Formas de volver al agua

Formas de volver al agua

 

Antonio Rubio Reyes

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4 de enero de 2021, Ciudad Juárez.  

¿Qué película te gustaría ver? ¿Qué poema te gustaría escuchar? Esta madrugada no estás para  responder mis preguntas. Nos dejamos de escribir desde esta ciudad que odiamos. Son las tres  a.m. y dedico el insomnio a recordarte comprando plantas en el monu. El amor cambia la  transparencia de las cosas. Hoy lo veo todo de otra manera. Es cierto que ahora nos consagramos a romper las promesas. No tenemos ya ninguna casa. Hace tiempo que dejamos de amar nos religiosamente. Todas las plantas han muerto y atrás quedaron los días de persianas abiertas  cuando tu cuerpo remplazaba al sol. Ninguno escapó a esa ciudad que nos soñamos. ¿Recuerdas ese sueño? Todo amor es una arquitectura. Y aquí hay tan pocas personas que puedan  responder a estas simples preguntas: ¿Qué película te gustaría ver? ¿Qué poema te gustaría  escuchar? ¿Me acompañas por plantas al monu? ¿Con qué ciudad te gustaría soñar después del  atardecer?  

Me hablaste de esas personas que escriben diarios para fijar el sabor y el idioma de sus  sueños: su extrañeza poética. Los sueños son el lenguaje que utilizan los pájaros para hablar  con las hojas de los robles. Te conté mi sueño. El primer viaje en columpio, cuando mi madre  me impulsaba hacia los árboles, aquel parque que ya no existe. Me preguntaste qué color tenía  ese sueño 

Te escribo desde esta ciudad que odiamos, en la noche más inmensa, cuando el golpeteo de las  olas seduce al calor del desierto. Es la playa más fría esta donde aprendiste a nadar. El sueño se  nos escapa en la distancia y el agua debe tener, seguro, otros sabores ahora que no goza de  nuestros cuerpos. He dado nuevos nombres a las cosas por el amor. Te pedí que grabaras tu voz diciendo mi nombre para que no se me olvidara cómo sonaba en tu boca. El sonido de tus dedos tocando los sostenidos inmediatos de esas consonantes. Aquí era muy tarde y el frío fue  terrible. No se oía el mar. Demasiado era el silencio. Aquí las personas me fastidian. Te pienso  demasiado, el frío oleaje del mar perdido en su desierto. No saldremos del mar, dijiste. Iremos  todos los días a leerle las cartas a las olas y llorar en el ocaso. Me cuentas de los atardeceres rosa dos. Uno se cansa de tanta belleza cuando hay ausencias por sanar.  

Te escribo las cartas más breves. Me faltan las palabras. Las he gastado todas, se han perdi do entre los peces y las piedras. Como una ola, quise quedarme, pero me fui. Estas postales no  sirven para la literatura. La poesía siempre debe ser otra cosa. Por eso invento ciudades para ti, para habitarlas juntos, aquí están las reservas intermedias, los sueños y el amor que se pierde y  nos encuentra. Ojalá pueda transcribirte el sonido de la lluvia.  

Las ciudades nos aman entre sueños y el amor se pasea por las calles como un flâneur ciego. Todo amor es un trayecto. El mío es solitario, anónimo. Salimos de la habitación para  poblar la noche transitable. Camino. Soy nadie. No tengo rostro. No tengo nombre. Queda el  sueño. Habrá que darle espacio. Solo el azar puede reconocerme. Pero los sueños estructuran  y recomponen el recuerdo de una ciudad.

Solo el amor puede recuperar su nombre. Nos habríamos de encontrar en la ciudad imaginada, ebria de sí misma. Ahí nos perderíamos, habitando su misterio, su acertijo. Toda ciudad puede  ser soñada. Pero hasta la ciudad más inesperada es una arquitectura del amor. Ella nos llamaesconde un deseo o la muerte. Y a cada uno nos toca una parte del paisaje.  

Me escribes desde esta ciudad que odias. Encuentras las distancias obscenas, en el pánico  de la madrugada, cuando todos duermen o caminan. Tú caminas. Descubres la ciudad, su  anatomía enferma. El cadáver metálico se confunde con el gorjeo de las palomas sobre la Catedral: Cristo se aparece en esos sueños, como un sonámbulo sobre los puentes. Las miradas  angustiosas de los que no quieren verse porque es demasiado temprano, porque afuera hay  mucho ruido, porque mañana será igual. La ciudad a la que todos llegan tarde. Me escribes  sobre el odio y las palomas y yo te siento temblar compasivamente. Hemos perdonado dema siado

Tuve un sueño largo, musical. La lluvia nos bendecía con su milagro de nube. No había  tráfico. Un silencio como el agua atravesaba la mirada de los que iniciaban el día. El perroprecavido, miraba hacia ambos lados antes de cruzar. La descomposición era reciente y se mez claba con el petricor. El perro se detenía frente a la película rojiza de un cadáver y olfateaba. La  lluvia seguía lenta, lenta. Cuando desperté, un aire triste golpeaba las ventanas y el perro del vecino aullaba hacia el vacío. Toda ciudad cuenta su historia de amor.

Ojalá hubiera leído las cartas que nunca mandaste. Eran los tiempos del verde y Dios aún se  paseaba por las partituras, como un niño feliz en un columpio que está por desprenderse. Recibí tus poemas. Ya no los conservo. No había nada ahí de ti. Nada que pudiera amar. Todo estaba contaminado por la literatura. Con el tiempo perdoné que amaras más la fuerza de imaginación  que yo inspiraba en ti. Quizá no vuelvas a escribir tanto como en esos tiempos del aire: cartas y  poemas. Inocencia e ingenuidad. Ojalá hubiera leído esas cartas. Te recuerdo en otras cosas. Solo  respirabas por la nariz y tenías más dudas que respuestas. Te gustaba la luz horizontal que deja ban los carros en las avenidas. Jamás fui lo que escribiste de mí: la arquitectura más bella. Siempre estuviste en mis oraciones. A veces le pido a Dios que no te ahogues en tus propios incendiosPero el papel quemado suele dejar alguna certeza en su trayecto de humo. Te quiero mucho mucho mucho  

Arriesgamos y perdimos. La luz del sol se desvanece como arena en el agua. Desde el umbral  de los tiempos, el sueño colorea la incertidumbre de los amantes. Arriesgamos y perdimos: mira  la noche. Confundimos una luciérnaga con el sonido de esta luz nocturna. El sueño ha terminado: mira la lluvia. Las calles se disuelven y nuestro hogar ya no existe. El desierto recupera su  condición de mar.



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