CARTA ABIERTA DE VALTER HUGO MAE A MARCELINO FREIRE

Carta abierta de Valter Hugo Mãe a Marcelino Freire

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El 26 de septiembre de 2019 apareció publicada esta “Carta abierta de Valter Hugo Mãe a Marcelino Freire” en The Intercept Brasil. En ella, el escritor portugués lanza una declaración de amor al país sudamericano, aprovechando la relación de amistad y complicidad literaria que ha construido con su destinatario a lo largo de los años. Al mismo tiempo, afianza una posición claramente política desde el ámbito de la poesía, aunque sin aludir directamente a lo político.
Por su parte, Marcelino Freire compartió la carta en sus redes sociales con las siguientes palabras: “[Esta es] una carta que el mundo debería leer. Todxs los que aman a nuestro país profundamente. Y que no quieren ver al Brasil, tierra de alegría, unión y afecto, desaparecer del mapa”. Por este motivo, he decidido traducirla al español en espera de que encuentre aún más lectores en el norte del continente.
Agradezco a Marcelino Freire y al propio autor, Valter Hugo Mãe, por hacer posibles las siguientes líneas.

Estamos juntos nesta batalha.

Armando Escobar G.

The Graduate Center, CUNY 

CARTA ABERTA DE VALTER HUGO MÃE A MARCELINO FREIRE
Marcelino, tengo miedo de volver a tu país porque crecí reacio a hacerme adulto y en muchas cosas me mantengo siendo sólo un niño. Me parece que todavía salgo a la calle con la alegría de encontrar a alguien con quien, de alguna manera, pueda compartir esa alegría que sentíamos de estar solamente jugando. No sé estar solo. No aprecio la soledad, me gusta la gente y no hay cómo curar mi natural gusto por ella. Pero ahora tengo miedo de tu país, el cual amo. Me pasé toda la vida soñando con ser portugués y ser brasileño, para pertenecer a Machado de Assis y a Fernando Pessoa. Soñé que mi orgullo sería formalizado por el civil, como quien se casa consciente, dedicado, con amor profundo, para toda la eternidad. No preví este miedo. Estoy desolado.
Están prohibiendo a las personas ser negras, Marcelino, les prohibieron ser mujeres, Marcelino, ahora decidieron prohibirles ser niños y yo sabía que algo que me tocaría. Por eso, desde hace tiempo que lucho por los negros y desde hace tiempo que lucho por las mujeres, ya luchaba por todos los gays y por las personas sin explicación, tanta gente que sólo es, que no tiene mucho por entender o hacer entender, que tan sólo quiere vivir en paz. Di por hechas tantas cosas sobre la paz que tal vez he olvidado estudiar los corazones, el verdadero lugar de la guerra. Soy muy inexperto. Me pasé el tiempo buscando el deslumbramiento y vi la mejor versión de cada instante, pero no vi que crecían en la oscuridad las peores intenciones, los odios que hacen imposible a la humanidad. Sinceramente, no lo vi, Marcelino.
Caminé por todas esas calles, tantos Estados, tantas capitales, y no me di cuenta del odio. Percibí las sonrisas, el samba, la manera generosa en que las chicas y algunos chicos miraban mi poca belleza, percibí los libros, tanta literatura maravillosa y la obra de Tunga y Artur Bispo do Rosário bordando sus vestiduras para embellecer su encuentro con Dios. Marcelino, en Brasil sentí que Dios era invariablemente era posible. ¿Sabes cuando uno se encuentra con algo tan perfecto que sólo puede ser gracia de una inteligencia superior? Vi una guacamaya azul gigante, quizá de más de un metro, y en sí misma era un atributo mágico del mundo, estaba libre en la cima de un árbol de la selva amazónica.
En aquel encuentro, lo consumé todo, Guimarães Rosa y Elza Soares, Tarsila do Amaral y Fernanda Montenegro, Marília Pêra y Walter Salles, Darcy Ribeiro y Heitor Villa-Lobos, Cartola con Cildo Meireles y Adriana Varejão. Además de Gal Costa, Mônica Salmaso y Paulo Freire leyendo la mano de Chico César, genial. Entendí que Brasil significa belleza y una profunda esperanza. Lo juro. Parecía una experiencia mística, como si algún espíritu me informara y yo me convirtiera en un mensajero sagrado. Elogié a Brasil en todo momento porque yo creí, y creí que mi mensaje era sagrado. ¿Crees que algún espíritu me engañaría? ¿Vendría con la intención de mentirme?
Marcelino, no he consumado mi adultez, soy tan sólo un niño que fue siempre a tu país al encuentro de más amigos para jugar un poco a ser feliz. ¿Te acuerdas que nos gusta mucho Manoel de Barros? Sé exactamente la razón por la cual nos gusta tanto la poesía de Manoel de Barros. Usa pájaros y amigos y sus versos fueron los mejores juguetes. Mi historia es rigurosamente la misma. No tenía mucho más. Padres, hermanos, amigos, los pájaros volando, versos. El lugar de guardar todo es el verso. El único sentido de tener versos es amar a la gente y cuidar de los pájaros libres.
Le están disparando a los niños y alguien me dijo que solamente a los negros, sólo a los niños negros, pero dudo que se detengan ahí. Nosotros, los niños más blancos, ¿no estamos en la línea de tiro? Aunque sea sólo de vergüenza, también moriremos si no decimos nada, si no hacemos nada. Y si los niños negros se volvieran prohibidos, ¿qué legitimidad tendremos nosotros? Sabes, Gilberto Freyre explicó bien clarito que los portugueses son los mestizos de Europa. Tengo sangre árabe, africana, europea. Soy una porción de cada una y mi pena es no recordar lo que sólo mis células saben.
¿Sabes las razones por las cuales echaron a los negros para las periferias? Nunca lo supe. ¿En las casas del centro no caben los negros? ¿Son más grandes? ¿Crecen cuando duermen? ¿Cuándo sueñan? ¿Derriban muros, ponen en peligro los cimientos de los edificios? Creo que no. Vi a un muchacho entrar frente a mí en la librería, cupo en la puerta mejor que yo. ¿Crees que alguien lo obliga a correr a la periferia después de pagar su libro? No lo puedo creer. Qué pena que no hablé con él, se lo debí haber preguntado. Tal vez me habría contado cómo se queda soñando al infinito, al punto de perturbar el silencio, sacudir el edificio, provocar humo. ¿Ya pensaste si nuestros sueños también hacen eso? Ya quisiera, Marcelino. Ya quisiera que mis sueños fueran así de grandes. Pero sólo sueño con la paz. Estar tranquilo con mi familia y mis amigos. Notar los pájaros volando.
Marcelino, hagámonos la promesa de no morir durante el plan para matarnos. No somos más que ternuras gigantes, guerreros azucarados, ya entendí que necesitamos de un pacto poético para embravecer nuestra ciudadanía. Tú, que eres mi amigo y el escritor que tanto admiro, no faltes nunca a mi lado. Cuida de Chico Buarque y de Caetano Veloso, por favor, en cualquier cabeza sana del mundo ellos representan al Dios posible. Cuida de Maria Bethânia. De Sônia Braga. Dile a Davi Kopenawa y a Ailton Krenak que la selva siempre va a amarlos, diles que la guacamaya me lo garantizó. Marcelino, me quedo escuchando a Rodrigo Amarante y casi creo en todo otra vez (Rodrigo es perfecto. Podría ser la propia guacamaya). Casi pierdo el miedo. También ponte tu traje de super héroe y sobrevive. Debes cuidar la maravilla de Brasil. No dejes que acaben con la maravilla del Brasil. Si resistimos, nuestra delicadeza será una lección resplandeciente, y seremos más bellos que los modelos en las películas gringas. Vamos, sí, Marcelino.
Habremos de devolver el futuro a los niños. Y seremos siempre futuros también. Sólo quien desistió pasó a ocupar su rincón en el pasado. Marcelino, reafirmo mi compromiso con la esperanza. Siempre elegiré mi vida como lugar de semilla. En mi miedo, Marcelino, mucho coraje habrá de germinar.

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