Ángeles Donoso Macaya
The Graduate Center, CUNY
Agradezco a las y los editores de LL Journal por invitarme a escribir las palabras introductorias de este dossier titulado ‘Posguerra y transición: Memoria histórica en América Latina y el Caribe’. Comencé a escribir las notas preliminares de esta introducción el mismo día en que Sudáfrica presentó ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) la acusación de genocidio en contra del Estado de Israel; la termino de escribir pocas horas después de que la CIJ anuncie su veredicto sobre las medidas cautelares incluidas en dicho proceso judicial. Evoco de entrada este evento porque me parece relevante y pertinente establecer paralelos entre este proceso y las diferentes problemáticas vinculadas a la memoria histórica, los discursos conmemorativos y las políticas de reparación que este dossier nos invita a considerar. Si bien me interesa comparar, lo hago sin ignorar las especificidades y las marcadas diferencias que existen entre cada proceso histórico.
Vi la transmisión completa del caso de genocidio presentado por Sudáfrica, la parte litigante, momentos después de que finalizara la sesión en vivo en La Haya. Recuerdo que escuché con atención los relatos preparados por lxs diferentes abogadxs y expertxs, reportes que describían en detalle la abundante evidencia sobre los crímenes de guerra y actos de violencia cometidos por las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) en la franja de Gaza; recuerdo también que, al terminar de ver el registro, sentí que había sido testigo de un evento histórico —tan histórico como lo fueron los juicios de Núremberg que tuvieron lugar entre 1945 y 1946. Me parecía que, más allá de los efectos materiales que pudiera tener la acusación (como anunciaron entonces, la Corte tardaría meses en llegar a un veredicto sobre la acusación de genocidio), el contundente relato presentado por Sudáfrica era en sí mismo un documento de nuestro presente, un presente marcado por la cotidianidad de la violencia genocida, racista y capitalista y en el que la noción misma de humanidad vuelve a ser puesta (nuevamente) en entredicho.
Por más inconcebible que me (y nos) resulte, parece que no habrá registro visual, ni testimonio en primera persona, ni informe experto, ni cifra (de víctimas fatales, de personas torturadas o malheridas o de personas desaparecidas) que baste o sea suficiente para frenar la violencia genocida que el Estado de Israel libra noche y día en contra de la población civil palestina (en su veredicto, el CIJ no fue categórico en ordenar un alto al fuego; más bien, optó por recomendarle al Estado de Israel, la parte responsable, que haga todo lo posible por prevenir un genocidio). Sin embargo, como nos recuerdan Thomas Keenan y Eyal Weizman (2012) en Mengele’s Skull: The Advent of a Forensic Aesthetics, la presentación de la evidencia ante el foro es siempre sin garantías. Me interesa, en este sentido, subrayar el peso simbólico y documental de la evidencia presentada ante la CIJ y ante el foro —una colectividad que incluye a todxs quienes hemos sido y seguimos siendo testigxs de una masacre que parece no tener fin. Y uso aquí intencionalmente la primera persona plural, porque como argumenta María Fernanda Novo, una de las autoras de este dossier, la violencia genocida nos implica.
Novo tensiona en “Traços dos comuns” la posibilidad misma de poder conmemorar un hecho aislado o un proceso histórico -sea este un golpe de Estado o una dictadura militar- a la luz de la continua violencia ejercida por agentes del Estado en las favelas y en otras poblaciones mayoritariamente negras en Brasil. En diálogo con las formulaciones de Achille Mbembe, Novo interroga los mismos límites epistémicos de las categorías que utilizamos para narrar, describir o teorizar la violencia en contextos de guerra de baja intensidad o apartheid. Asimismo, haciendo eco de las ideas de Denise Ferreira da Silva, la autora plantea que debido a la violencia racista y capitalista a la que están constantemente sometidas estas poblaciones y a la lógica de control racial y territorial que informa las políticas de Estado, tanto la noción de Estado de excepción como la de Estado de derecho se vuelven inadecuadas para pensar la realidad de un país como Brasil.
En diálogo con las ideas de teóricas como Elizabeth Jelin y Marianne Hirsch, y reflexionando respectivamente sobre los casos de Argentina, Chile y Colombia, Paula Salerno, Natalia Villarroel Torres y Neyla Graciela Pardo Abril abordan la conflictividad inherente a la memoria histórica y a los actos y espacios conmemorativos y se preguntan: ¿Qué se conmemora cuándo se conmemora? ¿Por qué es importante conmemorar? ¿Cómo se conmemora y quién está facultado a hacerlo? ¿Qué revela un estudio discursivo de la arquitectura y de los guiones museológicos sobre las posiciones ideológicas de la memoria histórica en torno a conflictos armados?
En “La memoria de Malvinas en los discursos de Néstor y Cristina Kirchner,” Paula Salerno compara los discursos de ambxs líderes y da cuenta de significativas diferencias. La autora demuestra que, en el contexto del boom de las conmemoraciones presidenciales, aún dentro del mismo kirchnerismo, la memoria de Malvinas no se manifiesta de manera homogénea. Estas diferencias son relevantes ya que dan cuenta de los desplazamientos ideológicos y discursivos que el ‘conflicto’ y la ‘cuestión’ Malvinas han experimentado en el espacio público desde los primeros años de la postdictadura hasta el presente. Por su parte, en “A 50 años de la dictadura cívico-militar chilena,” Natalia Villarroel Torres aborda desde la primera persona y en un ensayo de carácter auto-reflexivo, los límites de la memoria histórica familiar. Si bien hay bastante escrito sobre los alcances, falencias y tensiones que fueron emergiendo a lo largo del proceso de la reforma agraria en Chile y no son pocos los testimonios, las novelas y los documentales sobre las tomas de fundos y las corridas de cerco, este proceso no figuró mucho en el 2023, año de conmemoraciones. Por este motivo, el trabajo de Villarroel tiene mérito doble. En un gesto propio de la generación de la post-memoria, y aprovechando el impulso conmemorativo propiciado por el 2023, Villarroel se vuelve sobre el archivo familiar -explora documentos y fotos pertenecientes a su abuelo- para iluminar experiencias no comúnmente evocadas en los relatos familiares sobre la reforma agraria durante los períodos de Frei Montalva y de Allende y la Unidad Popular, así como también para interrogar los silencios que tendieron a prevalecer sobre estas experiencias luego del golpe cívico-militar y la dictadura.
En “Dinámicas espacio-temporales de las memorias: macro-narrativas sobre el Museo Nacional de Memoria”, Neyla Graciela Pardo Abril analiza las transformaciones experimentadas por el Museo Nacional de Memoria en Colombia. En la propuesta inicial, la arquitectura y los ejes conceptuales sobre los que se proyectaba el espacio de memoria y su narrativa, “permitían a las víctimas del conflicto reconocerse y participar activamente en el desarrollo del guión museológico”. Sin embargo, en el año 2020, se anuncia el cambio de nombre del Museo (Museo de Memoria de Colombia) y el guion museológico se modifica sustancialmente: la nueva versión del museo excluye las experiencias de las víctimas del conflicto armado, homogeneiza la noción de “violencia”, desconoce el despojo territorial y sus efectos y los derechos humanos pasan a ser una “sección de archivo”.
En el texto de la convocatoria, el presente dossier proponía abrir “un espacio para pensar y recordar las consecuencias, efectos y narrativas” en torno a diferentes procesos de violencia en América Latina y el Caribe—específicamente, las conmemoraciones de los 50 años de los golpes de estado en Uruguay y Chile y de los 20 años del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Perú en 2023, y la publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad en Colombia en 2022. Los textos seleccionados supieron responder a la invitación. Sin nunca dar por sentado qué significa o implica ‘memorializar’ o ‘conmemorar’, los cuatro ensayos publicados abordan, desde diferentes aristas y a propósito de contextos históricos específicos, el carácter ni resuelto ni definitivo de la memoria histórica. Continuar facilitando y promoviendo espacios para este tipo de reflexión crítica es extremadamente relevante, porque, como ha quedado manifiesto en los últimos meses, la pregunta sobre qué constituye ‘violencia’, ‘resistencia’, ‘defensa’, ‘terrorismo’, ‘guerra’ e incluso ‘genocidio’, abre en cada caso espacios de disputa ineludibles.