¿Gramática o léxico? El problema de la clasificación de las lenguas amerindias de Duponceau a Powell de Mary R. Haas

 

Traducido por Luis Bernardo Quesada Nieto

 

International Journal of American Linguistics (IJAL)

En memoria de Morris Swadesh (1909-1967)

Volumen 35

Número 2

Abril, 1969

Este número del IJAL está editado por Wallace L. Chafe.

 

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  1. Introducción

 

A lo largo del siglo XIX el mayor problema relacionado con las lenguas amerindias* fue el de encontrar algún método para clasificarlas. Al comienzo de siglo, ni siquiera la constitución del bloque de lenguas indoeuropeas era conocida en su totalidad, así que no es de sorprender que en un principio el trabajo de clasificar las lenguas del Nuevo Mundo no fuera exclusivamente su clasificación genética. Con frecuencia el interés que había por la clasificación genética estuvo motivado por intentos de probar el parentesco existente con las lenguas del Viejo Mundo –algunas veces con el hebreo u otras lenguas, en especial las asiáticas. Un nuevo foco de atención fue surgiendo con el problema de la clasificación estructural general de estas lenguas, diferenciadas de las de otras partes del mundo, esto es, su clasificación tipológica y, en consecuencia, su gradación en términos de más alto o menos avanzadas. Al mismo tiempo parece que la separación entre los dos tipos de clasificación, genética y tipológica, no siempre estuvo del todo clara en la mente de quienes hacían las clasificaciones. Es interesante observar que fue en este contexto en que surgió la discusión sobre el problema de la gramática o el léxico. Es interesante también descubrir que, mientras esta cuestión siguió siendo un tema a lo largo del siglo, el contexto en el que fue debatida cambió de manera gradual.

 

Hacia finales de siglo la clasificación genealógica básica de las lenguas de Norteamérica fue establecida casi totalmente por J. W. Powell con la aparición de su obra sobre las familias lingüísticas de Norteamérica y el norte de México[i]. A principios de siglo, por otro lado, la necesidad de establecer una clasificación genealógica de las lenguas como un gran objetivo en sí mismo no había surgido aún como un problema urgente. En este periodo, mucho del interés que se desarrolló por estas lenguas se enfocó en otra dirección. Rastreemos la historia de estas distintas perspectivas.

 

  1. Duponceau

 

2.1 Fue en 1819, en un reporte del Comité Histórico y Literario de la Sociedad Filosófica Americana cuando (Peter) Stephen Duponceau[ii] promulgó una teoría sobre la naturaleza de las lenguas amerindias que tendría repercusión a lo largo de todo el siglo XIX. Duponceau afirmó que parecía haber “una maravillosa organización, que distingue las lenguas de los aborígenes de este país [Estados Unidos] de todos los demás idiomas del mundo conocido”[iii]. Más adelante en el mismo párrafo hacía referencia a “esas formas gramaticales comprensivas, que parecen prevalecer con poca variación entre los aborígenes nativos de América, desde Groenlandia hasta el Cabo de Hornos”. A esta maravillosa organización la llamó “polisíntesis”, y la describió así[iv]:

“Una construcción polisintética o sintáctica del lenguaje es aquella en la cual el mayor número de ideas está comprendida en el menor número de palabras. Esto se hace principalmente de dos maneras. 1. Mediante un modo de locuciones compuestas que no está limitado a la unión de dos palabras juntas… sino entrelazando juntos los sonidos o sílabas más significantes de cada palabra simple, para formar un compuesto que de manera simultánea despertará en la mente todas las ideas expresadas individualmente por las palabras de las cuales ellas fueron tomadas. 2. Por una combinación análoga de varias partes del discurso*, particularmente a través del verbo, de modo que sus varias formas e inflexiones expresarán no sólo la acción principal, sino el mayor número posible de ideas morales y los objetos físicos conectados con ésta, y se combinará en mayor grado con aquellas concepciones que son sujetos de otras partes del discurso, y que en otras lenguas requieren ser expresados por palabras distintas separadas. Esto es lo que yo tomo como el carácter general de las lenguas amerindias”.

 

En los años que siguieron Duponceau examinó las gramáticas de muchas lenguas americanas y le pareció que todas confirmaban su hipótesis más temprana. Casi 20 años después, la convirtió en la base de su premiado ensayo “Mémoire sur le système grammatical des langues du quelques nations indiennes de l´Amérique du nord”, donde afirma[v]:

 

“El carácter general de las lenguas americanas consiste en que reúnen un gran número de ideas bajo la forma de una sola palabra; es esto lo que les ha hecho recibir el nombre de lenguas polisintéticas por los filólogos americanos. Este nombre les conviene a todas (al menos a aquellas que conocemos), desde Groenlandia hasta Chile, sin que nos haya sido posible descubrir una sola excepción, de suerte que nos creemos en derecho de presumir que no existe”.

 

Algunas versiones de esta afirmación, frecuentemente identificable por la frase “de Groenlandia a Chile” o “de Groenlandia al Cabo de Hornos”, como aparece en la cita anterior, fueron repetidas una y otra vez a lo largo de la mayor parte del siglo por varios escritores sobre lenguas amerindias. Algunos de estos casos son abordados en las siguientes secciones de este texto.

 

Daniel Brinton, en su ensayo sobre “Some Characteristics of American Languages” (leído en 1885) nos dice que “la opinión de Duponceau encontró un gran apoyo en Wilhelm von Humboldt[vi]. Humboldt había propuesto que había cuatro planes o tipos de organización “sobre los que las lenguas combinan palabras en las oraciones” (aislantes, aglutinantes, incorporantes y flexivas)[vii],

 

Ubicadas las lenguas americanas entre las que actúan en el plan incorporante […] Define que el espíritu de este sistema es “imprimir la unidad de la oración en el entendido de tratarla no como un todo compuesto por varias palabras, sino como una palabra”.

 

2.2 Pero Duponceau no se conformó con las observaciones sobre la uniformidad de estructuras encontradas en América; también estaba consciente de las diferencias en el vocabulario. Como muestra de esto ofrece un Apéndice A en su Mémoire, un vocabulario comparativo de una lengua algonquina (delaware) y de una iroquesa (el onondaga) “a efecto de demostrar la diferencia total que existe entre ellas en lo que se refiere a la etimología de las palabras” (énfasis añadido)[viii]. En el Apéndice B, ofrece un vocabulario comparativo de lenguas algonquinas y al tiempo que anota algunas diferencias encuentra que “el parecido, en la mayoría de los casos, demuestra un origen común”. Además, “ninguna de estas palabras parece pertenecer a las lenguas de la familia iroquesa”[ix].

 

Es importante observar que Duponceau era capaz de identificar correctamente muchos cognados algonquinos aun cuando no tenía un entendimiento real de la naturaleza de la correspondencia de sonidos. Sin embargo, empleó 45 glosas básicas y citó formas de 30 lenguas y dialectos y esto le dio un acercamiento suficiente para, aun sin un entendimiento de la correspondencia de sonidos, ser el primer estudioso en estar cerca de reconocer que el gros ventre (atsina) era una lengua algonquina[x].

 

Debe mencionarse que Duponceau ofreció una lista de recursos para gran parte de la región oriental del continente. Podemos citar a Pickering[xi]:

 

“De acuerdo con el señor Du Ponceau […] varios dialectos indios del lado del Atlántico Norte de América, pueden ser clasificados bajo cuatro principales grupos o familias: 1. La karalit o lengua de Groenlandia y los esquimales; 2. La iroquesa, llamada por algunos escritores franceses huron; 3. La lenni lenape, llamada por los canadienses francófonos “lénôpé”, y por nosotros la delaware; 4. La floridiana, o cepa del sur”.

 

Aunque esta clasificación es correcta en la mayoría de sus elementos esenciales, las deficiencias son discutidas de manera más apropiada en (3), sobre algunas de las ideas de Pickering.

 

  1. Pickering

 

John Pickering, otro lingüista dedicado a las lenguas amerindias del periodo, aceptó la teoría de Duponceau y la describió con detalle en un extenso artículo de enciclopedia publicado en 1831[xii], donde señalaba que desde 1819,

 

Todas las observaciones que han sido hechas sobre las lenguas indias, hasta ese momento desconocidas, han confirmado su teoría… Este resultado ha mostrado que la impresionante variedad de formas del habla humana, que existen en el hemisferio oriental, no se encuentran en occidente. Aquí no encontramos el lenguaje monosilábico, como el chino y sus idiomas cognados; ni el lenguaje analítico, como los del norte de Europa, con sus numerosos expletivos y monosílabos auxiliares, un contraste tal no se manifiesta como lo que es evidente al observador más superficial, entre la complicación de las formas de la lengua vasca y la comparable simplicidad de sus vecinas, el francés y el español; pero un sistema uniforme, con tales diferencias sólo en las variedades que constituyen los objetos naturales, parece impregnarlas a todas; y este género de lenguas humanas ha sido llamado (por el señor Du Ponceau), polisintéticas, por la numerosa combinación de ideas que presenta en las formas de palabra. [Énfasis añadido].

 

En esta época, las lenguas del occidente de América comenzaban a ser conocidas. Como Pickering dice, “Aún no poseemos suficiente información para determinar cuántos grupos principales o familias de lenguas hay en Norteamérica”[xiii]. A pesar de esta deficiencia de conocimiento, él se esforzó en expresar su desacuerdo con Jefferson, quien[xiv]:

 

“En sus Notes on the State of Virginia (1787)… ha aventurado una opinión sobre que son muy numerosas; y procede… a dibujar una inferencia en contradicción con la opinión generalizada del mundo cristiano en cuanto a la edad de la Tierra. Su razonamiento es… [incluida la siguiente deducción] “una separación en dialectos puede ser el trabajo de unas pocas épocas solamente; pero para que dos dialectos procedan de otro y pierdan todos los vestigios de su origen común, debe requerirse un inmenso decurso de tiempo, quizás no menor a lo que mucha gente atribuye a la edad de la Tierra”… Este célebre escritor, sin embargo, estaba muy equivocado sobre lo que asume es un “hecho notable”. Los elementos radicales* de las lenguas de este continente… serán encontrados en tanto juzguemos a partir de los hechos actuales, no asumidos, que hoy poseemos, y que son pocos en número. Los varios dialectos de Norteamérica, por ejemplo, hacia el este del río Mississippi, parecen ser todos reducibles a tres, o a lo mucho a cuatro grupos principales…””.

 

La lista de grupos corresponde a aquella citada en la sección (2.2) sobre Duponceau.

 

La anterior cita es de gran interés por dos razones. Primera porque nos da una pista acerca del vínculo cronológico en el pensamiento de principios de siglo XIX a través de la adherencia a “la opinión generalizada del mundo cristiano en cuanto a la edad de la Tierra” (en contraste con la visión más relacionada con el Siglo de las Luces de Jefferson de finales del siglo XVIII), y se dirá más de esto en la sección sobre Gallatin. Segunda, por el hecho de que Pickering, en su desacuerdo con Jefferson sobre la probable cantidad de grupos lingüísticos en Norteamérica, estaba parcialmente en lo cierto, aunque en general equivocado.

 

Es verdad que esa parte oriental de Norteamérica que ha sido objeto de un estudio cuidadoso resultó tener muy pocas familias. Las primeras tres mencionadas son correctas, salvo que la iroquesa no se conocía entonces para incluir al cheroqui. Además el grupo floridiano era de hecho algo así como un comodín. Se pensaba incluir el cheroqui, omitido de la iroquesa, así como el choctaw y el muskogui (que hasta entonces se desconocía que fueran miembros de un sólo grupo) y algunos otros[xv]. Por lo tanto, lejos de haber sólo tres grupos al oriente, como él esperaba (‘tres o a lo mucho cuatro’), de hecho resultó que había mucho más de cuatro.

 

Pero Pickering no sólo subestimó la complejidad del cuadro en el este de Estados Unidos, no tenía la menor idea de la gran diversidad que pronto sería conocida en el resto de América. Conforme exploradores, viajeros y misioneros avanzaron más y más hacia el oeste, su existencia se dio a conocer. Pronto quedó claro que la diversidad lingüística del oeste era mucho mayor a la del este, así que en realidad resultó que Jefferson acertó de manera mucho más precisa que Pickering.

 

  1. Gallatin

 

4.1 Gallatin produjo dos obras importantes sobre la clasificación de las lenguas indias de Norteamérica. La primera, “A sinopsis of the Indian tribes within the United States East of the Rocky Mountains and in the British and Russian possessions in North America”, se dio a conocer en 1836[xvi]. Pero un trabajo anterior no publicado que ya intentaba una clasificación “fue elaborado en el año de 1823, a solicitud del… Barón Alexander Humboldt”[xvii]. Sin embargo, cuando la Sociedad Anticuaria Americana le solicitó una copia, resultó que “no había conservado ninguna, y que en el intermedio había recogido y obtenido acceso a muchos materiales importantes”. Su clasificación de 1836 era por lo tanto más adecuada que la anterior. Gallatin describió de la siguiente manera la metodología que empleó[xviii]:

 

“La forma de un vocabulario comparativo fue adoptado en la medida de lo posible; y en su preparación cada fuente de información, ya sea en forma manuscrita o en trabajos ya publicados, recurrió a ella. La selección de las palabras estuvo necesariamente controlada por los materiales. Esos y no otros pudieron ser admitidos, tal como se encuentran en los vocabularios existentes, lo que fue suficiente para el propósito previsto”.

 

Su intención en relación al término ‘familia de lenguas’ también es importante en este sentido[xix]:

 

“… la expresión “familia”, aplicada a las lenguas indias, ha sido tomada en su sentido más amplio, abarcando a todas aquellas que contienen un número de palabras primitivas similares, suficientes para mostrar que debieron, en alguna época remota, haber tenido un origen común“.

 

Parece que a través de la inspección de dicho vocabulario creyó llegar a conexiones de cierta profundidad, pues continúa:

 

No se usa [el término ‘familia’] en el sentido limitado con el que designamos a la italiana, española y francesa como lenguas del grupo latino, o el germánico, escandinavo, holandés e inglés como ramas del teutónico; sino EN LA MISMA MANERA en la que consideramos el eslavo, teutónico, latín y griego, el sánscrito y… el antiguo persa, que RETIENEN EN SU VOCABULARIO PRUEBAS CONCLUYENTES DE QUE HAN SURGIDO ORIGINALMENTE DEL MISMO GRUPO. [Énfasis añadido].

 

Más adelante asevera, muy razonablemente (especialmente si se considera que California no estaba incluida), que[xx]:

 

El número de familias, de distintas lenguas, y de dialectos en América del Norte no parece ser mayor que aquel que se encuentra entre las naciones no civilizadas en otros rincones del planeta… Restos aislados de antiguas lenguas se encuentran no sólo en Asia, como en las montañas del Cáucaso, sino también en Europa, como el caso del vasco. La dificultad de explicar esta diversidad es la misma aquí que en los otros continentes.

 

Pero se limita al concluir el párrafo:

 

Y NO HAY NADA que yo pueda percibir, en el número de lenguas americanas, y en la gran diferencia entre ellas, QUE SEA INCONSISTENTE CON EL MOSAICO CRONOLÓGICO. [¡] [Énfasis añadido].

 

Esto evoca bellamente, por supuesto, el vínculo cronológico con el que Pickering se encontró, como se menciona en la sección precedente (3).

 

Cuando Gallatin retoma la discusión de la gramática, comienza haciendo eco de Duponceau y Pickering[xxi]:

 

En medio de esta gran diversidad de las lenguas americanas, considerada sólo en referencia a sus vocabularios, LA SIMILITUD DE SUS ESTRUCTURAS Y FORMAS GRAMATICALES ha sido observada y señalada por los filólogos americanos… El resultado parece confirmar las opiniones ya consideradas en este tema por Du Ponceau, Pickering y otros; y parece probar que todas las lenguas, no sólo de nuestros propios indios, sino las de los nativos habitantes de América, DESDE EL OCÉANO ÁRTICO AL CABO DE HORNOS, TIENEN, hasta donde han sido investigadas, UN CARÁCTER DISTINTIVO COMÚN A TODAS y aparentemente distinto de cualquier otra de otro continente, con las que estamos más familiarizados [Énfasis añadido].

 

Sin embargo, Gallatin va algunos pasos más adelante que sus predecesores, cuando hace las siguientes observaciones importantes. En primer lugar,

 

Esto no … afirma que no pueda haber algunas lenguas americanas, distintas en su estructura de aquellas que ya se conocen; o que una similitud de características no pueda ser descubierta entre las formas gramaticales de las lenguas de América y aquellas de algunas lenguas del otro hemisferio.

 

En segundo lugar,

 

A pesar de que los materiales hasta ahora recogidos parecen suficientes para justificar la deducción general sobre un carácter similar, resultan todavía demasiado escasos para permitirnos señalar, con precisión, aquellos rasgos que son comunes a todas las lenguas americanas, y aquellas que difieren en particular; o incluso deducir, sobre aquellas que conocemos mejor, las reglas de sus gramáticas desde las lenguas tal como son habladas.

 

Pero su incapacidad para liberarse de las restricciones de la cronología de mosaico gana al final, y pinta sus deducciones sobre los orígenes:

 

(Las lenguas) de América me parece que llevan la marca de lenguas primitivas, que han adoptado su forma de causas naturales, y que no proporcionan pruebas de haberse derivado de una nación en un estado de civilización más avanzado que nuestros indios. Mientras que LA UNIDAD DE ESTRUCTURA Y DE FORMAS GRAMATICALES PRUEBAN UN ORIGEN COMÚN, puede inferirse de esto, combinado con la gran diversidad y entera diferencia en las palabras de muchas lenguas de América, que ESTE CONTINENTE RECIBIÓ A SUS PRIMEROS HABITANTES en una época muy remota, PROBABLEMENTE NO DEMASIADO POSTERIOR A AQUELLA CORRESPONDIENTE A LA DISPERSIÓN DE LA HUMANIDAD. [Énfasis añadido].

 

4.2 En 1848* Gallatin publicó una nueva clasificación de las lenguas de Norteamérica bajo el título de Hale´s indians of North-west America, and vocabularies of North America, with an Introduction[xxii]. Como lo sugiere el título, este trabajo fue posible en gran parte por la gran cantidad de material nuevo que ahora estaba disponible por los trabajos de Horatio Hale (ver 8). La perspectiva general seguía siendo la misma[xxiii]:

 

El único objetivo que busqué… fue el de determinar, mediante los vocabularios solamente, las diferentes lenguas en Estados Unidos; y entre estas, descubrir las suficientes afinidades como para distinguir las que pertenecen a la misma familia…

La palabra “familia”, en las lenguas indias, debe ser tomada en su sentido más amplio. Aquellas que han sido consideradas como pertenecientes fueron las que tenían afinidades de manera parecida a las encontradas entre varias lenguas de Europa, designadas por el término genérico “indo-europeo”. Pero… ESTO HA SIDO HECHO SIN NINGUNA REFERENCIA A SU GRAMÁTICA O ESTRUCTURA; por ello se verá que… a pesar de su completa diferencia en palabras, LA MÁS SORPRENDENTE UNIFORMIDAD, EN SUS FORMAS GRAMATICALES Y ESTRUCTURA, PARECE EXISTIR EN TODAS LAS LENGUAS DE AMÉRICA que han sido examinadas, DESDE GROENLANDIA HASTA CABO DE HORNOS. [Énfasis añadido].

 

Su contribución más importante con este trabajo fue que “tuvo éxito al establecer 32 familias distintas dentro y al norte de Estados Unidos”[xxiv]. Esto fue un hito en la historia de la clasificación de las lenguas de Norteamérica, que no fue sustituida sino hasta el trabajo de Powell y sus colaboradores, quienes completaron lo que Gallatin había empezado.

 

  1. Latham

 

Robert Gordon Latham, un filólogo británico que escribió sobre una gran cantidad de temas, entre ellos sobre etnografía americana, también se encontraba entre los que aceptaban la teoría de la similitud gramatical de estas lenguas. Al igual que otros que hacían contribuciones a la clasificación lingüística de la época, Latham se basó en las semejanzas de vocabulario para determinar los agrupamientos cercanos. Pero también atribuyó al vocabulario una importancia un tanto más amplia que otros, pues creía que las lenguas americanas tomadas como un todo tenían similitudes tanto léxicas como GRAMATICALES. El punto principal de interés para nuestros propósitos es que Latham ACEPTÓ LA PRUEBA DE LA SIMILITUD GRAMATICAL pero se sintió obligado a presentar alguna prueba de similitud léxica. En un breve artículo académico titulado “Miscellaneous contributions to the ethnography of North America”, originalmente leído en 1845, claramente expone su punto de vista. Sus contribuciones, dice, están destinadas[xxv]:

 

a servir principalmente como puntos aislados de evidencia hacia las dos siguientes afirmaciones:

  1. Que ninguna lengua de América tiene una posición aislada si se compara con las otras lenguas en masse, en lugar de con las que forman una clase particular.
  2. Que la afinidad entre las lenguas del Nuevo Mundo, en tanto determinada por sus vocabularios, no es menos real que la deducida a partir de las analogías de su estructura gramatical.

 

Por lo tanto, al mismo tiempo que acepta ‘las analogías de su estructura gramatical’, también está buscando las ‘afinidades’ en sus vocabularios.

 

  1. Whitney

 

En la segunda mitad del siglo XIX el hombre que era identificado con facilidad como el lingüista americano más destacado era William Dwight Whitney, de Yale. Su fama, como bien se sabe, no fue en el campo de las lenguas amerindias sino en la filología comparada entre el sánscrito y el indoeuropeo. Escribió uno de los primeros libros que conformarían lo que luego sería la famosa serie Language[xxvi], que tuvo sus inicios en unas conferencias sobre los principios de la ciencia lingüística, que entregó al Instituto Smithsoniano de Washington en marzo de 1864[xxvii]. Tanto en las conferencias originales, como en la versión ampliada, se sintió llamado a hacer algunos comentarios sobre las lenguas de América. Hace eco de Duponceau, Pickering y Gallatin, y adicionalmente exhibe un prejuicio propio[xxviii]:

 

Es la opinión generalizada de estudiosos lingüistas que UNA UNIDAD FUNDAMENTAL ESTÁ EN LA BASE DE TODAS ESTAS FORMAS INFINITAMENTE DIVERSAS DE HABLA [EN AMÉRICA]; que PUEDEN SER, y probablemente son, TODAS DESCENDIENTES DE UNA SOLA LENGUA MADRE. Puesto que, cualesquiera sean las diferencias del material, HAY UN ÚNICO TIPO O PLAN DEL QUE SE DERIVAN SUS FORMAS Y DEL QUE SON HECHAS SUS CONSTRUCCIONES, DESDE EL OCÉANO ÁRTICO AL CABO DE HORNOS; un tipo suficientemente peculiar y distintivo para constituir una evidencia de relación genuina. Este tipo es llamado incorporante o polisintético. Tiende a la aglomeración excesiva e inusual de elementos significantes en sus palabras; por lo que, por un lado, compuestos difíciles de manejar son formados como nombres de objetos y da a la lengua un carácter de polisilabismo tedioso y de pérdida de tiempo. [Énfasis añadido].

 

Es de gran interés notar que a pesar de que Whitney acepta la teoría de la ‘unidad fundamental’ de Duponceau y a pesar de su incomodidad sobre “el polisilabismo de pérdida de tiempo”, estuvo sin embargo entre los primeros en instar el uso del “método del sonido”, desarrollado por académicos indoeuropeos en el estudio de las lenguas amerindias[xxix].

 

Entrar en una comparación desnuda y directa entre los dialectos americanos con los modernos asiáticos, con el propósito de descubrir señales de una conexión genética entre ellos, sería un procedimiento totalmente contrario a todos los principios de la ciencia lingüística, y podría llevar a ningún resultado de importancia o valor… El método del sonido… requiere que estudiemos cada dialecto, grupo, rama y familia en sí misma, antes de atrevernos a examinar y de pronunciarnos sobre sus conexiones más distantes. LO QUE TENEMOS QUE HACER EN EL PRESENTE, por lo tanto, ES SIMPLEMENTE APRENDER TODO LO QUE PODAMOS SOBRE LAS LENGUAS INDIAS EN SÍ MISMAS. ESTABLECER SUS RELACIONES INTERNAS, PREGUNTARSE POR SUS LEYES DE CRECIMIENTO, RECONSTRUIR SUS FORMAS ANTIGUAS Y ASCENDER A SU CONDICIÓN ORIGINAL tanto como no lo permita el material a nuestro alcance y el estado en el que se nos presenta. [Énfasis añadido].

 

Esta es una afirmación interesante en más de un sentido. En particular no muestra ningún remanente del prejuicio desarrollado en otros momentos, en el sentido de que las lenguas sin escritura no podían ser objeto del mismo tipo de metodología rigurosa aplicada tan exitosamente a las lenguas indoeuropeas con escritura[xxx]. Al mismo tiempo es claramente una reacción contra los esfuerzos de algunos estudiosos de la época de buscar relaciones remotas; Whitney parece haber cerrado su mente a cualquier esperanza de encontrar evidencias lingüísticas de conexiones asiáticas con las lenguas americanas; pero continúa[xxxi]:

 

Si nuestros estudios deberán ponernos en una posición de hacer frente a la pregunta de la derivación asiática nos alegraremos de ello. Yo mismo creo que ni a partir de las evidencias lingüísticas llegaremos a iluminar ese tema.

 

  1. Trumbull

 

7.1 Así como Pickering (cuyo trabajo fue publicado en 1831) había hecho, J. Hammond Trumbull escribió un artículo de enciclopedia titulado “Indian Languages of America”, que apareció en 1876[xxxii]. De alguna manera pareciera que ningún progreso se hizo en medio siglo. Aún hay fuerte influencia de Duponceau en su primera oración[xxxiii]:

 

En una visión general de las lenguas del mundo occidental, su número y variedad son en principio más notables de lo que es el criterio de UNIFORMIDAD EN EL PLAN DE PENSAMIENTO Y ESTRUCTURA VERBAL, QUE ESTABLECE ALGO COMO UN PARECIDO DE FAMILIA ENTRE TODAS ELLAS. [Énfasis añadido].

 

Sin embargo comienza a hacerse claro que el cuadro era más complicado de lo que se creía. Se dispuso de una mayor cantidad de material más detallado y fue comenzar a plantear algunas dudas[xxxiv]:

 

¿Acaso hay un nexo de unión entre estas numerosas familias de lenguas radicalmente distintas? ¿Algún rasgo característico en común a todas, que compruebe la unidad original de todas, o al menos las distinga como una clase de aquellas lenguas del hemisferio oriental? LA RESPUESTA DEBE DARSE MENOS CONFIADAMENTE DE COMO PUDO HABER SIDO 50 AÑOS ATRÁS, cuando la atención de los estudiosos se había dirigido sólo a unas pocas de las familias lingüísticas americanas, y cuando era fácil asumir que las características estructurales y gramaticales de éstas eran comunes a todas las lenguas indias. En el presente, las grandes generalizaciones resultan peligrosas. Ya que el rango de observación se ha ampliado… ha sido descubierto no sólo que las lenguas americanas difieren entre sí en algunos de los rasgos que antes eran vistos como distintivos de su clase, sino que ninguno de estos rasgos es, en tipo y grado, peculiarmente americano. Ninguna clasificación morfológica que haya sido ya propuesta provee un lugar para las lenguas americanas exclusivamente, ni de hecho su separación como clase puede establecerse por características morfológicas o peculiaridades externas de su estructura. [Énfasis añadido].

 

A pesar de esto, la premisa principal de la hipótesis de Duponceau es aún sostenida, pues Trumbull establece que[xxxv]:

 

Su parecido común es su plan de pensamiento, en lugar de sus métodos de combinar elementos de palabras o de anexar formativos a las raíces. Duponceau fue el primero en sugerir esto…

 

Hay, no obstante, muchos puntos en cuestión sobre las lenguas amerindias, además del tema principal de este artículo, y sobre estos usualmente Trumbull se absuelve muy bien, y de algún modo mostrando un progreso considerable respecto a Duponceau y Pickering.

 

También vale la pena mencionar que Trumbull tiene una visión enteramente moderna acerca de la posibilidad de aplicar el ‘método comparativo’ a las familias lingüísticas amerindias. Sus argumentos sobre la necesidad de tal aplicación son similares a los de Whitney, ya antes citado, pero en todo caso él los ha planteado de manera más acertada[xxxvi]:

 

Hasta que la gramática comparativa de las lenguas de cada una de las principales familias americanas haya sido investigada, y hasta que las leyes y límites del cambio fonético se hayan comprendido mejor que en el presente, preguntas como la relación genética de una de estas familias con otra, deben permanecer sin respuesta. Hasta ahora, la filología no tiene suficientes datos para determinar ni el hecho ni el grado de esta relación. El filólogo es aún menos competente para decidir sobre evidencia hoy aportada por la lengua, que ninguna familia de lengua americana está o no derivada de orígenes asiáticos, europeos o africanos.

 

7.2 Hay otros aspectos, también, sobre los cuales Trumbull comienza a mostrar un tono más moderno. El éxito conseguido por Gallatin en la solución de muchos problemas de clasificación a través del uso de una lista de palabras con glosas similares llevó al Instituto Smithsoniano a adoptar en 1863 un VOCABULARIO ESTÁNDAR, para el uso de ‘oficiales de gobierno, viajeros y otros’[xxxvii]. Su propósito principal era determinar ‘las relaciones más obvias entre varios miembros de las mismas familias’. Una gran cantidad de material fue reunido bajo esta consigna en los años siguientes, llevando a Trumbull a quejarse, en su artículo de 1871 “Sobre el mejor método de estudio de las lenguas de Norteamérica”, de que[xxxviii]:

 

Una impresión equivocada parece haber sido aceptada de modo general, que el progreso real en el conocimiento de una lengua se ha conseguido cuando cien o doscientas palabras tomadas de su vocabulario han sido confrontadas con ciertas palabras de nuestra lengua, las cuales tienen significados no muy disímiles.

 

De modo que una reacción contra el acopio de vocabularios, al menos como un fin en sí mismo, se había empezado a establecer[xxxix]. Una razón de la desconfianza de Trumbull en los ejercicios de equiparación de vocabularios era la dificultad para determinar razonablemente equivalencias exactas[xl]:

 

Cada vocabulario estándar incluye el verbo ‘comer’, aunque este verbo no tiene, hasta donde yo he descubierto, su equivalente en ninguna lengua americana. El algonquino tiene 4 ó 5 formas primarias, y una gran cantidad de verbos compuestos de ‘comer’, pero ninguna expresa el simple| acto de tomar alimentos… Un verbo significa ‘comer alimentos animales’ (o lo que tiene o tuvo vida); otro ‘comer alimentos vegetales’, otro ‘comer alimentos blandos’ (granos que han sido rehidratados, y que por lo tanto requieren de un instrumento como una cuchara para ser ingeridos, v. gr. sémola de maíz, guiso de frijoles, entre otros); otros ‘comer con voracidad, devorar como bestias de presa’ —‘pastar’ o tomar comida del suelo como lo hace el ganado—, y otros casos similares.

 

Por otra parte[xli],

 

En vista de las diferencias fundamentales en la estructura gramatical y en el plano del pensamiento entre las lenguas americanas y las indoeuropeas, es casi imposible encontrar un nombre o verbo indio que admita la traducción exacta de un nombre o verbo inglés. Pero los vocabularios estándar… asumen que es posible encontrar equivalencias de los nombres genéricos ingleses entre formas amerindias individuales y específicas —[suponen] que el análisis del inglés puede representarse adecuadamente en la síntesis de las lenguas amerindias.

 

Por lo tanto Trumbull hace algunas recomendaciones para el mejoramiento del método de estudio de las lenguas americanas, a saber[xlii],

 

Que un objetivo permanente del estudioso de cualquier lengua americana debe ser la resolución de la síntesis por el análisis. Lo que los indios tan hábilmente han unido —‘aglutinado’ o incorporado— debe ser cuidadosamente tomado por piezas, y los materiales de la estructura ser examinados de modo separado.

 

Y que[xliii],

 

Singularizar y establecer los significados primarios de las raíces verbales debe ser el propósito final en el estudio de cada lengua amerindia. Lo que la síntesis excesiva ha hecho, la investigación analítica debe deshacer.

 

Valiosas como son estas recomendaciones, aún es posible reconocer que descansan sobre la suposición original de Duponceau sobre el carácter polisintético de las lenguas americanas[xliv]. Sin embargo, una nueva era en la lingüística americana había comenzado con la declaración programática de Trumbull. Esta es una formulación temprana y clara de la metodología que dominó el trabajo de la lingüística americana hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX. Es, por supuesto, el enfoque ‘atomístico’ que Chomsky etiqueta como característico de lo que llama el ‘modelo taxonómico’, en oposición al modelo transformacional[xlv].

 

  1. Hale

 

De joven, Horatio Hale había servido como etnólogo y filólogo de la expedición de Exploración Wilkes del Pacífico Sur[xlvi]. En este contexto fue que llevó a cabo una amplia comparación de las lenguas polinesias. Entonces, “en 1841, cuando la expedición se detuvo en el Territorio de Óregon, Hale dejó ésta para pasar varios meses en la búsqueda de un estudio más intensivo de la variedad de lenguas y costumbres del noroeste”[xlvii]. Este último trabajo formó la base de la obra de Gallatin de 1848, ya discutido en la sección (4.2)*. Después de su prometedor comienzo, asuntos personales mantuvieron a Hale fuera de actividades académicas por cerca de un cuarto de siglo. En sus siguientes años, aplicando los tipos de comparación que había empleado en su trabajo sobre las lenguas polinesias, llevó a cabo la preparación de las iroquesas[xlviii].

 

Un muy extenso vocabulario comparativo (adquirido por mi directamente de hablantes nativos) de todas las lenguas de este grupo, a saber, el huron (o wyandot) y el mohawk, oneida, onondaga, cayuga, seneca y tuscarora.

 

Nunca terminó, pero algunos de los resultados fueron publicados en 1883, cuando había llevado su trabajo lo suficientemente lejos como para incluir al cheroqui también entre las lenguas iroquesas[xlix]. Creo que es justo decir que en el asunto de si la gramática o el léxico, Hale se inclinaba por la gramática, aunque prefería un equilibrio entre ambas. En este sentido, establece que[l],

 

Cuando las lenguas de dos naciones o tribus muestran un claro parecido en GRAMÁTICA Y EN VOCABULARIO, podemos de inmediato inferir un ascendente común, sino del todo, al menos en alguna porción de las dos comunidades. [Énfasis añadido].

 

Pero sobre el problema específico de la relación del cheroqui y el iroqués, señala que[li]:

 

La similitud de las dos lenguas, bastante evidente en muchas de sus palabras, es sorprendentemente  más clara, como se podría esperar, en su estructura gramatical y especialmente en sus pronombres afijos, que en ambas lenguas juegan un rol tan importante.

 

Pero Hale está preocupado por los casos en los que “las palabras del cheroqui difieren completamente de aquellas de las lenguas huro-iroquesas”[lii], y concluye que,

 

No parece haber, de hecho, ninguna duda de que el cheroqui es una lengua mixta en la que, como es normal en estas lenguas, el esqueleto gramatical pertenece a un grupo, mientras que muchas de sus palabras son suministradas por otro.

 

Unos años antes, aunque no publicado sino hasta aproximadamente el mismo tiempo, Hale había hecho otro descubrimiento de filiación entre las tribus del este de Estados Unidos. En conexión con su trabajo entre las Seis Naciones, descubrió que los tutelo, que también vivían entre ellos, no eran de filiación iroquesa como se había propuesto, sino que eran claramente [del grupo] siouan[liii]. No existía vocabulario de la lengua antes del trabajo de Hale, pero en este caso sólo el vocabulario fue suficiente para hacer la identificación inicial[liv]:

 

Un vocabulario que tomé de sus labios [de un hablante de tutelo] mostró fuera de toda duda que su gente pertenecía al grupo dakota [siouan].

 

Más tarde, conforme obtuvo más información sobre la lengua, fue capaz

 

de compararla no sólo en su fonología y su vocabulario, sino también en su estructura gramatical, con las lenguas dakota habladas al oeste del Misisipi.

 

  1. Gatschet

 

Como Hale, Albert S. Gatschet también hizo la identificación de variedades lingüísticas que previamente fueron inciertas. Y como Hale otorgó preferencia a la gramática. Cuando Hale publicó su material sobre la filiación del cheroqui y el iroqués, Gatschet expresó su acuerdo[lv],

 

[Hale] estableció esta conexión, no sobre datos léxicos únicamente, sino también, y de manera más sólida, sobre bases gramaticales.

 

Al mismo tiempo, también planteó su propia evidencia corroborativa, que incluyó tanto los casos de afinidad léxica como de ‘afinidad en elementos gramaticales’. Es cuidadoso al añadir que “en investigaciones de este tipo, la gramática tiene mayor peso, como siempre, que la semejanza entre palabras”[lvi].

 

Poco antes, Gatschet publicó un artículo corto titulado ‘The Test of Linguistic Affinity’[lvii]. En él destaca que[lviii]

 

La investigación tiene un doble carácter, pues se extiende sobre las palabras o la parte léxica de las lenguas, y sobre sus formas gramaticales, flexiones, etcétera, especialmente sobre los afijos.

 

También señala (aunque no con detalle) que el punto importante es que “todas estas comparaciones deben ser hechas bajo la guía de las leyes fonéticas, rastreables en los dos idiomas que serán comparados”[lix].

 

  1. Brinton

 

10.1 Daniel G. Brinton era un contemporáneo de Powell, y los dos se encontraban en una cerrada competencia para presentar una clasificación definitiva de las lenguas amerindias. A su manera, cada uno tuvo cierto grado de éxito.

 

The American Race, de Brinton, publicado en 1891[lx], era en gran medida una presentación de la clasificación de todas las lenguas del hemisferio occidental. La sección sobre Norteamérica fue sustituida casi simultáneamente por la de Powell, pero aquella de las lenguas de Sudamérica se convirtió en el punto de partida de todas las clasificaciones subsecuentes[lxi]. Por supuesto, Brinton reconoció sus deficiencias en lo que respecta a Norteamérica, y agradeció a H. W. Henshaw (quien trabajaba para Powell), ‘por revisar la lista de los grupos de las costas del Pacífico norte y por sus varias sugerencias’[lxii]. Durante varios años Powell había impulsado la recolección de una gran cantidad de material para el Bureau of American Ethnology, pero Brinton no pudo hacer uso de él, pues como explica[lxiii]

 

Se me denegó el acceso a éste, a menos de que aceptara la condición de que la información obtenida no fuera empleada en ninguna publicación; una condición tan poco liberal como lo había esperado.

 

En el Prefacio de su obra, Brinton sostiene la preferencia hacia la gramática sobre el léxico[lxiv]:

 

Siempre que el material lo permitió, he puesto la estructura gramatical de una lengua por encima de sus elementos léxicos al decidir sobre su relación. En esto sigo a los preceptos y ejemplos de estudiosos del grupo ario y del semítico; aunque sus métodos han sido rechazados por algunos que han escrito sobre lenguas americanas. En lo que a mí respecta, estoy ampliamente convencido de que LA MORFOLOGÍA DE CUALQUIER LENGUA ES SU RASGO MÁS PERMANENTE Y CARACTERÍSTICO [Énfasis añadido].

 

La referencia a ‘algunos que han escrito sobre lenguas americanas’ es sin duda dirigida a Powell[lxv]. Rowe, sobre la base de las declaraciones aquí citadas, sostiene que “Brinton tomó exactamente la posición teórica opuesta a Powell”[lxvi]. Pero parece que Brinton exageró su postura, quizás por despecho a Powell, pues más adelante, cuando desea llegar a conclusiones sobre la base del vocabulario, adopta un enfoque más amplio sobre el problema[lxvii]:

 

Una apropiada comparación de las lenguas o dialectos no incluye simplemente al vocabulario, sino a las formas gramaticales y las variaciones fonéticas en las que los elementos vocálicos sufren al pasar de una forma de habla a otra. En algunos aspectos la morfología es más indicativa de la relación que el léxico de las lenguas; y es en estos aspectos gramaticales en que estamos especialmente limitados cuando nos acercamos a los dialectos americanos. Sin embargo, es también probable que LA TENDENCIA DE LOS ÚLTIMOS AÑOS HA SIDO SUBESTIMAR LA IMPORTANCIA DE LAS ANALOGÍAS LÉXICAS SOLAS. EL VOCABULARIO, finalmente, TIENE QUE SER NUESTRO PRINCIPAL motivo de trabajo en tal empresa. [Énfasis añadido].

 

En vista de la naturaleza de los materiales a su disposición, y por otras razones, es claro que después de todo su postura es poco distinta a la de Powell (ver 11).

 

10.2 A pesar del enorme número de grupos o familias independientes a ser encontradas en América (“de las que hay alrededor de 80 en Norteamérica y otro tanto similar en Sudamérica”[lxviii]), la visión de Brinton con respecto a la ‘unidad predominante de los esquemas gramaticales de las lenguas americanas’[lxix] no difiere mucho de la de Duponceau, su autor. Algunas modificaciones se aprecian en las observaciones siguientes[lxx]:

 

Otra característica, que en algún momento se supuso era universal en este continente, es lo que Peter Du Ponceau llamó polisíntesis

Otro rasgo, no obstante, que fue confundido con esto por Du Ponceau, pero que realmente pertenece a una categoría diferente de estructura gramatical ES VERDADERAMENTE DISTINTIVO DE LAS LENGUAS DEL CONTINENTE, y no estoy seguro de que alguna de ellas haya mostrado estar enteramente desprovista de él. Es lo que se llama incorporación. [Énfasis añadido].

 

En The American Race, Brinton describe la misma tendencia en términos de Humboldt[lxxi]:

 

La identidad física está muy bien ilustrada en sus lenguas. De hecho HAY DISCREPANCIAS INDEFINIDAS EN SU LEXICOGRAFÍA Y EN SU SUPERFICIE MORFOLÓGICA, PERO EN SU SUBESTRUCTURA LÓGICA, en lo que Wilhelm von Humboldt llamó la “forma interior”, SON SORPRENDENTEMENTE PARECIDAS. Los puntos en que esto es especialmente evidente están en la evolución de sus formas pronominales, en la abundancia de las partículas de género, en la desmesurada preferencia por conceptos de acción (verbos), en vez de conceptos de existencia (sustantivos) y en la consecuente subordinación de este último al primero en la proposición. Este último rasgo es la fuente de esa característica llamada incorporación. Las lenguas americanas como regla son esencialmente lenguas incorporantes, esto es, incluyen formalmente sujeto y objeto en el concepto transitivo y en su expresión oral. Todavía tengo que encontrar una [lengua amerindia] de la que poseamos suficientes medios de análisis, en la que no aparezca en una u otra de sus formas, revelando así el mismo impulso lingüístico [Énfasis añadido].

 

  1. Powell

 

11.1 Linguistic Families of North America and the North of Mexico, de Powell, que apareció en 1890, resolvió de manera definitiva la mayoría de los problemas de clasificación de las lenguas incluidas en su estudio. Como la mayoría de los que le precedieron, basó su clasificación en evidencia léxica. Sin embargo, el enfoque teórico fundamental hacia estas lenguas sostuvo ciertos puntos de vista distintos a los de la mayoría de sus predecesores.

 

Lewis Henry Morgan, un abogado de Nueva York, de Rochester, como hombre cultivado de su época, estaba profundamente impresionado por la nueva información revolucionaria que estaba siendo descubierta minuciosamente por geólogos y biólogos sobre “la gran antigüedad de la raza humana sobre la Tierra”[lxxii], se sintió atraído por el estudio de la organización social de los indios iroqueses de su estado natal. Luego de años de estudiar a estos y otros pueblos del mundo, publicó su obra más importante, Ancient Society, en 1877, donde desarrolló su teoría sobre la evolución social[lxxiii]:

 

Hoy se puede asegurar a partir de evidencia convincente que el SALVAJISMO precedió a la BARBARIE en todas las tribus de la raza humana, como se sabe que la BARBARIE precedió a la CIVILIZACIÓN. La historia de la raza humana es una misma en origen, en experiencia y en progreso.

 

Powell, un geólogo y explorador de no malos logros, se orientó hacia las teorías de Morgan y las adoptó en la teoría del desarrollo del lenguaje también. Al mismo tiempo no se liberó por completo de las implicaciones de la teoría de Duponceau. Es posible ver esto porque Powell es más generoso que la mayoría de sus predecesores al explicar los principios que usó al hacer su clasificación[lxxiv].

 

Se dice que las lenguas son cognadas cuando se encuentra que las relaciones entre ellas supuestamente han descendido de una lengua ancestral común. La evidencia de cognación se deriva EXCLUSIVAMENTE DEL VOCABULARIO. Las similitudes gramaticales no se supone que provean evidencia de cognación, sino ser fenómenos en parte relacionados con el estado de la cultura y en parte fortuitos [Énfasis añadido].

 

Su explicación sobre por qué piensa que las “similitudes gramaticales no se supone que provean evidencia de cognación” es, sin embargo, pasada por algo con frecuencia[lxxv]:

 

Debe recordarse que las peculiaridades extremas de la gramática, como las mutaciones vocálicas del hebreo o la separación monosilábica del chino, no han sido descubiertas entre las lenguas amerindias. Por lo tanto se vuelve necesaria la clasificación de éstas en familias, desatender la estructura gramatical y sólo considerar los elementos léxicos.

 

La primera oración de este extracto recuerda mucho a la paráfrasis que Pickering hace de Duponceau, ya citado, en el sentido de que “no encontramos lengua monosilábica como el chino y sus idiomas cognados” (ver 3). Así que Powell no se liberó por completo del influjo de Duponceau cuando adoptó la teoría evolucionista de Morgan.

 

Pero regresando a la afirmación de Powell en la segunda oración arriba citada, sobre que es necesario ‘desatender la estructura gramatical’, encontramos que defiende su postura de la siguiente manera[lxxvi]:

 

Pero esta declaración debe entenderse de manera clara. Se postula que en el crecimiento de las lenguas las nuevas palabras se forman mediante la combinación y que estas nuevas palabras cambian por el desgaste de garantizar la economía de la expresión, y también por asimilación (analogía) por la economía de pensamiento… las palabras paradigmáticas consideradas en tratados de gramática pueden con frecuencia ser las mismas palabras que deberían ser diseccionadas para descubrir afinidades primarias en sus elementos. Pero la comparación es todavía léxica, no gramatical.

 

Luego procede a definir las diferencias entre una comparación léxica y gramatical[lxxvii]:

 

Una comparación léxica es mediante elementos vocálicos; una comparación gramatical es entre métodos gramaticales, tales como, por ejemplo, los sistemas de género. Estas clases en las que las cosas son relegadas por la distinción de género, pueden ser animadas o inanimadas, y las animadas pueden ser subsecuentemente divididas en masculino y femenino, y estas clases pueden en última instancia absorber, al menos en parte, cosas inanimadas… Todas estas características son en parte fortuitas, pero en gran medida el género es un fenómeno de crecimiento que indica EL ESTADO QUE LA LENGUA HA ALCANZADO. Un sistema de caso propio puede no haber sido establecido en una lengua mediante la fijación de partículas de caso, o, habiéndose establecido, puede cambiar por el aumento o disminución del número de casos. Un sistema de tiempo también tiene un principio, un crecimiento y una decadencia… Se sostiene que todo esto pertenece a la gramática de una lengua y que son métodos gramaticales, distintos de los elementos léxicos. [Énfasis añadido].

 

Pero Powell no descartó por completo a la gramática. Tiene claro el punto en el que las consideraciones gramaticales han de ser admitidas[lxxviii]:

 

Con los términos así definidos, se supone que las lenguas son cognadas cuando se descubran similitudes fundamentales en sus elementos léxicos. CUANDO LOS MIEMBROS DE UNA FAMILIA DE LENGUAS HAN DE SER CLASIFICADOS EN SUBDIVISIONES, y la historia de tales lenguas investigada, LAS CARACTERÍSTICAS GRAMATICALES SE VUELVEN DE IMPORTANCIA PRIMARIA. [Énfasis añadido].

 

En otras palabras, los rasgos gramaticales son útiles en la determinación de subgrupos pero no de grupos mayores. La razón de Powell para hacer esta afirmación es clara. Él cree que la gramática cambia mucho más rápido que el léxico y esto es lo que hace la diferencia en su relativa utilidad para la clasificación[lxxix]:

 

Las palabras de una lengua cambian por los métodos descritos, pero los elementos fundamentales o raíces son más resistentes. Los métodos gramaticales también cambian, quizás incluso más rápido que las palabras, y los cambios pueden llegar al punto de que los métodos primitivos están perdidos por completo, no hay elementos gramaticales radicales que se conserven. La estructura gramatical no es sino una fase o accidente de crecimiento, no un elemento primordial del lenguaje. LAS RAÍCES DE UNA LENGUA SON SUS CARACTERÍSTICAS MÁS PERMANENTES… LA ESTRUCTURA GRAMATICAL O PLAN DE UNA LENGUA SIEMPRE ESTÁ CAMBIANDO, y en este sentido puede transformarse por completo. [Énfasis añadido].

 

11.2 En el transcurso de su estudio, el vocabulario y otros materiales que proveyeron la base para su clasificación, la postura de Powell experimentó cambios, se aprecia en sus Observaciones Concluyentes [de Linguistic Families][lxxx]. En particular, se muestra preocupado por el alcance de los materiales prestados*. Su ‘conclusión general’ sobre este tema es que[lxxxi]

 

los materiales prestados existen en todas las lenguas; y algunos de estos pueden ser rastreados hasta sus fuentes originales, mientras que la mayor parte de este tipo de adquisiciones no pueden por lo tanto ser relegados a familias conocidas. De hecho se cree que LAS LENGUAS QUE EXISTEN, a pesar de que son muchas en número, OFRECEN EVIDENCIA DE UNA CONDICIÓN MÁS PRIMITIVA CUANDO UN MAYOR NÚMERO DE VARIEDADES LINGÜÍSTICAS FUE HABLADO. Cuando hay dos o más lenguas de la misma familia, parece que esta diferenciación en diversas lenguas se debe principalmente a la absorción de otro material, y que por lo tanto la multiplicación de dialectos y lenguas del mismo grupo provee evidencia de que en algún periodo pasado existieron otras lenguas que hoy están extintas, excepto porque se encuentran parcialmente preservadas en los elementos divergentes del grupo. [Énfasis añadido].

 

Esta conclusión lo llevó a cambiar la hipótesis que sostuvo al principio de su investigación,

 

a saber, que los elementos comunes serían descubiertos en todas estas lenguas, mientras el estudio ha avanzado, se ha obtenido un a mayor claridad sobre EL GRAN PROCESO DEL DESARROLLO LINGÜÍSTICO entre las tribus de Norteamérica, que HA TENDIDO MÁS HACIA LA UNIFICACIÓN QUE A LA MULTIPLICACIÓN, esto es, que las lenguas multiplicadas de la misma familia deben su origen en gran medida a las lenguas absorbidas que están ya extintas.

 

Aunque incluso en su propio juicio su esquema clasificatorio es muy conservador[lxxxii], ahora comienza a preguntarse si en verdad lo fue[lxxxiii].

 

LA OPINIÓN DE QUE LA DIFERENCIACIÓN DE LAS LENGUAS DENTRO DE UN MISMO GRUPO SE DEBE PRINCIPALMENTE A LA ABSORCIÓN DE MATERIALES DE OTROS GRUPOS, a menudo hasta la extinción de estos últimos, HA CRECIDO AÑO CON AÑO, conforme la investigación ha avanzado. Siempre que el material ha sido suficiente para justificar una conclusión sobre este tema, se ha encontrado que ninguna lengua es simple en cuanto a su origen sino que cada una está compuesta de diversos elementos. [Énfasis añadido].

 

La clasificación de Powell ha resistido la prueba del tiempo de manera extraordinaria. Los cambios propuestos han ido preponderadamente en dirección de la combinación en lugar de la división, excepto por uno o dos problemas en las lenguas de Óregon. Pero el mismo Powell anticipó el desarrollo contrario de sus cambiantes puntos de vista, acerca de las causas de la diferenciación entre lenguas[lxxxiv]:

 

La migración introduce una potente causa de mutación, pero un nuevo entorno deja sus características sobre una lengua, con un cambio más en el…  significado de las palabras que en el cambio de sus formas. Hay otro factor de cambio de profunda influencia, esto es la asociación con otras lenguas…  Ante la presencia de opiniones que han crecido lentamente hacia cierta dirección EL AUTOR SE INCLINA A PENSAR QUE ALGUNOS DE LOS GRUPOS AQUÍ RECONOCIDOS COMO FAMILIAS SERÁN A LA LARGA DIVIDIDOS, mientras los materiales comunes de todas las lenguas, cuando sean estudiados más a fondo, se verá que han sido prestados. [Énfasis añadido].

 

Podemos estar agradecidos, por lo tanto, con que Powell haya publicado su clasificación cuando lo consideró oportuno. Quizás también deberíamos agradecer a Brinton, cuya intención de incluir su propio esquema para Norteamérica en su clasificación mayor para todo el hemisferio occidental parece haber tenido un efecto sobre la decisión de Powell en cuanto al momento de su publicación.

 

  1. Conclusión

 

12.1 Antes del siglo XIX lo poco que se había hecho sobre la clasificación de las lenguas americanas se hizo sobre la base del vocabulario, muy  a menudo a partir de pocas palabras. Pero el objetivo principal era determinar el origen de los pobladores del Nuevo Mundo. Thomas Jefferson, en sus Notes on the State of Virginia (1787)[lxxxv], fue uno de los primeros en exhortar a trabajar en la formación de “vocabularios de todas las lenguas habladas en Norte y Sudamérica”, teniendo en mente usarlos para determinar ‘la derivación de esta parte de la raza humana’[lxxxvi]. Unos pocos años después, Benjamin Smith Barton presentó algunas de sus ideas sobre clasificación en New views of the origin of the tribes and nations of America (1797)[lxxxvii], que dedicó a Jefferson. Pero más que nada lo que quería era conectar a los indios americanos con los pueblos de Asia, así que realizó una comparación naïf de palabras de lenguas pertenecientes a ambas regiones.

 

Una dimensión completamente nueva se añadió a principios del siglo XIX cuando Duponceau anunció su convicción de que las lenguas de América eran muy parecidas estructuralmente, esto es que todas estaban caracterizadas por la ‘polisíntesis’, y que este tipo de estructura era, además, exclusivo de América. Esto constituyó una clasificación tipológica completa para todo el hemisferio, y W. Humboldt, quien propuso que todas las lenguas del mundo podían ser divididas en cuatro grupos (aislantes, aglutinantes, incorporantes y flexivas), incluyó a las lenguas de América entre aquellas del plan incorporante.

 

Durante este periodo la tipología no estaba claramente separada de la gramática. Y mientras que la premisa de Duponceau fuera aceptada, era obvio que sería inútil tratar de clasificar las lenguas americanas sobre la base de la gramática, así que el único método que quedó abierto fue el del léxico. Excelentes y duraderos resultados se lograron de esta manera con los trabajos de Gallatin.

 

A mediados del siglo, el notable logro de los estudiosos de lenguas indoeuropeas fue extensamente aclamado por todos los académicos lingüistas. Algunos de sus descubrimientos más brillantes fueron hechos mediante una atención cuidadosa al detalle gramatical, así que se puso de moda en muchos círculos instar a la supremacía de la gramática sobre el léxico en lo que respecta a las clasificaciones. Y así resultó que Whitney, quien confunde tipología y gramática en lo que a las lenguas americanas se refiere, infiere que éstas ‘descienden todas de una sola lengua madre’ (ver 6). Pero también estuvo entre los primeros en promover que estas lenguas fueran estudiadas de manera intensa y en ‘reconstruir sus formas antiguas’, una empresa que aún era inconcebible para la mayoría de los que estaban en contacto con los datos. Hubo quienes, incluso, buscaron una lengua madre que estuviera viva. Así, algunos de los que conocieron las lenguas algonquinas creyeron que el delaware era la lengua madre mientras otros atribuían este honor al ojibwa.

 

El acercamiento a las lenguas amerindias se volvió más sofisticado en los escritos de Trumbull. Trumbull no era un investigador de campo pero era un algonquinista competente y era también un experto sobre lo escrito en lenguas de otras familias. Instó a la investigación de la ‘gramática comparativa de las lenguas de cada una de las principales familias americanas’ (7.1) y también a través del análisis sincrónico de cada lengua (7.2).

 

En esta época había algunos investigadores de campo profesionales en el estudio de las lenguas amerindias y académicos como Hale, Gatschet y J. O. Dorsey establecieron un nuevo enfoque. Los estudios comparativos de Hale sobre el iroqués nunca fueron terminados, pero al menos fue capaz de demostrar que el cheroqui  era una lengua iroquesa[lxxxviii]. No confundió tipología y gramática y cuando se refirió a la similitud gramatical entre el cheroqui y otras lenguas iroquesas, tuvo en cuenta la misma delicadeza de detalle que habían puesto los estudiosos de lenguas indoeuropeas en sus comparaciones del sánscrito con otras de la misma familia.

 

Pero una clasificación definitiva de las lenguas de Norte y Sudamérica aún no había sido hecha. Brinton, con su amplio dominio de la literatura sobre lenguas de ambos continentes, deseó hacer tal clasificación. Sin embargo no tuvo acceso a los copiosos materiales sobre las lenguas de Norteamérica que habían sido diligentemente recogidos bajo los auspicios del Instituto Smithsoniano durante casi 40 años. Por consiguiente, mientras que en efecto Brinton publicó una clasificación a partir del horizonte que tuvo en mente, estaba consciente de sus deficiencias, así como de las causas de éstas. Aunque es casi siempre citado como uno de los que dieron prioridad a la gramática sobre el léxico al hacer clasificaciones, la verdad del asunto es que rara vez fue capaz de hacerlo debido a la escasez de material gramatical sobre la mayoría de las lenguas del hemisferio. Su trabajo es mejor caracterizado por su declaración de que “el vocabulario, finalmente, debe ser nuestro principal motivo de trabajo en tal empresa” (ver 10).

 

Powell, teniendo acceso a los manuscritos sin publicar del Bureau of American Ethnology, material recogido en su mayor parte bajo sus propias instrucciones, fue capaz, con la ayuda de sus colegas en el Bureau, de hacer la clasificación definitiva de las lenguas de Norteamérica y el norte de México. Declaró al léxico como la medida fundamental de relación y tuvo éxito en presentar al mundo una clasificación básica que ha resistido la prueba del tiempo.

 

Fue así que publicó su clasificación en el momento en que lo hizo. Comenzó a preocuparse por la indudable presencia de préstamos en el léxico de todas las lenguas y se inclinó no en dirección de la combinación, sino de una gran división. Sus teorías evolucionistas no estaban funcionando en la forma en que había anticipado. En parte se sintió satisfecho con lo que había observado[lxxxix]:

 

A partir de los materiales que han sido y pueden ser reunidos en este campo, la evolución del lenguaje puede estudiarse desde una forma temprana, en la que las palabras normalmente no son partes del discurso, a una forma en la que las partes del habla son de alguna manera diferenciadas… la evolución de la mente en el esfuerzo de expresar el pensamiento, mediante acuñación, combinación y contracción de palabras y mediante la organización de oraciones lógicas a través del desarrollo de las partes del habla y sus arreglos sintácticos, está abundantemente ilustrada.

 

Pero al interior de algunas de las lenguas propuestas la situación parecía estar llena de incongruencias:

 

Las lenguas se desarrollan de manera desigual en sus muchos componentes. Sistemas con género escaso aparecen junto a sistemas con tiempos complejos, sistemas de caso altamente desarrollados con sistemas con modo ligeramente desarrollados; y apenas hay algunas de estas lenguas… que no muestran recursos arcaicos en su gramática.

 

A lo largo del siglo XIX un investigador tras otro encontró que el léxico aportaba un campo rico en fiabilidad más que ningún otro elemento. El ‘sistema de estructura uniforme’ de Duponceau para todo el hemisferio tomó al léxico como el principal criterio de diferenciación. El esquema evolucionista de Powell, que él mismo no intentó usar para propósitos de clasificación, fue también visto lleno de ambigüedad siempre que fue aplicado a cualquier lengua en específico. En algunos casos recalcitrantes, sin embargo, la gramática resultó ser de mucha ayuda; en particular encontramos a Hale y a Gatschet haciendo un buen uso de ella para identificar al cheroqui como lengua iroquesa. En general, no obstante, el tipo de información gramatical que sería de mayor uso estaba faltando. Los taxónomos del siglo XIX fueron afortunados de que la riqueza del material léxico recogido en el periodo probó ser efectivo para la creación de una clasificación viable.

 

12.2 Este artículo debe ser tomado como un primer intento de rastrear la historia de algunas de las ideas por las que los lingüistas americanos estuvieron preocupados durante el siglo XIX. Una evaluación de estas ideas en términos de su interacción con corrientes intelectuales similares, especialmente aquellas relativas a la taxonomía biológica (por ejemplo la clasificación de Lineo) no ha sido retomada aquí[xc]. Pero varias pistas prometedoras para investigaciones sucesivas se encuentran en este campo, desde la observación de Pickering de que el término ‘polisintético’ de Duponceau puede ser tomado como descriptivo de un ‘género de lenguas humanas’ (ver 3), hasta llegar a la insistencia de Powell sobre la rigurosa nomenclatura de sus familias lingüísticas, que basó en el modelo de clasificación de Lineo, aunque con un sistema de reglas distinto[xci].

Notas

* N. del T.: En lo sucesivo se empleará la expresión “lenguas amerindias” como sinónimo de “American Indian languages”.

[i] Reporte de la Séptima Reunión Anual, Oficina de Etnología Americana, pp. 1-142. Washington (1892).

[ii] N. del T.: La autora emplea el nombre traducido y adaptado al inglés de Pierre-Étienne Du Ponceau.

[iii] [Peter S. Duponceau], Reporte del Comité Histórico y Literario de la Sociedad Filosófica Americana. Leído el 9 de enero de 1818. Transacciones del Comité Histórico y Literario de la Sociedad Filosófica Americana, Vol. I. XI-XVI, Filadelfia, (1819). El material citado se encuentra en la p. XIV.

[iv] Reporte del secretario correspondiente al Comité, sobre su progreso en la investigación que se le encomendó sobre el carácter general y formas de las lenguas de los indios americanos. Leído el 12 de enero de 1819. Transacciones del Comité Histórico y Literario de la Sociedad Filosófica Americana, Vol. I, Filadelfia, (1819).

* N. del T. De manera general, tomaremos como término equivalente de “speech” el de “discurso”, salvo en los casos en que se haga alguna otra precisión sobre el mismo.

[v] París, 1838; cita en la página 89.

[vi] D. G. Brinton, 1890. “Some characteristics of American Languages”, en Essays of an Americanist, p. 353. Filadelfia, (1890),

[vii] D. G. Brinton, 1890. “Wilhelm von Humboldt´s Researches in American languages”, en Essays… pp. 339-340.

[viii] Duponceau, Mémoire, 1838, p. 259. 

[ix] Ibid., p. 314.

[x] Mary R. Haas. “Roger William´s sound shift: A study in Algonkian”, en To honor Roman Jakobson: Essays on the occasion of his seventieth birthday. 1.819. La Haya-París (1967).

[xi] John Pickering. “Introductory memoir”, pp. 371-372, en Father Sebastian Rasles, A dictionary of the Abanki language, Memoirs. Academia Americana de Ciencias y Artes. 1.370-574, (1833).

[xii] [John Pickering] “Indian languages of America”, en Encyclopaedia Americana, Vol. IV (Apéndice): 581-900. La cita se encuentra en la página 581.

[xiii] Ibid., p. 584.

[xiv] Ibid., 584-585.

* N. del T. Pedro Felipe Monlau define la voz “raíz” en los términos siguientes: “entre los antiguos gramáticos raíz valia lo mismo que voz primitiva. Otros llaman raíz á lo que propiamente es radical…”. Vocabulario gramatical de la lengua castellana. México, José María Sandoval, impresor, 1879. p. 81.

[xv] El término “floridiana”, por lo tanto, no es equiparable con muskogeana como en ocasiones se ha asumido. Esto corrige, por ejemplo, la afirmación de Clark Wissler en The American Indian y la Sociedad Filosófica Americana, Procedimientos de la Sociedad Filosófica Americana. 86.193, (1942).

[xvi] Trans. y Coll. Amer. Antiquarian Soc. 2.1-422, Cambridge, (1836).

[xvii] Ibid., p. 1.

[xviii] Ibid., p. 2

[xix] Ibid., p. 4

[xx] Ibid., p. 5

[xxi] Ibid., pp. 5 y 6, para éste y los siguientes pasajes citados.

* N. del T. En el texto original del IJAL de 1969, así como en Language, Culture, and History, Essays by Mary R. Haas, de 1978, se marca erróneamente el año de publicación de este trabajo, consignando 1948, en lugar de 1848, que es el correcto. En este caso y en lo sucesivo pondremos esta última fecha.

[xxii] Albert Gallatin. Hale´s Indians of north-west America, and vocabularies of North America, with an introduction. Trans. De la Sociedad Etnológica Americana. 2. XXIII-CLXXX, 1-130, Nueva York. (1848).

[xxiii] Ibid., p. CXIX.

[xxiv] Ibid., p. XCVIII

[xxv]Robert Gordon Latham, Opuscula. Essays chefly philological and ethnographical, p. 275. London y Edimburg (1860). Powell también cita los dos puntos principales de Latham que aparecen en Linguistic families, p. 14.

[xxvi] William Dwight Whitney, Language and the study of language, Nueva York. (1889).

[xxvii] William Dwight Whitney, “Brief abstract of a series of six lectures on the principles of linguistic science”, Apéndice del Annual Report of the Board of Regents of the Smithsonian Institute, Washington, (1864). pp. 95-116.

[xxviii] Whitney, Language… p. 348.

[xxix] Op. Cit., p. 351.

[xxx] Mary R. Haas, “Historical linguistics and the genetic relationship of languages” en Thomas A. Sebeok (ed.) Current trends in linguistics. Vol III, 113-153. The Hague. (1966). Véase la discusión en las pp. 120 y 121.

[xxxi] Whitney, Language… p. 351.

[xxxii] Johnson´s New Universal Cyclopaedia, 2.1155-1161, Nueva York, (1876).

[xxxiii] Op. Cit., p.1155.

[xxxiv] Op. Cit., p.1157.

[xxxv] Op. Cit., p.1158.

[xxxvi] Op. Cit., p.1161.

[xxxvii] George Gibbs, Instructions for research relative to the ethnology and philology of America, Smithsonian Misc. Collections, 160, Washington. Referencia en la página 13, (1863).

[xxxviii] Hammond Trumbull, “On the best method of studying the North American languages”, Transactions of the American Philological Association, 1869-70, 1.55-79, Hartford (1871).

[xxxix] No debe pasarse por alto, sin embargo, que él concedió fácilmente el uso del vocabulario estándar para los propósitos para los que fue originalmente creado: “El vocabulario estándar continúa siendo útil para los coleccionistas inexpertos como una guía provisional de clasificación”. Próxima a la satisfacción de aprender una nueva lengua es aquella de aprender algo sobre ella —determinando a través de un vocabulario comparativo qué es o no parecido a alguna otra lengua que conocemos…” Ibid. p. 58.

[xl] Ibid., p. 61.

[xli] Ibid., p. 63.

[xlii] Ibid., p. 64.

[xliii] Ibid., p. 65.

[xliv] Véase íbid., p. 59.

[xlv] Noam Chomsky, Current issues in linguistic theory. The Hague. (1966). La referencia se encuentra en la página 11.

[xlvi] Jacob W. Gruber, “Horatio Hale and the development of American Anthropology”. Proc. De la Sociedad Filosófica Americana. 111.5-37 (1967). Véase p. 9.

[xlvii] Ibid.

* N. del T. Se trata de Hale´s indians of North-west America, and vocabularies of North America, with an Introduction.

[xlviii] Cita tomada de una carta de Hale a Powell en 1881, op.cit., p. 35

[xlix] Horatio Hale, “Indian migrations as evidenced by language”, Parte I, “The Huron-Cherokee stock”, en The American Antiquarian, 5.18-28. (1883).

[l] Ibid., p. 18.

[li] Ibid., p. 26.

[lii] Ibid., p. 27.

[liii] Horatio Hale, “The Tutelo tribe and language”, Proc. De la Sociedad Filosófica Americana, 21.1-47. (1884). También Hale, “Indian migrations as evidenced by language”, Parte II, en The American Antiquarian, 5.108-124. (1883).

[liv] Hale, “The Tutelo tribe”, p. 13.

[lv] Albert S. Gatschet, “On the affinity of the Cheroke to the Iroquois dialects”. Trans. de la Asociación Filosófica Americana, 2.163-165. (1886). La nota proviene de la página XLI.

[lvi] Ibid., p. XLII.

[lvii] Albert S. Gatschet, “The test of linguistic affinity”, en The American Antiquarian, 2.163-165. (1879-1880).

[lviii] Ibid., pp. 163-164.

[lix] Ibid., p. 165.

[lx] Daniel G. Brinton, The American Race, New York. (1891). La edición que consulté es la de Filadelfia, 1901.

[lxi]John Howland Rowe, “Linguistic classification problems in South America”, en Papers from the Symposium on American Indian Linguistics, UCPL 10.1-68, Berkeley y Los Angeles. (1954). La referencia se encuentra en la página 19.

[lxii] Op. cit., p. XII.

[lxiii] Ibid.

[lxiv] Ibid., p. X.

[lxv] Brinton hizo esto con frecuencia, en ocasiones indirectamente como aquí, y algunas otras refiriéndose a sí mismo de manera directa.

[lxvi] Rowe, “Linguistic classification problems…” p. 19.

[lxvii] Brinton, op. cit., p. 333.

[lxviii] Ibid., p. 57.

[lxix] Daniel G. Brinton, “Some characteristics of American languages”, en Essays of an Americanist, Filadelfia, (1890), p. 352.

[lxx] Ver Brinton, “American languages and why we should study them”, en Essays of an Americanist, p. 321.

[lxxi] Ver página 56. Este pasaje, con su referencia a la “morfología exterior” y a la “subestructura lógica” encuentra un claro eco en las frases “estructura exterior” y “estructura profunda”, empleadas por los gramáticos generativas de los años 60 [del siglo XX], quienes también fueron influenciados por el pensamiento de Humboldt.

[lxxii] Lewis Henry Morgan, Ancient Society, (1877), p. 1.

[lxxiii] Ibid.

[lxxiv] Powell, Linguistic families, p. 11.

[lxxv] Ibid.

[lxxvi] Powell, Linguistic families, p. 11.

[lxxvii] Ibid.

[lxxviii] Ibid., p. 12

[lxxix] Ibid.

[lxxx] Ibid., pp. 139-142.

* Estos materiales “prestados” corresponden en estricto sentido a los acervos recopilados por Brinton y que nunca pudo publicar.

[lxxxi] Ibid., p. 140.

[lxxxii] “Al organizar el esquema de las familias lingüísticas el autor ha procedido de manera conservadora” (Ibid.).

[lxxxiii] Ibid., p. 141.

[lxxxiv] Ibid.

[lxxxv] Thomas Jefferson, Notes on the State of Virginia, William Peden (ed.), Chapen Hill, (1955), p. V.

[lxxxvi] Ibid.

[lxxxvii] Filadelfia.

[lxxxviii] Barton había postulado la relación entre el cheroqui y las lenguas iroquesas en 1797, pero su evidencia era muy escasa para ser convincente. Además otros de sus supuestos habían sido refutados, así que estos fueron descontados también.

[lxxxix] Powell, op. cit., p. 139.

[xc] Estoy en deuda con Jacob W. Gruber por sus perspicaces comentarios a una versión previa de este artículo, en particular sobre algunos puntos expuestos en esta sección.

[xci] Powell, Linguistic families, pp. 2-5.



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