Políticas colectivas de la piel delgadita: justicia y memoria ante los feminicidios en un país en guerra

Amalia de Montesinos Zapata
Posgrado en Sociología, BUAP
amaliademontesinos@gmail.com

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Resumen

En este artículo profundizaremos en la noción que le da nombre: la piel delgadita, como una creación colectiva por construír y gestionar una capacidad política para habitar el mundo y transformarlo, una piel que es extensa y que conforma un cuerpx-territorio colectivo que es nuestro principal territorio en disputa y desde el cual nos vinculamos a las otras políticamente. Esto hilado a la vulnerabilidad como condición de la vida y como derecho político. Estas nociones nos permitirán movernos al plano concreto de la experiencia y retomaremos documentos, textos y diversos momentos del trabajo de campo para hablar de la piel delgadita que toma forma al acuerpar en las calles. En este artículo se vincula a la vulnerabilidad y la afectividad con la lucha por justicia de las madres y a la complejidad histórica en la que nos encontramos desde los múltiples y diversos territorios que se encuentran en México, para así preguntarnos desde dónde y cómo se está haciendo justicia, así como la justicia que se está construyendo más allá del Estado.

Palabras Clave: Cuerpx-territorio, piel delgadita, justicia y memoria, feminicidios, política colectiva

Abstract

In this article we will deepen in the notion that gives it its name: la piel delgadita, as a collective creation to build and manage a political capacity to inhabit the world and transform it, a skin that is extensive and that forms a collective body-territory that is our main territory in dispute and from which we link ourselves to the others politically. This is linked to vulnerability as a condition of life and as a political right. These notions will allow us to move to the concrete plane of experience and we will take up documents, texts, and different moments of the field work to talk about the thin skin that takes shape when we embody one another on the streets. In this article I link vulnerability and affectivity to the mother’s struggle for justice and to the historical complexity in which we find ourselves and thus ask ourselves from where and how justice is being done, as well as the justice that is being built beyond the State.

Keywords: Thin-skin; piel delgadita; body-territory; justice and memory; feminicide; collective politics.

 

La investigación que a continuación presento emana del cuerpx como territorio y como gesto de amor y ternura. Esta investigación existe porque era necesario abrir un espacio y un tiempo concretos para comprender, pasar por el cuerpx y narrar lo que se pone en juego entre mujeres que nos cuidamos y nos acompañamos al sostener luchas por justicia y memoria ante la espiral de la violencia feminicida en el Valle de México. La presente es una breve parte que surgió del proyecto de investigación para la realización de mi tesis de maestría en Sociología.

Cuando me encontraba en cuarto semestre de la licenciatura, el 3 de mayo del 2017 Lesvy Berlín Rivera Osorio fue asesinada en Ciudad Universitaria de la UNAM. Este hecho no solo me marcó a mí, sino que puso en marcha una forma específica de colectivizar y accionar políticamente como mujeres jóvenes. Desde esa fecha y hasta la actualidad comencé junto con mis amigas un proceso de acompañamiento en el que nos vinculamos tiernamente con la familia de Lesvy, en específico con su madre Araceli. Este proceso nos llevó a encontrarnos entre nosotras, con otras madres, familiares y otras compañeras. El feminicidio de Lesvy detonó un proceso político y colectivo en un conjunto de amigas y compañeras jóvenes universitarias, en su mayoría estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, quienes comenzamos a caminar con otras mujeres y madres en lucha reclamando justicia para Lesvy y para muchas otras mujeres.

Realicé esta investigación a través de lo que llamo metodologías afectivas. Si bien en las Ciencias Sociales y las Humanidades podemos identificar al giro afectivo como el parteaguas epistémico y metodológico para comenzar a nombrar e identificar investigaciones que ponen en el centro el cuerpo y las subjetividades, he de reconocer que para esta investigación mis principales referentes teóricos y metodológicos son compañeras que se identifican desde la investigación militante. Entre ellas Raquel Gutiérrez Aguilar, Mina Lorena Navarro Trujillo (mi asesora de tesis de maestría) y Lucia Linsalata. También mujeres que acompañan de forma cercana procesos de búsqueda de verdad, memoria y justicia desde América Latina. Con un pie en las calles y otro pie en la academia reflexionan y recuperan las experiencias colectivas para crear investigaciones que generen nuevas aproximaciones y sigan aportando a la lucha colectiva de todas. Entre ellas Alejandra López Lujano y Rita Canto en México, así como Gabriela Coronado-Tellez desde Colombia y la colectiva Las Minervas desde Uruguay.

Hablar de metodología en las ciencias sociales no es cualquier cosa, implica una forma de entablar vínculos con otrxs, de poner en diálogo temas que nos mueven y atraviesan. Poner en práctica metodologías también es crear lenguajes, mundos, es creer y crear formas diferentes de investigar y producir dentro de la academia. Realicé una metodología que pudiera acompañar a quienes realizan acompañamiento desde la ternura y la posibilidad de abrir espacios de reflexión en torno a los caminos recorridos, de los miedos, de los dolores, de las dificultades a la vez que potenciar lo que se ha logrado, lo que se ha sembrado en las calles.

Pensar en una metodología afectiva tiene que ver con reconocer la capacidad de afección que todes tenemos, reconocer que habitar este mundo y hacer cosas en él es abrirnos a que el mundo nos toque y también nosotrxs tocar ese mundo, cambiarlo, transformarlo, con la intención de dejarse afectar y de afectar a otrxs. Pensé en nombrarle así para poner en el centro el cuerpx como espacio cognitivo, el cuerpx individual sí, pero sobre todo el cuerpx-territorio que habitamos y compartimos, el aparente límite de nuestra piel en realidad nos permite tocar y ser parte de un cuerpx extenso.

En cuanto a lo afectivo me refiero a descentrarnos y alejarnos del sujeto universal y abstracto de la modernidad, al sujeto varón blanco europeo que se soñó racional y autosuficiente, que se imaginaba más allá de lo histórico y de lo corporal, que se soñaba desafectado por el mundo y dueño de éste. Cuando hablo del afecto me refiero en todo momento “[…]a la carne; una carne que es materialidad compleja: parlante, histórica y política […]” (Siohban Guerrero y Alba Pons 2018, 2) y vinculada con otrxs, que comparte el mundo con otrxs seres y que es producto de esas relaciones encarnadas e históricas.

El trabajo de campo lo realicé mediante una metodología etnográfica y autoetnográfica pensando y caminando con la colectiva Las Siemprevivas, mujeres que acompañan y son acompañadas y, por otro lado, realicé una recuperación de archivo de los textos y producción escrita colectivamente por el Grupo de acompañamiento político en memoria de Lesvy Berlín Rivera Osorio, de ambos espacios formo parte desde hace varios años como acompañante.

 

Nuestx cuerpx colectivx para luchar por la vida en medio de la guerra

        ¿Podemos construirle un monumento a nuestro dolor? Tal vez un monumento inasible,
poco concretizable y móvil: el de la red de afectos que se construye alrededor de nuestra vulnerabilidad”,
Mariana Azahua

¿Qué hay antes de la piel delgadita?

La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpx, con ella nos acercamos al mundo, es el primer espacio con el que nos relacionamos con lxs otrxs, con otros seres compañeros, con la piel podemos sentir amor y ternura, pero también desde la piel se puede sentir dolor, miedo. La piel nos dota de una amplia gama de posibilidades de afección que normalmente se habitan en solitario o, por lo menos, nos han enseñado que se experimenta de forma individual/aislada. La piel nos conecta con el mundo, es producida sociohistóricamente. Nos han producido como pieles individuales, separadas las unas de lxs otrxs, pero la piel también puede vivirse de forma colectiva, entramada, porosa.

¿Qué nos permitimos sentir y cómo nos permitimos sentir en este mundo capitalista- colonial-patriarcal?

La piel delgadita es una producción colectiva de sentidos afectivos, de formas de politizar y de habitar nuestros espacios territoriales. Antes de esta piel delgadita hay diferentes formas de habitar nuestros cuerpxs y nuestros afectos, diferentes formas de producir pieles singulares, algunas más abiertas al mundo y otras más acorazadas; formas producidas para transitar este mundo, construyendo fronteras afectivas para poder sortear el día a día en un país en guerra, en un sistema de producción capitalista y minimizar la posibilidad de afección ligada a lxs otrxs. Pero para poder desarmar la guerra necesitamos pieles delgaditas hiladas las unas a las otras, pieles que hagan de la vulnerabilidad una política colectiva para sostenerse entre ellas poniendo la vida y el cuidado en el centro.

Cuando digo “desarmar la guerra” hago referencia al libro y esfuerzo colectivx Desarmar la guerra cuidar la vida, en el que dos de las autoras se refieren a desarmar las guerras sobre la vida como un momento político que

se está dando para enfrentar las crisis desde múltiples tramas de producción de lo común, a través de formas concretas y colectivas de reproducir la vida, dinámicas diversas para desarmar las lógicas de guerra, y para producir redes de cuidado, de salud, de provisión de alimentos, de apoyos emocionales, otras formas de sostenimiento de la vida (Patricia Chávez León y Dunia Mokrani Chávez 2021, 33)

En ese sentido, aquel 3 de mayo de 2017 decidimos desarmar las lógicas de guerra y miedo al creerle primero a ella, a Lesvy, a su cuerpx, a su vida, a lo que nosotras podíamos sentir y compartir con Lesvy desde nuestro mismo cuerpx de mujer. La piel se adelgazó cuando su nombre se volvió promesa de un mundo nuevo, de justicia, de memoria. Nuestra piel se adelgazó cuando nuestro miedo no nos paralizó y fue la potencia para iniciar un camino colectivo inesperado, incierto y que sabíamos de forma intuitiva que era el camino por tomar, por Lesvy, por nosotras, por todas. Una piel delgadita es una decisión de creación colectiva, una capacidad política para habitar el mundo y transformarlo.

Nos dejamos afectar por la huella que Lesvy dejó en nuestras vidas desde mayo de 2017 y comenzamos a afectar el mundo que nos rodea.

Es importante ahora entender qué implica esa porosidad, esa vulnerabilidad política, esa posibilidad que se detona del sentir mucho y profundamente. Esto lo pensaremos trenzando la historia colectiva del Grupo de acompañamiento en memoria de Lesvy Berlín Rivera Osorio y de Las Siemprevivas: dos esfuerzos hermandos, que surgieron en diferentes momentos pero que ponen en juego la piel delgadita, la capacidad de sentir mucho como una forma de politizar la vulnerabilidad.

El miércoles 3 de mayo de 2017 a las cinco con treinta minutos de la mañana me encontraba llegando a las astabanderas del Estadio Olímpico de la UNAM porque a las seis y cuarto iba a salir de práctica de campo. Yo no sabía que casi al mismo tiempo, a menos de un kilómetro de donde yo estaba, el cuerpx de Lesvy acababa de ser encontrado en una caseta de teléfono del Instituto de Ingeniería de la UNAM, espacio que ahora llamamos Jardín de la Memoria. Horas más tarde, cuando salieron las notas rojas y los comunicados violentos y revictimizantes en las cuentas de Twitter de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, supe del feminicidio de Lesvy, de su cuerpx que nos hablaba a todas y nos decía que ella había sido asesinada, que no se había suicidado.

Me acuerdo haber leído las notas y voltear a ver a mis compañeras, a mi amiga Clau con quien iba platicando en el camión, y compartir desde la mirada la incertidumbre y el miedo de lo que estábamos leyendo. Nos abrazamos entre todas, lloramos, nos preguntábamos quién era aquella mujer, qué sueños le habían arrebatado, todas teníamos la intuición que lo que le pasó a Lesvy era el epítome de la violencia hacia las mujeres, pero aún no sabíamos explicarlo, lo sentíamos con nuestros cuerpxs.

A la distancia, en Ciudad de México, mis amigas Dian y Alejandra estaban comenzando a organizarse con otras amigas y compañeras de lucha de la facultad para exigirle a la UNAM y a la Procuraduría General de Justicia de la CDMX que dejaran de revictimizar a Lesvy, que aceptaran que lo que pasó no era normal, que era un acto de violencia brutal. Ellas convocaron a una marcha que tendría lugar la tarde del viernes 5 de mayo desde la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM hasta Rectoría. A esa marcha, que al inicio mis amigas pensaron iba a ser una marcha de no más de cincuenta o cien personas, llegaron miles de mujeres de toda la ciudad para gritar por Lesvy, para exigir que los procesos de justicia, que las formas de nombrar fueran dignos y respetuosos y que no se omitiera hablar de la violencia que día a día asesinaba (en ese entonces) a siete mujeres en nuestro país.

Días después de esa marcha histórica, mis amigas y yo conocimos a Araceli Osorio, madre de Lesvy, cuando le fuimos a dejar flores y velas a la caseta donde su amada hija había sido asesinada. Después de conocer a Ara, como le decimos cariñosamente, ya no pudimos dejarla ir, nos volvimos compañeras de lucha por la vida, por la memoria y la justicia. Unas semanas más tarde, junto con otras mujeres a las que aún no conocíamos comenzamos un camino que en ese entonces no sabíamos a dónde nos iba a llevar, pero sabíamos que teníamos que recorrer colectivamente. Conformamos el Grupo de acompañamiento político en apoyo a la familia de Lesvy (cambiamos el nombre del Grupo en 2020 a Grupo de acompañamiento político en memoria de Lesvy Berlín Rivera Osorio).

¿Qué nos hizo reconocernos entre nosotras, en Lesvy y en Araceli? ¿Por qué el cuerpx y la vida de Lesvy nos convocaba a comenzar una lucha por justicia? Yo creo que la razón yace en el cuerpx colectivo al que pertenecemos como mujeres y disidencias en el territorio llamado México. Nos dimos cuenta de la radical vulnerabilidad de nuestra vida y nuestros sueños encarnados en cuerpxs feminizados, en cuerpxs racializados, en cuerpxs obreros, en cuerpxs diversos, en cuerpxs incómodos para los procesos jerarquizantes de violencia y subordinación del ensamblaje capitalista-patriarcal-colonial1.

Para profundizar en torno al cuerpx y sus afectos es importante hacer notar que en esta investigación y en particular en este artículo pienso junto con Baruch Spinoza. Spinoza fue un filósofo contemporáneo a Descartes y esto es peculiar porque para el pensamiento de Spinoza no existe la escisión cuerpx-mente cartesiana. Spinoza era un filósofo panenteista, esto quiere decir que para él dios(a) es parte de la naturaleza, de los cuerpxs, de la materia, y ya que dios(a) es espíritu/mente/alma, esto implica que desde Spinoza los cuerpxs, la naturaleza, lo encarnado es también mente/alma, están imbricados, hilados finamente y el cuerpx no es subordinado como en el cartesianismo, en el spinozismo el cuerpx es vida, potencia, cognición.

Ahora bien, en Spinoza: filosofía práctica Guilles Deleuze escribe un pequeño capítulo llamado Spinoza y nosotros, en estas páginas se torna más claro cómo define Spinoza al cuerpx: “un cuerpo se define mediante relaciones de movimiento, lo que importa es concebir la vida como una relación compleja” (Deleuze 2009, 150). Es importante enfatizar que para Spinoza el cuerpx se define y se entiende a partir de las relaciones que son siempre complejas y esta relación es siempre con otrxs cuerpxs, ¿esto qué quiere decir? El cuerpx como relación nos lleva a los afectos o a la afección, a la capacidad del cuerpx de afectar y ser afectado.

“Se definirá a un animal o a un ser humano2 no por su forma ni por ser un sujeto, se le definirá por los afectos de los que es capaz” (Deleuze 2009, 151). El cuerpx y la capacidad de afectos o afección en Spinoza es entonces la posibilidad de hacer mundo, de pensar el mundo desde y con el cuerpx, es una disposición de la vida y de los cuerpxs y es por ello que nos dice Spinoza “nadie sabe lo que puede un cuerpo ni los afectos de los que es capaz” (Deleuze 2009, 152). Es desde aquí que pienso a la piel delgadita y al cuerpx como relación con las otras para luchar por nuestras vidas.

Por otro lado, abrevo de las enseñanzas de Verónica Gago, que también piensa con Spinoza, para hablar del cuerpx-territorio extenso. Gago es una politóloga argentina y militante feminista que piensa desde su hacer situado y en colectividad. Desde aquel sur-sur ella piensa en torno a la huelga feminista y la potencia del deseo que emana de los cuerpxs encarnados que sostienen procesos de lucha extendida, como la experiencia de la huelga de mujeres en Argentina en 2018.

El cuerpx-territorio o cuerpx extenso es una noción que surge de mujeres que luchan en Abya Yala3, y nos explica cómo se configura la explotación y la violencia en nuestras geografías y así poder mapear sus consecuencias en la vida cotidiana, “la imagen del cuerpx territorio muestra batallas que se están dando aquí y ahora, señala un campo de fuerzas” (Gago 2020, 94). Gago también nos explica que esta noción nos da luz para evidenciar cómo la explotación y las guerras en los territorios colectivos, comunitarios tanto (sub)urbanos, como campesinos e indígenas implica violentar el cuerpx singular y el cuerpx colectivo porque afecta a todxs.

El cuerpo se revela así como composición de afectos, recursos y posibilidades que no son individuales, sino que se singularizan porque pasan por el cuerpo de cada quien en medida que cada cuerpo nunca es solo “uno”, sino siempre con otrxs, y con otras fuerzas no- humanas. El cuerpx territorio nos obliga a ver que no hay nadie que carezca de cuerpo ni de territorio (Gago 2020, 95)

Así, en un tercer momento, para pensar en torno a la vulnerabilidad y el cuerpx recupero las palabras que Judith Butler pronunció cuando vino a México en 2015 (nueve años después del inicio de la guerra contra las drogas decretada por el expresidente Calderón, y seis meses después de la desaparición de nuestros 43 compañeros normalistas de Ayotzinapa) y dio una conferencia titulada Vida precaria: el poder del duelo y la violencia en Ciudad Universitaria. En esa conferencia habló de la violencia de Estado, de la justicia, del duelo, de la resistencia y de la vulnerabilidad.

Para Butler la vulnerabilidad es una forma de relación entre cuerpxs, somos criaturas corporeas que necesitan de cuidados y de estructuras que permitan que estemos protegidas. Es importante hacer notar que Butler también habla de la necesidad del cuerpx para ser sostenido, el cuerpx es una relación con otrxs, con el entorno y las condiciones estructurales que forman parte de nuestras vidas sociales (y también naturales/terraqueas) como humanos.

Retomo la vulnerabilidad hilada al cuerpx porque es desde ese primer territorio con el que conocemos y hacemos mundo, desde el que nos acercamos a otrxs, desde el que nos vinculamos con otras, desde el que sentimos miedo, dolor, rabia, inspiración, necedad de vida. Desde el cuerpx resistimos, gritamos por justicia, construimos con ternura. Pensar en la vulnerabilidad hilada a la resistencia nos lleva entonces a entender por qué resistimos, qué nos hace sentir vulnerables y reiterar cada día aquella vulnerabilidad. Butler nos dice que el cuerpx entendido no tanto como un ente pero como una relación nos lleva a no poder disociarlo de las condiciones estructurales y ambientales para su existencia, de esa forma “la dependencia del sostén estructural expone la vulnerabilidad específica cuando carecemos de apoyo, cuando esas condiciones que caracterizan nuestras vidas a nivel social, político, económico se descomponen, o cuando nos encontramos en condiciones de precariedad o bajo condiciones de amenaza” (Butler 2018, 37).

Con lo anterior podría entonces comenzar a parecer que esto se perfila a decir que la vulnerabilidad “es mala” o “poco ideal”, pero creo que es importante llevar la vista no a la condición de la vulnerabilidad de la vida y el cuerpx, sino a cómo la vulnerabilidad se torna potencialmente letal para la vida y esa letalidad tiene que ver con las estructuras sociales, culturales, económicas y políticas del contexto en el que vivimos.

La historia colectiva del Grupo de acompañamiento y de las Siemprevivas está profundamente hilada a la vulnerabilidad. Para nosotras nuestra política gira en torno a la posibilidad de ser vulnerables y tener el derecho a no ser lastimadas por ello. Aquellas historias de las mujeres y niñas asesinadas en Ciudad Juárez que de pequeñas escuchábamos nos llegaron de golpe. Juárez no es lejano, Juárez nos quitó a nuestras hermanas. El Estado de México y la Ciudad de México también nos está arrancando a nuestras hermanas, a nuestras hijas, a nuestras amigas, a nuestras vecinas. La guerra en México, las drogas y la disputa territorial también existen en la UNAM, en la CDMX, en el Valle de México y nos ha desaparecido y quitado a muchísimas compañeras, nos quitó a Lesvy. Nos dimos cuenta que la vulnerabilidad que atraviesa a muchas mujeres y niñas es nuestra propia vulnerabilidad, y debíamos cuidar de ella. Debíamos cuidar el derecho a ser vulnerables y no ser lastimadas por ello.

Dar cuenta de la espiral de la violencia en México es muy doloroso, nosotras nos dimos cuenta que después de ese 3 de mayo de 2017 era imposible cerrar los ojos, hacer como si no supiéramos que la guerra está destrozando todo a su alrededor, que nos está quitando la vida.

Como Grupo de acompañamiento sostuvimos varios momentos de lucha para Lesvy, Mariela4, Aideé, Pamela y otras compañeras entre abril y noviembre del 2019. En septiembre comenzaron los juicios orales del proceso de Lesvy5, y sabíamos que iba a ser un momento muy complicado porque siempre se aplazan fechas, se ponen trabas, se alargan procesos como formas de la justicia patriarcal para cansar a quienes sostienen las luchas por justicia, por esas razones lanzamos un llamado a todas y todes quienes quisieran a acompañarnos durante las jornadas de los juicios orales. Ese día 9 de septiembre de 2019 comenzamos un tiempo largo de la lucha en la calle, armando una campamenta frente a los tribunales sobre una banqueta afuera del Reclusorio Oriente en Ciudad de México.

Nuestra historia colectiva nos había llevado a hacer una campamenta fuera de las salas de juicios orales. Todos los días que estuvimos ahí poníamos una lona para protegernos del sol y de la lluvia, colocábamos fotos de otras compañeras que habían sido desaparecidas y asesinadas, sus rostros nos acompañaban todos los días. También poníamos música, recitábamos poemas, cantábamos, bailábamos, compartíamos comida, café, pan. Nos volvimos hogar una de la otra. Fue bajo el techo de nuestra campamenta que Las Siemprevivas comenzaron su camino como una colectiva que acompaña desde el bordado y los afectos.

En ese espacio bordamos entre muchísimas manos una manta con el rostro de Lesvy, con una mandolina porque ella amaba la música y tocaba en la estudiantina femenil de la UNAM, pusimos hilos de colores, escogimos los colores favoritos de Lesvy también. En esa campamenta, ese espacio ubicuo, intermitente, pero también eterno porque se quedó grabado en nuestros cuerpxs y en nuestros corazones; en ese espacio tan nuestro que construimos en medio del odio, en frente de un espacio profundamente violento y patriarcal como lo es un penal y unas salas de juicios orales, rodeados de policías y abogados trajeados, ahí nosotras dejamos nuestra piel individual y acorazada que se había empezado a adelgazar desde el 3 de mayo de 2017, pero que se despegó por completo para volverse delgadita/porosa y colectiva sentadas en la acera del Reclusorio Oriente, mientras bordábamos, bailábamos, llorábamos, reíamos, cantábamos y esperábamos con amor a que Ara, Lesvy papá6 y las abogadas Sayuri Herrera y Ana Yeli Garrido, salieran de cada audiencia.

La piel se adelgazó y abrazamos nuestra vulnerabilidad en medio del asfalto, en medio de la violencia, la abrazamos juntas, cuidándonos y cuidando la vida y memoria que corren por nuestras venas y que nos unen a Lesvy, a Mariela, a Aideé, a Mariana Lima, a todas, a todas las que nos quitaron, a las que buscamos, a las que estamos y a las que vienen.

Cuando nos preguntamos junto con Spinoza ¿qué puede un cuerpx? Para mí la respuesta es lo que se sostuvo desde 2017 y se desplegó en septiembre y octubre de 2019 y ha continuado hasta hoy en día: la lucha por la vida, por procesos dignos, amorosos y acompañados por justicia y memoria en medio de una guerra y una pandemia. Un cuerpx colectivo puede adelgazar su piel para sentir profundamente, para afectar y ser afectada por el mundo. Un cuerpx colectivo puede ser hogar, puede trazar caminos, puede doler, puede tener miedo, puede sanar. Un cuerpx colectivo puede disputar la vulnerabilidad, un cuerpx colectivo puede cuidar y ser cuidadx.

 

Poner el cuidado en el centro

Reconstruir.
Armarse el cuerpo, el tejido y lo inasible. Regenerar lo destruído o perdido desde lo que se conserva: la dignidad. Volver a plantar la vida arrancada y trabajar en retoñar

Daniela Rea.

Poner el cuidado en el centro se dice como un acto relativamente “fácil”, solo voy y cuido, dirían quienes creen que cuidar es ir, dar una palmadita en el hombro y listo. Pero cuidar no es solo una palabra o un acto unilateral e instantáneo, cuidar es un verbo que se siente en el corazón, en cada parte del cuerpx, se puede sentir con la piel, se puede oler, se puede degustar, se puede oír, se puede ver. Cuidar implica pasar por un proceso de adelgazamiento de la piel, permitir que la epidermis se vuelva porosa, cuidar implica ponerse en juego a una, a su historia familiar, a su historia colectiva, cuidar es un acto de ida y vuelta, poner el cuidado en el centro es un acto cotidiano de optar por la ternura, por la vulnerabilidad, por la vida propia que está hilada a la vida de las otras, de las amigas, de las vecinas, de las compañeras que no conocemos, de las que vienen. Cuidar es creer en la necedad de la vida, como una plantita que nace en el asfalto, o en un muro de la ciudad.

Cuidar es llorar, recordar que estamos vivas, que no estamos solas, que para seguir siemprevivas poner el cuidado en el centro es un acto cotidiano, diverso, múltiple, complejo.

Las Siemprevivas es una colectiva de acompañantes conformada por varias mujeres que han decidido acompañar y acompañarse para luchar por procesos de justicia, verdad y memoria. Alejandra, Fernanda, Andrea, Dení, Karen, Laura, Aurora, Araceli y desde inicios de mayo del 2022 quien escribe este artículo, han conformado este espacio amoroso desde julio del 2019 hasta la fecha. Esta colectiva surge a mitad del 2019 con un sueño de autogestión colectiva que siempre ha usado la creatividad, la invención, los textiles y la ternura como formas de organización.

Las Siemprevivas me cuentan que cada reunión que tienen y en cada decisión importante que toman “son acompañadas de tecito y comida. Nunca bebemos porque somos unas señoras que bordamos tomando té” (entrevista a las Siemprevivas, agosto 2021), es parte de su forma de poner el cuidado colectivo en el centro.

La porosidad y la vulnerabilidad con el que las Siemprevivas politizan y acompañan se ha encarnado desde la intervención textil. En septiembre del 2019 ellas fueron las que propusieron y sostuvieron el proceso de bordado colectivo de la manta de Lesvy en la campamenta. Eran una colectiva que estaba empezando a florecer, a conformarse:

Así comenzó nuestra historia: del bordado con nuestros hilos. Hemos aprendido todas a la marcha a bordar y a crear desde el textil. No sabíamos a dónde íbamos y por eso pensamos en la intervención textil. Ara nos dio una cajita y un suetercito de Lesvy de cuando era bebé para ponerlo en la manta. Entonces se comenzaron a juntar elementos. Aprendimos mucho de esa manta y hemos seguidos haciendo mantas para más compañeras (Entrevista a las Siemprevivas, agosto 2021).

Entre esas mantas se encuentra La manta de la memoria, intervención textil que bordaron durante un concierto multitudinario en el Zócalo de la Ciudad de México, en el marco del 8M del 2020.

Ese día cada una bordó un rostro de las compañeras, estaba el rostro de Mariela, Lesvy, Lupita Campanur, Diana, Isabel, Fátima. Lo que hicimos fue bordar los rostros durante el concierto, ahí paradas con toda la gente con la manta enorme. Fue muy significativo. Cuando empezaron a cantar la canción7 levantamos la manta y esa manta se volvió famosa, y se llama ahora la Manta de la Memoria y cada vez vamos sumando más rostros, lo cual es triste, pero es un ejercicio de memoria (Entrevista a Las Siemprevivas, agosto 2021).

Me he puesto a pensar qué es lo que se condensa simbólica, material y políticamente en el acto de bordar juntas los rostros, los nombres y las historias de las mujeres que nos faltan, sacar hilos, agujas y bastidores en medio de la calle, frente a un juzgado público, o en un concierto multitudinario. Un servidor público precarizado que trabaja como arma del Estado “espera” que saquemos nuestras capuchas negras, que llevemos nuestros extintores o palos como excusa para detener arbitrariamente, y podemos y queremos hacerlo, razones no nos faltan. Sin embargo, jugar con la forma en la que ponemos la piel, el cuerpx, la vulnerabilidad colectiva del cuerpx que habitamos es también un acto de mostrar nuestra rabia, nuestro dolor, y sanar de otras formas. Si lo que no se nombra no existe, las Siemprevivas lo reviven con sus puntadas, recordar a las que nos faltan, traer cerquita a todas a quienes esperamos porque las estamos buscando.

Tal vez estas ocho mujeres no están remendando calcetines o pantalones rotos para salir al día a día, como ese acto de cuidado de nuestras abuelas, tías y madres, pero están remendado otra cosa: la vida que nos tratan de quitar cuando quieren ocultar la verdad, cuando el olvido se vuelve pan de cada día, cuando la nota roja culpa a la víctima, cuando no se dice que cada día nos faltan diez más, que tenemos miedo, que queremos verdad, memoria, justicia. Cuidar es bordar juntas, es sostener la vulnerabilidad en medio de la guerra, cuidar es nombrarlas a todas.

En su conferencia titulada: Vidas vulnerables, feminismos y crisis civilizatoria, Silvia L. Gil retoma a la filósofa Adriana Cavarero que nos habla de dos polos inscritos en la vulnerabilidad: una es la de la herida, vinculada a las vidas dañadas que no tienen derecho a olvidar el daño; la otra es la de la cura, ser vulnerable también contiene la posibilidad de ser cuidada, ser curada (Gil 2020, 19). Sin embargo, en el mundo en el que vivimos parece que vulnerabilidad y víctima van juntas, por eso siempre se apunta a hacer todo lo posible por suprimir la vulnerabilidad, por llegar a la invulnerabilidad. Pero ¿quién puede dejar de ser vulnerable?

También Gil nos invita a reflexionar cómo la noción de vulnerabilidad ha sido utilizada para victimizar a ciertos cuerpxs y vidas, con discursos estatales e internacionales que usan como moneda de cambio instrumentalizable y operativa a la vulnerabilidad.

Silvia Gil nos dice: “Habría determinados individuos que tendrían el poder y que eso permitiría producir la vulnerabilidad sobre los demás y, por tanto, distribuir de manera diferencial esa vulnerabilidad. Ante esta distribución diferencial de la vulnerabilidad, lo que haría es repartir lugares, diferenciar lugares diferentes entre los sujetos vulnerables y los invulnerables y poderosos” (Gil 2020, 20). ¿Cómo entonces podemos darle la vuelta y no pensarla desde ahí?

Retomo esta conferencia de Silvia Gil porque ella apunta a hacernos reflexionar acerca de esa otra experiencia de la vulnerabilidad, no la que se vuelve letal o la que aspira a la distribución diferencial de la invulnerabilidad, sino la que apunta al cuidado, a la ternura y nos recuerda que tenemos derecho a ser vulnerables y no ser lastimadas por ello. Ese derecho, esa posibilidad de ser vulnerables tiene que ver con poner el cuidado en el centro.

“[…] afirmamos tener vulnerabilidad constitutiva de lo humano, que los cuerpxs no son invulnerables como la figura del militar o del sicario, sino que los cuerpxs son vulnerables, si esto es así; entonces, podemos ser dañadas. Y si podemos ser dañadas, entonces, necesitamos generar las condiciones para cuidar la vida”. (Gil 2020, 20). Ella misma nos pregunta: ¿qué estamos produciendo para generar aquellas condiciones del derecho a ser vulnerables y cuidar la vida? ¿cómo estamos cuidando? ¿cómo estamos haciendo todo eso con nuestros cuerpxs vulnerables?

Existen muchísimos ejemplos colectivos y comunitarios de cómo se están generando condiciones para cuidar la vida, ejemplos no nos faltan y me encantaría nombrarlos a todos, pero nombrarlos nos llevaría mucho tiempo. Sin embargo, mi objetivo aquí es contarles cómo, desde mi espacio encarnado como acompañante, identifico que Las Siemprevivas son una pequeña/grande muestra situada y específica de un momento y un territorio, y es uno de los ejemplos de lo que se está produciendo para cuidar la vida en medio de la guerra en México, específicamente en el Valle de México.

Es muy difícil pensar que estamos sosteniendo la vida en medio de una guerra, y es fuerte nombrarlo así, pero es real. A partir de eso es que se puede transformar la rabia en otra cosa, puede ser vida o amor (Entrevista a las Siemprevivas, octubre 2021).

Pienso que poner el cuidado en el centro es una forma diferente de decir “poner la vida en el centro”, en realidad ambas hacen referencia a la apuesta colectiva de nombrar y hacer visibles las tramas colectivas y comunitarias y reproducirlas en aquellos espacios que han sido dañados (Menéndez 2021, 20) por los procesos jerarquizantes de violencia y subordinación del ensamblaje capitalista-patriarcal-colonial en nuestros cuerpxs-territorios. Es por eso que, al decir que Las Siemprevivas ponen el cuidado en el centro, hago alusión directa al cuidado no solamente como un trabajo de reproducción de la vida que desplegamos sino también me refiero al cuidado colectivo que se tiene que priorizar, en un primer momento, para poder cuidar la vida en medio de una guerra neoliberal y de la precarización de la vida.

Poner el cuidado en el centro como una condición política para poder poner la vida en el centro es una forma que “potencia lo concreto y lo cotidiano como terreno de creación y lucha y desde ahí, desde esa fuerza recreada afecta e impugna otras dimensiones” (Menéndez 2021, 21). Sostengo que una de esas dimensiones es la de la justicia.

 

La justicia (patriarcal) no tiene rostro de mujer: prácticas de justicia colectiva desde los afectos y el acompañar(nos).

El título de este apartado hace referencia al libro La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Alexiévich, en este libro ella nos cuenta cómo la narrativa nacional, oficial e incluso oral de la Segunda Guerra Mundial en Rusia ha sido construida a partir de la experiencia de los hombres, de sus voces y sus cuerpxs, omitiendo por completo la experiencia de las mujeres en los diferentes frentes que ellas sostuvieron en la guerra. Alexiévich recopila en este libro varias voces y narraciones de mujeres que cuidaron la vida en medio de la guerra, tanto en el frente de las batallas como soldadas, como enfermeras, como guerrilleras, así como cuidadoras de lxs que quedaban en casa, como amas de casa, como panaderas, etc.

Alexiévich entonces nos cuenta otra historia de la guerra, del mundo íntimo de la guerra, nos cuenta los sentimientos y los afectos trastocados por ésta, y cómo la guerra ha sido siempre territorio de hombres y es transformada de guerra a cuento de victorias o pérdidas (de hombres). Pero cuando las mujeres cuentan sobre la guerra, ellas nunca dejan de lado el hablar sobre el dolor, las pérdidas afectivas, la muerte y cómo es, además, un duro trabajo y cómo también está la vida cotidiana: cantar, comer, reír, llorar, enamorarse, sentir, vivir (Alexiévich 2015).

Así como la guerra es un territorio de hombres contado por y para ellos, también lo es la justicia, un territorio construido por hombres y para hombres, para proteger la propiedad privada, para delimitar qué cuerpxs deben ser protegidos y qué cuerpxs pueden ser lastimados, para legitimar el ejercicio de la violencia, para castigar sin sanar. Por eso digo que la justicia patriarcal no tiene rostro de mujer porque la justicia puede y debe ser otra cosa más allá del Estado, más allá de las leyes racistas, coloniales, patriarcales, la justicia puede ser mucho más que una sentencia condenatoria, o una ley general de acceso a ella, o protocolos para su ejercicio.

Cuando digo la justicia patriarcal me refiero al tipo de justicia que emana y surge de la forma de hacer mundo de la política liberal occidental, en esta forma de política y de mundo “se idealizó la razón y se negó la emoción, se idealizó la mente y se negó la importancia del cuerpx, se idealizó las ideas y se negó la importancia de la materialidad” (Hernando 2018, 15). Aquí me surge la semilla de una idea que me gustaría plantear: si quienes han tomado la batuta de la construcción de la idea de justicia priorizan la mente, la razón y las ideas no es una sorpresa cuando vemos que la forma de “hacer” justicia tiene que ver más con encarcelar individuos, torturarlos, aislarlos, o remitirse siempre a la existencia de las leyes, del “bien común” y no se preocupa por los efectos colectivos, comunitarios, corporales, afectivos y encarnados de la justicia. Esta última es la justicia que nosotras, las madres, las abuelas, las hermanas, las abogadas feministas (como Sayuri, Andrea, Ana Yeli, Socorro), las acompañantes, las comunidades en lucha, todas nosotras estamos creando y poniendo en acción.

La justicia patriarcal no tiene nuestros rostros, no tiene nuestras corporalidades, no tiene nuestras voces, no tiene nuestra diversidad. Poner en práctica formas de justicia afectiva, colectiva, corporal se teje a partir del cuerpx extenso cuya piel se ha adelgazado poniendo en el centro el sostén de la vida. La noción de prácticas de justicia es una clave que llevo pensando poco más de dos años, y ha surgido de casi cinco años de trabajo por verdad, memoria y justicia con mis compañeras. Las prácticas de justicia son “los pasos, caminos y formas de organización en colectividad o de forma comunitaria que se generan para cuestionar las injusticias vividas y proponer formas diversas de construir y repensar la noción misma de justicia” (De Montesinos 2022, 65).

Se están poniendo en práctica infinitas formas de hilar justicia, de remendar las separaciones que el capitalismo y la guerra neoliberal ha impuesto sobre el tejido de la vida en este territorio complejo y sumamente diverso que llamamos México.

La manta representa todas esas formas distintas en las que hemos podido materializar lo que significa acompañar, y la memoria. Esa manta nos ha acompañado en nuestras propias historias de vida, de nuestros espacios significativos y geográficos que
nos duelen, eso es la manta de la memoria ahí hemos bajado todo lo que sentimos y no podíamos nombrar.
En la manta hemos encontrado muchas respuestas (Entrevista a Las Siemprevivas, agosto 2021).

Las Siemprevivas acompañan, se acompañan y son acompañadas por las madres a través el bordado, ellas se identifican en el cuerpx colectivx-extenso violentado en México, en sus colonias/barrios, en sus municipios y practican formas de justicia colectiva, desde la materialidad de los bordados, bordando rostros, nombres, gustos, historias hechas hilos, sentándose juntas a bordar, produciendo sentidos nuevos de justicia.

Cuando hablo del cuerpx colectivx extenso o extendido hablo también de la vulnerabilidad en un primer momento la hilé a partir de Butler, en el apartado anterior incorporé el diálogo con Silvia L. Gil y aquí continuamos pensando con ella. Al inicio de este artículo propuse pensar en el derecho a ser vulnerables sin ser lastimadas por ello como una apuesta política y amorosa por defender la fragilidad de la vida y hacerse cargo colectivamente de los contextos de violencia que la atraviesan y la lastiman.

Reitero que cuando hablo de vulnerabilidad hablo del cuerpx. El cuerpx no como ente, pero como relación con otrxs, con otrxs seres compañerxs, con el mundo.

Un cuerpx colectivx, un cuerpx extenso no se refiere a una individualidad, tampoco a una propiedad, sino a “una materia ampliada, superficie extensa de afectos, trayectorias, recursos, memorias” (Gago 2020, 96). Esto hace que nos demos cuenta de la necesidad de alianza como una condición del cuerpx extenso vulnerable porque está en relación imbricada. Pienso entonces en cómo Las Siemprevivas, o el Grupo de acompañamiento en memoria de Lesvy, en cómo ellas/elles han tenido una capacidad afectiva política desde su piel delgadita de hilarse y extender su cuerpx para nombrar lo que le pasa a los cuerpxs de miles de mujeres y niñas que son asesinadas diariamente en los diferentes territorios que conforman México, para remendar las fisuras de la violencia en nuestra ciudad monstruo, en nuestras calles, en nuestro país, en nuestrxs cuerpxs.

¿Por qué traigo sobre la mesa la vulnerabilidad y el cuerpx extenso en este apartado sobre la justicia? Porque las prácticas de justicia son encarnadas, se tejen desde espacios situados y concretos en un momento sociohistórico específico:

[…] la manta de la memoria de alguna manera es ese pequeño espacio en el que podemos recordar que no estamos todas y que no podemos acompañar todos los procesos, pero que la fuerza de todas esas exigencias de justicia nos acompaña y que la memoria de todas esas mujeres y su vida es algo que nos impulsa. Y el que esté en constante construcción es una responsabilidad muy grande, mientras estemos aquí y podamos hacerlo vamos a recordar sus nombres y es un paso hacia la memoria (Entrevista a Las Siemprevivas, agosto 2021).

La memoria colectiva es justicia social. La memoria somos nosotras, la memoria no es algo etéreo o meramente racional, la memoria tiene lugar en los territorios, en lxs cuerpxs, en la voz, en la multiplicidad de formas en las que las colectividades y comunidades ponen el cuerpx para sanar la vida que está siendo violentada.

Por eso hilo la vulnerabilidad y el cuerpx extendido a la justicia, pensado con Silvia Gil: “una clave fundamental es no reducir el interrogante sobre el quién de la vulnerabilidad a una predisposición ética-individual, y recuperar el quién de la vulnerabilidad como un asunto político- colectivo” (2021) lo mismo con la justicia. La clave de las prácticas de justicia que propongo y que tiene materialidad colectiva tiene más que ver con una forma relacional (Hernando 2018, 17) y afectiva de hacer política y de hacer mundo que con una forma individual y racional.

Por otro lado, también es importante decir que la propuesta de las prácticas de justicia no desestima ni aminora la importancia de impugnar procesos de justicia dignos desde la trinchera del Estado, en realidad estas prácticas de justicia se entretejen a las formas en las que las madres comienzan procesos de búsqueda de justicia en las fiscalías, en los ministerios públicos. Las prácticas de justicia surgen de las violencias que las madres, las mujeres, las comunidades en lucha se encuentran al momento de exigir justicia y verdad a las autoridades del Estado. Si la ignominia no fuera una constante, si los feminicidios y las desapariciones no fueran una violencia sistemática en México las prácticas de justicia de las que hablo no existirían, o no como se configuran día a día.

Es importante recalcar que las prácticas de justicia están conformadas por diversas formas de repensar y construir justicia colectiva o comunitaria, territorializada, diversificada, situada. El paso entre punitivismo y antipunitivismo es una línea delgada, compleja, inacabada, un ir y venir lleno de dudas, cuestionamientos, tropiezos y pequeños triunfos.

También sabemos que nuestra exigencia y lucha por justicia ante el Estado implica que haya encarcelados, que haya un culpable (o varios). Sabemos lo que implica esto desde una visión antipunitivista, pero también sabemos las consecuencias comunitarias, colectivas y corporales que tiene la injusticia, la invisibilización, el no nombrar los hechos por lo que son, la estigmatización y el miedo a habitar un cuerpx de mujer/un cuerpx feminizado, habitar un cuerpx racializado, un territorio históricamente violentado, el miedo a ser lastimadas, el miedo de que nuestra compañera (cercana o lejana) no regrese hoy a casa. El miedo a seguir habitando un país fosa.

Ahora en vez de preguntar ¿qué justicia? Prefiero preguntar ¿qué formas de justicia? ¿qué prácticas de justicia se están configurando y desde quienes? Y también me pregunto ¿cómo se tocan la justicia y el cuidado?

Las prácticas de justicia van de la mano de los procesos colectivos de acompañarse y poner el cuidado en centro para así potenciar la lucha por la vida desde las diferentes trincheras desde las cuales decidimos impugnar por verdad, memoria y justicia. La justicia colectiva que se practica cotidianamente desde el cuerpx y los afectos en realidad tiene más que ver con el sanar, con cuidar a las y lxs otrxs, como un acto colectivo, diverso y complejo de remendar lo roto, actos cotidianos que pensados en una trama amplia tienen una centralidad importante para sostener la vida.

En el contexto de un México en guerra quienes buscan justicia para sus muertas, quienes buscan a sus hijxs desaparecidxs, quienes exigen justicia y memoria de las violencias vividas por habitar territorios violentados históricamente, por luchar contra el despojo, por no ceder a la políticas genocidas y ecocidas. En el país-fosa que llaman México, las prácticas de justicia desde abajo y colectivas han relanzado nuevas formas de hacer política, de proponer otras formas de estar en este mundo, y han sido y siguen siendo caminos difíciles, llenos de peligros, de tristezas, de logros pequeños pero esperanzadores.

No ha sido en vano el camino recorrido pero los costos de sostener(nos) en estos tiempos de guerra aunados a los tiempos pandémicos ha sido alto. Las violencias que nos atraviesan de forma diferenciada no ceden, se han renovado y de formas cada vez más depredadoras. Por ello, poner el cuidado en el centro y continuar andando con una política de la piel delgadita en este mundo nos ha costado muchos aprendizajes, mucha energía vital, mucho esfuerzo. Exigir y crear nuevas formas de justicia, acompañarnos, cuidarnos y hacer memoria ha implicado reconocer que esto que hacemos es también un trabajo de cuidados, porque sostiene la vida y reproduce las tramas en las que habitamos y por las que hemos apostado.

Las mujeres que se acompañan no solo sostienen sus tramas colectivas en las calles al exigir justicia, ellas cuidan, tienen trabajos asalariados, son hermanas, hijas, esposas, compañeras, son madres, son estudiantes, son amas de casa, son profesoras, tienen vidas que tienen que ser vividas y entre todo eso acompañan y son acompañadas desde el corazón.

 

Referencias

Alexiévich, Svetlana. La guerra no tiene rostro de mujer. Penguin Ramdom House, 2015. Azahua, Mariana. “La rebelión de las Casandras”. Tsunami 2. Sexto Piso, 2020.
Borzacchielo, Emanuela. “Pensando en la construcción de archivos feministas en tiempos de

violencia: elementos para el análisis”. Lecturas críticas en investigación feminista.

Universidad Nacional Autónoma de México, 2016.
Butler, Judith. Resistencias. Pensar la vulnerabilidad y la repetición. Paradiso editores, 2018. Chávez León, Patricia y Dunia Mokrani Chávez. (2021). “Habitar las crisis y poner en crisis: dos formas de politización feminista contra la polarización y la guerra patriarcales”. Desarmar la guerra-cuidar la vida Las tramas de la autonomía feminista para repensarnos y retejernos en un mundo en crisis. Colectiva Territorio Feminista, 2021.

De Montesinos Zapata, Amalia. “Nos van a ver juntas: apuntes críticos desde las prácticas de justicia de mujeres en lucha frente a la justicia patriarcal en un México feminicida”. Bajo el Volcán, 3, 5, 2022, pp. 51-77.

Deleuze, Guilles. Spinoza: filosofía práctica. Tusquets, 2009.
Gago, Verónica. La potencia feminista: o el deseo de cambiarlo todo. Bajo Tierra Ediciones-Pez en el Agua, 2020.
Guerrero MacManus, Siohban y Alba Pons. Afecto, cuerpo e identidad. Reflexiones encarnadas en la investigación feminista. Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM, 2018.
Gil L., Silvia. (11 de marzo 2020). Conferencia: Vidas vulnerables, feminismos y crisis civilizatoria.

http://www.siea.uaemex.mx/SeminarioViolencia/assets/files/miercoles/114Silvia.pdf

“La potencia de la vulnerabilidad”. El Salto, 2021. https://www.elsaltodiario.com/pensamiento/silvia-l-gil-potencia-politica-vulnerabilidad

“Mapas para decir “nosotras” / Política de lo común y proyecto feminista”. Debate Feminista, 62, 202, pp. 24-46.

Hernando, Almudena. La fantasía de la individualidad. Sobre la construcción sociohistórica del sujeto moderno. Traficantes de Sueños, 2018.

Rea Gómez, Daniela. Ya no somos las mismas y aquí sigue la guerra. Grijalbo-Pie de Página, 2020.

 

Notas

  1. Esto que nombro procesos jerarquizantes de violencia y subordinación del ensamblaje capitalista-patriarcal-colonial es un tema que han trabajado las compañeras del SIP Entramados Comunitarios y Formas de lo Político del Posgrado en Sociología de la BUAP y que sigue en construcción,.
  2. En el texto de Deleuze dice “hombre” sin embargo omitiré usar este universal excluyente que invisibiliza otros cuerpos y otras vidas que no estaban siendo consideradas en la palaba hombre.
  3. Abya Yala es el nombre que le da el pueblo Cuna de Panamá a lo que hoy día llamamos América, que significa “tierra en plena madurez” y es una forma comunmente utilizada desde diferentes espacios militantes y académicos en América Latina.
  4. Mariela Vanessa Díaz Valverde es una estudiante de la carrera en Literatura Hispánica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM que fue desaparecida un 27 de abril del 2018, en la fecha que escribo esta nota a pie en agosto de 2023 seguimos buscándola. Hasta encontrarte, Mariela
  5. En México cuando se comete algún tipo de crimen, en este caso feminicidio, lo primero que ocurre es que en teoría cualquier muerte violenta de mujer tiene que ser tipificado como feminicidio porque es una forma de violencia sistemática, después se tiene que poner en carcel preventiva al o los posibles culpables al ser una forma de violencia brutal (y ha habido varios casos de feminicidas seriales); mientras tanto ambas partes, las que acusan de feminicidio y los que defienden a los feminicidas, tienen que recolectar pruebas para sustentar su caso, esta parte puede tardar meses o años dependiendo de lo complejo del caso y también de cómo se trataron los cuerpxs, los espacios donde ocurrieron los hechos, etc. Hay varias audiencias intermedias en estos casos y al final se llega a los juicios orales para ir esclareciendo el caso y dar el fallo (cuando se dice si alguien es o no culpable), esto previo a la sentencia (momento final de los procesos).
  6. Es importante mencionar para no confundir que Lesvy Berlín compartía nombre con su padre, Lesvy Rivera.
  7. La canción a la que se refiere es “Canción sin miedo”, interpretada por Vivir Quintana por primera vez aquel 8 de marzo del 2020.

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