de Julia Kristeva, Rosi Braidotti y Franco Berardi, entre otros. A través del videojuego que manufactura esa nueva dimensión del lenguaje digital, Rosales Fernández subraya el intento no sólo por “sodomizar la escritura, sino la posición de enunciación de las voces protagonistas al relatar aquello que queda velado del discurso hegemónico”.
La potencia del presente dossier radica precisamente en la búsqueda de zonas de significado más allá de las narrativas dominantes, de las prácticas de violencia impuestas en cuerpos vulnerables, de la legitimidad aprendida de voces que no habían sido escuchadas o que están por escucharse. Desde la agenda multidisciplinaria de estos investigadores, las narrativas de la violencia en América Latina, con frecuencia convertidas en metáforas operativas de sus respectivos países, son agudamente interrogadas, desmontadas, fisuradas. Dejemos que la lectura deslice formas otras de reflexión para escindir críticamente el nexo entre “violencia” y “América Latina” y así desfamiliarizar el territorio y sus significados recibidos. Para volver a pensar esas violencias como quien lee por primera vez.
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Carlos Martínez como cronista de la guerra de pandillas
Marta Gburzyńska
Estrategias lingüístico-discursivas en la disputa por (in)visibilizar el acoso sexual
Verónica Viera Izeta
Juicio del chapo, construcción de objetividad para la guerra contra las drogas en la era del securitarismo neoliberal
Maurizio Guerrero
Lenguaje digital: codificar el trauma en lenguaje abstracto
Paulette Rosales Fernández
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