LA CONSTRUCCIÓN INTERSUBJETIVA DE LA EXPERIENCIA DE VIOLENCIA SEXUAL CONTRA LAS MUJERES: UN ACERCAMIENTO HACIA LA RESISTENCIA

Myrna Ojeda Alvarez 

Colegio de Jalisco, México

ojedamy@gmail.com

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Resumen:

En tiempos recientes, la visibilización del acoso y la violencia sexuales contra las mujeres en las calles y otros lugares públicos ha puesto sobre la mesa el debate sobre la consideración de algunas de sus manifestaciones —desde el susurro con connotación sexual hasta la violación— como delitos que atentan contra nuestro derecho al disfrute del espacio público. En este trabajo presento tres relatos de experiencias personales de violencia sexual contra las mujeres en la vía pública. A través de su análisis, busco mostrar algunos de los procesos pragmático-conversacionales por medio de los que estas mujeres construyen y unifican dichas experiencias. Situada desde la dinámica poder-resistencia planteada por autores como Michel Foucault y James Scott, describo la forma en la que se lleva a cabo la construcción intersubjetiva de la experiencia para explicar la lucha por la visibilización de la violencia sexual contra las mujeres como parte de un cambio de subjetividad social, en el que las denuncias de las mexicanas en contra de esta y otras formas de violencia tienen un fuerte anclaje en prácticas conversacionales cotidianas. En este sentido, el análisis de los relatos obtenidos en contexto de interacción sirve como la herramienta principal de mi trabajo para observar la forma en la que la construcción intersubjetiva de la experiencia estructura el discurso de resistencia de las mujeres con respecto a dicho tópico.

 

Palabras Clave: poder, resistencia, violencia sexual, conversación, deixis

 

Poder, violencia y resistencia: conceptualizaciones generales

Si bien han sido muchos los autores que desde diferentes perspectivas teóricas han desarrollado el concepto de poder, la propuesta de Michel Foucault es aquella que se aboca hacia las relaciones cotidianas de poder en las cuales los sujetos se encuentran inscritos para proponer un análisis de las mismas. Este autor sugiere una forma de trabajo que parte del contraste entre el poder y la resistencia, lo que permite “poner en evidencia las relaciones de poder, ver dónde se inscriben, descubrir sus puntos de aplicación y los métodos que utilizan” (El sujeto y poder 5); es decir, intenta identificar los puntos en común entre las acciones de resistencia ante diferentes formas de autoridad sin definir el concepto del poder mismo. El énfasis de Foucault en la resistencia surge de la constatación de que, sin esta, no existirían las relaciones de poder:

 

desde el instante en el que el individuo está en situación de no hacer eso que quiere, debe utilizar las relaciones de poder. La resistencia viene entonces primero, y ella queda por encima de todas las fuerzas del proceso; ella obliga, bajo su efecto, a las relaciones de poder a cambiar. (Michel Foucault, Une interview 1560)

 

La resistencia, entendida como las luchas de oposición al poder que se han ejercido invariablemente a lo largo de la historia, es, pues, el punto de partida de su propuesta.  De esta manera, Foucault plantea la idea de establecer una “investigación crítica de la temática del poder” a partir de de dos preguntas clave: ¿cómo se ejerce el poder?, y ¿qué pasa cuando los individuos ejercen su poder sobre otros? (El sujeto y poder 11)

El poder es, de acuerdo con el filósofo francés, un modo de acción de unos sobre otros que se apoya sobre estructuras permanentes; se define porque “no actúa de manera directa e inmediata sobre los otros, sino que actúa sobre sus acciones: una acción sobre la acción, sobre acciones eventuales o actuales, presentes o futuras” (El sujeto y poder 14). Quizá uno de los puntos más interesantes planteados por el mismo, y el cual considero por de más relevante para entender la violencia de los hombres en contra de las mujeres, es el de este principio básico del poder, el de las acciones sobre acciones en el campo de lo posible, para provocarlas o prevenirlas. Según este autor, las relaciones de violencia pueden ser un instrumento o resultado del poder y son imprescindibles, al igual que el consenso, del ejercicio del poder, pero no son su naturaleza básica. Así, al ver en la libertad una condición para el ejercicio del poder, Foucault hace énfasis en el reconocimiento del sujeto actuante, aun cuando este se encuentre constreñido de manera extrema.

Reinaldo Giraldo plantea, asido de este reconocimiento del sujeto actuante, la crítica hacia aquellos autores que ven la concepción foucaultiana de la resistencia en términos negativos, como una mera contención hacia el poder. Este autor señala que, de acuerdo con la idea de biopoder de Foucault,

 

tanto la resistencia como el poder no existen más que en acto, como despliegue de relación de fuerzas, es decir, como lucha, como enfrentamiento, como guerra, no es solo en términos de negación como se debe conceptuar la resistencia, sino como proceso de creación y de transformación. (Giraldo 117)

 

Así, la resistencia aparece en distintos puntos del entramado social como fuerza ante el poder que se ejerce sobre el cuerpo, generando una relación dinámica y estratégica con la vida y la creación. La resistencia de las mujeres puede entenderse, entonces, como el ejercicio de poder desde una estrategia antagónica al poder de los hombres.

Aunque en una idea del poder que se demarca de la de Foucault en tanto que lo caracteriza por el monopolio del uso de la violencia para el control del Estado, Castells plantea la noción de contrapoder como “la capacidad de los actores sociales para desafiar al poder incorporado en las instituciones de la sociedad con el objetivo de reclamar la representación de sus propios valores e intereses” (22). De una manera similar al planteamiento de la relación entre poder y resistencia establecido por el reconocido historiador de las ideas, Castells explica la interacción constante entre el poder y el contrapoder como parte de la naturaleza contradictoria de las sociedades.

No obstante, la noción de contrapoder propuesta por dicho autor requiere, desde mi perspectiva, el paso del discurso oculto de la resistencia al espacio público, es decir, en los términos de la propuesta de James Scott, un acto pleno de rebeldía ante la ideología dominante, una negación “que ofrecerá realmente una forma normativa general al conjunto de prácticas de resistencia inventadas por los grupos subordinados en defensa propia” (Scott 147). Esta “contraideología” formalizada, sin embargo, no puede entenderse sin estudiar primero aquellos espacios sociales marginales en los cuales la resistencia “se alimenta y adquiere sentido”, o sea, aquellos en los que el discurso oculto se gesta y se fortalece (Scott 45).

Scott define el discurso oculto como la conducta alejada de la vigilancia de los detentadores del poder, constituida “por las manifestaciones lingüísticas, gestuales y prácticas que confirman, contradicen o tergiversan lo que aparece en el discurso público” (28), o sea, en el discurso hegemónico. A partir de dicha definición, y todavía en coincidencia con la noción de la dialéctica de fuerzas poder-resistencia planteada por Foucault, Scott realza la importancia de atender los discursos ocultos “para pasar del sujeto rebelde individual —una construccion abstracta— a la socialización de las prácticas y los discursos de resistencia” (147). Dado lo anterior, sostengo la importancia de estudiar los discursos de resistencia de las mujeres contra la violencia los hombres desde su gestación en el espacio de lo privado, en el que, como mostraré a continuación, las conversaciones de las mujeres sobre sus experiencias de violencia sexual y acoso se articulan en forma de reclamo o protesta.

 

 

Acercamiento teórico-metodológico y descripción global del corpus

 

Atendiendo al planteamiento anterior, parto desde el punto de vista teórico de la  sociología comprensiva al observar mi objeto de estudio, el surgimiento de la resistencia en las conversaciones sobre experiencias de violencia sexual contra las mujeres en el espacio público, desde la concepción de la experiencia y la intersubjetividad planteada por Schütz para explicar la naturaleza de la acción humana. Siguiendo este enfoque, “entiendo la experiencia como un proceso intersubjetivo estructurante que objetiva la vivencia, que la categoriza y la explica” (Ojeda 12). Con esto, me es posible considerar la narración de la experiencia como un acto terminado, es decir, un discurso que es susceptible de ser interpretado.

Para dicha interpretación, considero pertinente recurrir al marco teórico-metodológico de la hermenéutica profunda planteada por Paul Ricoeur y discutida por John B. Thompson, quien echa mano de la tradición hermenéutica para señalar cómo “(…) los procesos de comprensión e interpretación deberían considerarse, no como una dimensión metodológica que excluya de manera radical los análisis formales u objetivos, sino más bien como una dimensión que les es complementaria e indispensable” (399). De esta manera, dichos autores muestran la necesaria articulación entre el estudio formal o discursivo de las constituciones significativas de las formas simbólicas y de la contextualización social de las mismas para lograr la síntesis interpretativa.

Según la propuesta de la hermenéutica profunda, presento a continuación el análisis de los rasgos estructurales del discurso en un ejemplo real de comunicación cotidiana, como lo es la conversación cara a cara. No obstante, considero importante aclarar aquí que, si bien las conversaciones en las que las mujeres compartimos nuestras experiencias de violencia sexual en los espacios públicos se desarrollan de manera espontánea en el ámbito de la cotidianidad, para obtener visibilizaciones de las mismas fue necesario llevar a cabo la elicitación de relatos de experiencias personales en encuentros grupales consensuados con miras a una reproducción no espontánea de este tipo de conversaciones. Kvale da a este tipo de encuentros el nombre de entrevistas narrativas, en las que el entrevistador solicita directamente las historias para, después de la petición inicial, “(…) hacer de oyente, abstenerse de interrupciones, planteando ocasionalmente preguntas para clarificación y ayudando al entrevistado a continuar contando su historia”, con lo que se convierte en un coproductor de la narración (103).

Para entender, pues, las entrevistas narrativas como conversaciones, es necesario tomar en cuenta la definición de conversación que propone Briz: “la manifestación prototípica de lo oral, dialogal, caracterizado por la inmediatez comunicativa, su dinamismo y carácter cooperativo y por la alternancia de turnos no predeterminada” (51).  Siguiendo a dicho autor, Calsamiglia y Tusón enuncian los “rasgos coloquializadores” de una conversación prototípica: no es preparada, tiene fines interpersonales, es informal, tiene lugar en un marco de interacción familiar, entre iguales que comparten experiencias comunes y se habla de temas cotidianos (34). Ya que, según Britz, la ausencia de alguno de estos rasgos coloquializadores puede subsanarse si existen otros capaces de nivelar dicha ausencia, la entrevista a la que pertenecen los relatos que estoy por presentar puede ser vista como una conversación coloquial periférica, cuyo rasgo transaccional— la preparación previa de la misma— es neutralizado por el resto de los rasgos coloquializadores que en efecto las caracterizan, como lo son  el léxico informal que utilizan las informantes y el trato familiar entre estas y la entrevistadora, dada su relación de amistad o parentesco (Véase Tabla 1).

 

Tabla 1. Ficha técnica de la entrevista[i]
Investigadora: Myrna Ojeda Álvarez
Datos identificadores de la videograbación Fecha: Primavera de 2012
Duración: 28 minutos
Lugar: Zapopan, Jalisco, México
Situación comunicativa Tema: Experiencias personales de acoso y violencia sexual en la calle y otros lugares públicos
Propósito o tenor predominante: interpersonal
Tono: informal
Modo o canal: oral
Tipo de discurso: entrevista narrativa (semidirigida)
Grado de prototipicidad coloquial: conversación coloquial periférica
Técnica de videograbación Observadora participante
Videograbación ordinaria (no secreta)
Descripción de las participantes Número de participantes: 4
Clave: E, I1, I2, I3
Tipo de relación que las une: I1 e I2 son hermanas; I3 es amiga de I1, I2 y E; E es prima de I1 e I2
Género: todas son mujeres cisgénero
Edad: I1, I2, I3 entre 19 y 25 años; E 29 años
Nivel de estudios: superior (I2 se encontraba cursándolo)

 

 

            Las características de las participantes me permiten identificarlas como pertenecientes a la categoría “clase media urbana” propuesta por Bourdin, quien la utiliza pese a que la existencia de la misma como clase o grupo no está establecida, pues reconoce que

“sus maneras de ‘hacer sociedad’, de administrar intereses comunes, de organizar una acción colectiva, de desarrollar los elementos de una conciencia común, son muy específicos y coherentes con la lógica de una civilización de los individuos. Este conjunto, muy numeroso ahora en las grandes ciudades de los países ricos, reúne a individuos diplomados que poseen verdadera calificación profesional, por lo general en los sectores de los servicios, de lo inmaterial y de la producción intelectual, de las nuevas tecnologías”. (22)

 

            El establecimiento de este concepto me da pie a anticipar que el habla de las mujeres entrevistadas se caracteriza por un uso lingüístico específico, el cual es susceptible de ser analizado y descrito por lo que Gallardo Paúls define como la “lingüística del habla/actuación”, es decir, el estudio lingüístico centrado en “el lenguaje en sus condiciones reales y efectivas de uso prestando atención a las características de cada acto comunicativo” (Discurso y conversación 275). Orientado a su vez por el conocimiento social de las hablantes, este uso es aquel del que se encarga la sociolingüística, entendida de manera general como una disciplina “que intenta determinar las variaciones sistemáticas correlacionadas entre la estructura lingüística y la estructura social” (López et al. 306).

La sociolingüística encuentra apoyo en otras disciplinas pertenecientes a las ciencias del lenguaje, cuyas metodologías y formas de trabajo se entrelazan fuertemente: la pragmática, el análisis conversacional y el análisis del discurso. Para Hernández Sacristán, ya que las lenguas naturales se caracterizan por manifestar huellas de sus relaciones con el entorno, la pragmática atiende a un nivel del sistema lingüístico en conexión estrecha con el mundo o con el entorno de dicho sistema, de manera que “es justamente esa proyección del nivel pragmático sobre las características de otros dominios del sistema lingüístico lo que le va a permitir a la pragmática fijarse, en tanto que subdisciplina científica, un objetivo alcanzable” (López et al. 246).  La función deíctica y la performatividad del lenguaje —es decir, los actos de habla — son algunos de los aspectos que aborda la teoría de la pragmática lingüística.

Otro aspecto que esta disciplina aborda son las máximas conversacionales originalmente propuestas por Grice en 1975, es decir, las reglas de la práctica verbal cuya violación permite inferir contenidos implícitamente comunicados a partir de conocimientos generales sobre el lenguaje y el mundo compartidos por hablante y oyente, pues atienden al valor cosignificante del contexto o de la situación de habla. Estas reglas han sido discutidas por Sperber y Wilson y reducidas a un único principio de pertinencia que,[ii] según Portolés, es un principio natural que consiste en la búsqueda de la pertinencia mayor en la relación entre lo dicho y el contexto, o sea, “el efecto cognitivo mayor —la mayor información— en relación con el esfuerzo de tratamiento más pequeño” (19). En este sentido, “el cometido de la pragmática es siempre, de alguna forma, el estudio de estructuras mixtas que se establecen entre elementos que se sitúan en diferentes esferas ontológicas” es decir, el mundo y el lenguaje, y lo verbal implícito y lo verbal explícito (López et al. 258).

Este último aspecto del que se encarga la pragmática lingüística me lleva inmediatamente al análisis conversacional, el cual echa mano de los elementos propuestos por aquella para el estudio de lo que Hernández Sacristán plantea como el objeto común de su trabajo: “la conversación o manifestación praxiológica fundamental del lenguaje” (López et al. 272). Dada su procedencia sociológica, el análisis conversacional se inscribe dentro del marco de la etnometodología, misma que, según Gallardo, intenta “descubrir las reglas que estructuran la vida cotidiana, es decir cómo los miembros de una cultura construyen la realidad” (Discurso y conversación 282). En la conversación, esto significa que los participantes de la interacción interpretan las emisiones contextualmente, es decir, por referencia a la situación de cada turno en la secuencia conversacional.

El turno, definido como la contribución mínima de un hablante a una conversación, es la unidad básica del análisis conversacional, por lo que el sistema de toma de turno (turn-taking system) propuesto por Sacks, Schegloff y Jefferson en su famoso artículo de 1974 se entiende como la dinámica a partir de la cual se organiza la interacción conversacional.  La conversación es analizada, entonces, a través de sus constituyentes, mismos que se organizan en una escala de rango que va desde la secuencia como unidad temática hasta el acto de habla como unidad mínima de su organización interna.

Es precisamente esta escala de rango la que toma en cuenta el análisis del discurso, entendido como la perspectiva que “intenta describir la interacción verbal con una metodología gramatical que tenga paralelo en otras áreas de la lingüística” (López et al. 275). Según la Escuela de Birmingham,[iii] el punto central del análisis del discurso orientado al estudio del lenguaje oral no planificado es el análisis de la estructura del intercambio, el cual se define en términos de movimientos —entendidos como la contribución mínima de un hablante a un intercambio—, mismos que, a su vez, se estructuran en uno o más actos. Si bien, para Gallardo, el modelo de Birmingham es reduccionista porque compele restricciones que imposibilitan su aplicación general a los datos del diálogo, la misma autora reconoce como un “hallazgo fundamental” el criterio que se basa en la predictibilidad de los elementos para entender la estructura de la conversación, definiendo y clasificando cada elemento a partir de los que le preceden (López et al. 279). Como apunta dicha autora,

 

la conversación nos demuestra que el hablante puede confeccionar su intervención condicionado por la reacción (posterior) del oyente, lo que significa que cuando hablamos nos adelantamos al efecto que nuestras palabras van a tener. A su vez, el oyente puede adelantarse al hablante y construir parte de su emisión cooperativamente (turnos colaborativos). Esta situación se traduce en una caracterización de la conversación como sistema abierto y circular, donde la RETROALIMENTACIÓN o feed-back ocupa un papel de especial relevancia. (Lingüística perceptiva 9)

 

De esta manera, se hace evidente la relación entre el carácter circular de la conversación y el proceso intersubjetivo por medio del cual las hablantes dan sentido a su discurso. 

La propuesta metodológica que utilizo para llevar a cabo la organización y el análisis de los datos recolectados, entonces, es establecida por Sankey García y Gutiérrez Estupiñán para estudiar lo que ellas denominan El texto narrativo intersubjetivo,  para lo que retoman principalmente los elementos de dos disciplinas pertenecientes a las ciencias del lenguaje que permiten abordar los relatos emergentes de una conversación: la sociolingüística pragmática y la narratología.

Dicha metodología consta, en esencia, de los pasos descritos a continuación:

  1. El registro del material. Una vez consensuada con las participantes la realización de una entrevista frente a una videograbadora, se da pie a la misma a través de la formulación de la pregunta inicial.
  2. La transcripción verbal del material obtenido en un formato conversacional, de acuerdo con su organización en turnos de habla, para observar la conformación de las secuencias del intercambio comunicativo.
  3. El aislamiento, bajo criterios sintáctico-pragmáticos y semánticos, de enunciados narrativos inscritos en los turnos de habla. En palabras de Sankey y Gutiérrez, “en el primer caso se atiende a la presencia de una referencia a la realidad extralingüística con una determinada finalidad comunicativa. En cuanto al criterio semántico se reconocen unidades de sentido, es decir, ideas completas plenamente interpretables en el contexto en que aparecen” (22). Esta transcripción también contempla la numeración de las unidades identificadas para facilitar su alusión durante el análisis.
  4. La identificación de funciones narrativas en la serie de enunciados obtenidos, según el criterio establecido por Labov y Waletzky. De acuerdo con estos autores, las narraciones de experiencia personal tienen una estructura definida articulada por las siguientes funciones narrativas:
  • Resumen: son los enunciados que funcionan como la oferta del informante para contar su historia. Puede o no aparecer en la narración.
  • Orientación: serie de cláusulas en la que se orienta al escucha con respecto a las personas, el lugar, el tiempo y la situación en la que se desarrollan las acciones evocadas.
  • Complicación: es la sucesión de eventos acontecidos dentro del espacio anteriormente orientado.
  • Evaluación: es la parte —o las partes— de la narrativa que revela la actitud del narrador hacia la misma, enfatizando la importancia de algunas unidades narrativas en comparación con otras. De acuerdo con este principio, la evaluación corre a lo largo de la narración, dando sentido a las posibles desviaciones en el orden de presentación de los acontecimientos.
  • Resolución: es el recuento de acontecimientos con el que finaliza la serie de eventos señalados en la complicación.
  • Coda: es el instrumento funcional de la narrativa para regresar a la perspectiva del presente de la interacción.

 

Una vez llevados a cabo los primeros tres pasos, es posible observar el arreglo de la conversación en secuencias, esto es, en un nivel semántico. Con respecto a dicha organización, existe un grupo específico de secuencias conversacionales que se definen por tener una entidad funcional, es decir, por ser estructuras sistemáticas destinadas a desarrollar cierto papel en la interacción. En el caso de las secuencias de apertura y cierre, su función es la de enmarcar el resto de los intercambios conversacionales que son el núcleo constitutivo de la conversación (Gallardo, Lingüística perceptiva 73). Debido a que la conversación videograbada se inserta en un evento comunicativo mayor,[iv]  sus secuencias marco no coinciden con aquellas de saludo y despedida, acciones típicas de tales secuencias en un intercambio espontáneo.

            Tengo entonces un evento conversacional enmarcado por una secuencia de petición como sección de apertura, y una secuencia de cierre compuesta por una pre-secuencia de conclusión más un intercambio terminal de agradecimiento. Los turnos que se integran en este marco responden a un alineamiento o convergencia por parte de las entrevistadas con respecto a la secuencia inicial; las informantes se inclinan así por una concesión o respuesta prioritaria a la petición de experiencias, con lo cual da inicio el despliegue de secuencias de historia, mismas que se conforman de tres partes que han sido englobadas en el Esquema 1:

 

  1. Un anuncio, a manera de prefacio o de prólogo. Este último puede formar una pre-secuencia de ofrecimiento por medio de un resumen contextualizador y su correspondiente turno colaborativo, y desarrollarse en más de una intervención.
  2. La historia, que puede tomar lugar inmediatamente después del anuncio —en el mismo turno—, y en la cual pueden insertarse, por parte de otra hablante, colaboraciones e interrupciones que permitan esclarecer o profundizar en la información dada por la participante anterior. A su vez, la hablante puede incluir en el mismo turno una historia nueva, introducida de manera frecuente por un prefacio de disyunción.
  3. La respuesta de la oyente, en la que se emite de manera regular un juicio o evaluación prioritaria sobre la narración anterior. La negociación de dicha respuesta prioritaria puede dar inicio a una secuencia de conformidad que amplía la secuencia de historia, misma que contiene tantos argumentos, versiones de insistencia y enmiendas como sean necesarias hasta que se obtenga la evaluación relativa prioritaria.[v]

 

Cuando la evaluación relativa que efectúa alguna de las oyentes es otra vivencia, se da entonces un encadenamiento en serie de varias secuencias de historia, el cual se encuentra restringido por una línea temática que responde a un vínculo de pertinencia condicional, es decir, a las expectativas creadas por el turno anterior. Así, por medio de la donación de sus experiencias, cada hablante contribuye a ratificar la proposición dada en la intervención previa, aportando una historia apropiada que la apoye.

De esta forma, doy cuenta de cómo las entrevistas están organizadas como un esquema comunicativo de conformidad que se desarrolla en respuesta a la petición inicial y al tema o asunto principal propuesto por la entrevistante (E), lo que da pie a la sucesión de secuencias de historia. Dichas secuencias admiten, a su vez, interrupciones que buscan no solo integrar información valiosa para la comprensión de las experiencias contadas, sino que permiten, a través de los procesos de negociación, mantener un paralelismo formal y semántico entre las intervenciones hechas por las participantes, de manera tal que estas producen, según lo señalado por Gallardo, el mismo acto ilocucionario (Lingüística perceptiva 136). El intercambio comunicativo se reduce, entonces, a una enunciación o línea discursiva única, alineación que muestra la función de concordancia de estas conversaciones.

 

 

 

 

El sistema indexical como estrategia unificadora de la experiencia

Para Labov y Waletzky la evaluación de un relato de experiencia personal se define como la parte que, al destacar la importancia relativa de algunas unidades narrativas en comparación con otras, revela la actitud del narrador hacia los eventos narrados para establecer un punto de interés personal que da significado a lo narrado como respuesta al estímulo externo que origina la narración. En palabras de McCabe y Peterson, son evaluaciones aquellas declaraciones o palabras que dicen al oyente “qué pensar sobre una persona, lugar, cosa, evento o la experiencia completa” (29), es decir, que apuntan hacia la intención del hablante al contar un relato.

            Así, al detectar las funciones narrativas de los enunciados que componen las historias contadas —el cuarto paso de mi metodología—, observé que los evaluadores parecen distribuirse a lo largo de las mismas en respuesta a una organización temporal que, según Britz, es propia de los relatos producidos en el discurso conversacional, y que se basa en “un doble centro deíctico referencial: el de la situación de enunciación y el de la situación de la experiencia relatada” (92). “Ahora” y “entonces”, que son los deícticos básicos de esta demarcación temporal,

 

transmiten una relación entre el tiempo en el que una proposición se asume como cierta, y el tiempo en el que es presentada en un enunciado. En otras palabras, ahora y entonces son deícticos porque su significado depende de un parámetro de la situación del discurso (el tiempo del habla). (Schiffrin 228)

 

Sin embargo, “ahora” y “entonces”, en los relatos obtenidos, no aparecen de manera tan recurrente como podría pensarse. De ahí que me haya dado a la tarea de encontrar otros deícticos que puedan dar cuenta de tal demarcación contextual.

 Las dimensiones contextuales se codifican en gran medida por medio de elementos como los pronombres personales, las expresiones temporales —entre las que se incluye el tiempo gramatical— y las expresiones locativas —de las que forman parte los verbos de movimiento— (Schiffrin 322). Los elementos deícticos, entendidos como aquellos que relacionan un enunciado con sus coordinantes de persona —hablante y oyente—, lugar y tiempo —es decir, con las cuatro dimensiones contextuales—, me han ayudado en la tarea de identificar aquellos pertenecientes a la función evaluativa y las unidades de habla a las que evalúan. Para ilustrar lo anterior, presento los relatos 3, 4 y 5 pertenecientes al mismo evento conversacional, los cuales conforman a su vez una serie de historias a la que he titulado “Los policías”.[vi]

 

[1]

                           

(Relato 3. El susto de mi vida)

T9. I2  ̶  …151y este: pues también/ 152la vez de del policía (.)/ 153iba una vez yo-/ 154ya tenía quince años/ 155iba en la secundaria/ 156y entrenaba futbol/ 157entonces e- iba por un camino/ 158me bajaba del camión/159 y estaba-/ 160entrenaba como a las siete/ 161y ya estaba medio oscurillo (.)/ 162entonces unos policías llegan/ 163y así este: oye ay cómo estás (?)/ 164y yo bien / 165o sea de esas veces que contestas/ 166pero ps qué qué pasó no (?)/ 167y este: y así de ven mira ven no sé qué/ 168y yo no ya voy bien tarde/ 169y  seguí caminando y caminando (.)/ 170y el carro así a la par no (?)/ 171dije bueno/ 172si corro me van a alcanzar (.)/ 173y aparte digo/ 174corro para atrás a la avenida (.)/ 175dije pues hay más gente/ 176pero si corro para allá/ 177pues están mis amigos (.)/ 178entonces empecé a acelerar el paso/ 179y todo/ 180y oye ven/ 181y súbete/ 182y hola/ 183y chiquita/ 184y no sé qué/ 185o sea mil cosas/ 186y yo así de no:/ 187pus estaba como trabada/188y todo/ 189y ya/ 190y llegó un chavo/ 191gracias a dios/ 192como que me vio desde atrás/ 193que estaba toda frustrada (.)/ 194aparte al final del camino/ 195es como que cuando empieza el Parque Metropolitano/ 196y este: y dije no o sea/ 197si si llego ahí/ 198y se bajan/ 199y me agarran/ 200o sea me pueden violar fácil (.)/ 201entonces llegó el chavo/ 202y así de hola cómo estás no sé qué/ 203y yo no lo conocía (.)/ 204pero luego luego a-agarré la onda/ 205que me estaba  haciendo como el paro/ 206y así/ 207(.) y voltió y/ 208saludó a los policías/ 209hola buenas noches se les ofrece algo (?)/ 210y los policías no nada/ 211y se fueron/ 212y el otro pues a dónde te acompaño no sé qué/ 213a dónde vas/ 214y así/ 215y pos me llevó hasta con mis amigos/ 216pero claro que yo llegué así:/ 217berreando horrible/ 218porque me: sacaron el susto de mi vida/

 

El fragmento anterior es el primero de los relatos que conforman la serie, mismo que está estructurado de acuerdo con el patrón clásico de las narrativas orales de experiencia personal, pues cumple con las cuatro primeras funciones narrativas de manera lineal —resumen, enunciado 152; orientación, del 154 al 161; complicación, 162 a 214; resolución, 215 a 218—. Sin embargo, resalta en este la omisión de la coda, fenómeno que se explica debido a la pronta toma de la palabra por parte de la siguiente hablante (I3) para contar una experiencia que tiene como referente el mismo tópico: los policías. Entre los múltiples mecanismos de evaluación que utiliza la hablante en [1] sobresale, como la forma evaluativa más directa, el uso de expresiones relativas a los estados emocionales internos de la hablante en el curso de los eventos que relata, según la categorización de los veintiún tipos de evaluación que identifican McCabe y Peterson (32). La hablante expresa, entonces, de manera explícita su frustración —enunciado 193— y el miedo o “susto” —enunciado 218— que le provocaron las acciones de los policías a las que se refiere en la complicación y en la resolución.

Estos eventos y las emociones que los mismos evocan se encuentran ubicados temporalmente como anteriores a la situación de habla en la que se encuentra I2, por lo que esta utiliza, como lo hace en la mayor parte de su narración, construcciones verbales en pasado —en copretérito y pretérito simple, respectivamente, según la denominación de Andrés Bello— que apuntan al centro deíctico que emerge una vez iniciado el relato: el de la experiencia contada. En los términos planteados por Cifuentes, el uso deíctico de la hablante se identifica como deixis representacional, es decir, aquella en la que “el enunciador elimina su centro real de orientación y se imagina localizado dentro de un espacio imaginado o un espacio de la memoria” (4).

 Pese a que, de acuerdo al planteamiento de Britz, esta forma de deixis es la que caracteriza a todos los relatos que se encuentran insertos en las entrevistas que conforman mi corpus, la estructura de [1] presenta lo que parece ser un quiebre temporal al cambiar súbitamente el uso de los verbos en pasado por el del tiempo presente en el enunciado 162 “entonces unos policías llegan” y en el 165 “o sea de esas veces que contestas”. Este cambio temporal responde a una doble intención evaluativa por parte de la hablante: por un lado, en 162, la de “subrayar los hechos principales, excepcionales o sorprendentes” (Briz 99), como lo es el evento disruptivo con el que da inicio la complicación del relato; por otro, en 165, para implicar a sus interlocutoras en la evaluación misma por medio del uso la forma presente con la que regresa brevemente a la situación de enunciación, y del cambio del deíctico de persona “yo” a “tú” como generalizador de la experiencia.

            Esta estrategia de implicación de las oyentes se repite frecuentemente a lo largo de las entrevistas y, en la serie de historias que me sirve de ejemplo, puede observarse al inicio del relato siguiente, como parte del prefacio o resumen en los enunciados 219 y 220, con el que —como apunté arriba— I3 retoma inmediatamente el tópico de la intervención anterior para introducir a su propia experiencia.

 

[2]

 

(Relato 4. Policía de Zapopan)

T10. I3  ̶ 219Pero supuestamente los policías son los que te: cuidan/ 220y: son los más aprovechados/ 221porque  yo iba en el carro/ 222y una vez me: me: me pidieron que me parara/ 223tonces se acercaron conmigo/ 224y me dijeron necesitamos hacerte una revisión/ 225y yo no me puedes hacer una revisión/ 226porque yo tengo entendido/ 227si no viene una mujer compañera contigo/ 228no me puedes revisar (.)/ 229no pero pues es que no viene una compañera conmigo/ 230entonces te tengo que revisar/ 231y yo era de noche/ 232ya eran como las doce de la noche/ 233y venía por las vías de Inglaterra y Periférico/ 234entonces ahí antes todavía no (.)/ 235cuando no había cotos ni construcción/ 236que era pura terracería (.)/ 237 tonces no había nada de luz/ 238estaba negro/ 239o sea te paraban/ 240y pues tú apagabas/ 241tenías que apagar la luz del carro/ 242y no se veía nada (.) / 243tonces me pararon/ 244y y pues yo venía sola/ 245y me dicen no pues es que bájate/ 246porque te tenemos que checar/ 247y yo no/ 248y yo me puse la verdad así/ 249como que yo no me voy a bajar/ 250me puse renuente/ 251y me dijeron ah (.) entonces traes algo/ 252o por qué no te quieres bajar (?)/ 253y yo no traigo nada/ 254pero es (.)/ 255para p- para empezar/ 256no viene una compañera con ustedes mujer/ 257para seguirle le digo está todo obscuro/ 258y yo soy nada más única/ 259y ustedes son tres hombres le dije/ 260ay (.) entonces qué estás tratando de decir/ 261que te vamos a hacer algo (?)/ 262y yo no: le dije/ 263pero de todos modos uno le da miedo como mujer (.)/ 264pues si no te bajas te vamos a poner algo en el en el carro/ 265y vamos a decir que lo traías/ 266y yo (.) dije (.) o sea (.)/ 267bueno pues me voy a bajar/ 268porque también empezaron/ 269como a intimidarme por ese lado/ 270de que te vamos a llevar/ 271y vamos a decir que traías cosas (.)/ 272tonces me bajé/ 273y empezaron a checar el carro/ 274y se me acerca uno/ 275y me dice te tengo que checar-/ 276te tengo que revisar que no traigas nada en tu cuerpo/ 277y yo t- te estoy diciendo que no le dije/ 278por qué me vas a revisar (?)/ 279pues te tengo que revisar/ 280y emp- me emp- me mete la mano/ 281primero me checa como abajo del brasier/ 282y luego me mete/ 283y a la hora de meterme la mano así al brasier/ 284con sus con los dedos así me jala el pezón (.)/ 285y yo así con la lágrima/ 286y le- y y no decía nada/ 287me quedaba callada (.)/ 288porque pues yo dije/ 289si les digo algo me van a me va a ir peor/ 290y ya después me dijo/ 291te tengo que checar en la pantaleta también/ 292y yo ya no te bastó con checarme le dije ya en el brasier (?)/ 293y ya me dice no te tengo que checar toda (.)/  294y a la hora de que me me de que me checó/ 295me metió la mano así/ 296y todavía me hizo con el dedo así/ 297y yo así como que llorando/ 298y ya este/ 299ya después de que: hizo lo que quiso/ 300ya me dijo:/ 301ya me dijeron ah pues ya que te vaya bien (.)/ 302no trae nada/ 303y yo claro que me quedé/ 304sí me subí/ 305y: sí arranqué/ 306pero ya después/ 307donde había más luz/ 308pues ya me paré/ 309y sí estaba llorando/ 310porque sentí feo/ 311dije o sea te sientes/ 312 aunque no haya sido una violación por tal cual/ 313pero te sientes como ultrajada/ 314porque te (.) pues te están tocando / 315y todo/ 316algui- y y se siente muy muy feo (.)/  317y a yo por ejemplo/ 318de mi parte /319desde ahí les agarré un coraje enorme/

I2 ̶   340[a la policía]/

I3 ̶   341[a la policía]/ 342porque pues eran policías de Zapopan/ 343tonces era así como que/ 344bueno dices tú/ 345son en los que tienes que confiar/  346de que si te están haciendo algo/ 347corres con ellos/ 348para que te ayuden/ 349y son los que te están (.)/  350los que te dañan/ 351porque: no nada más hacen eso/ 352roban/ 353hacen todo/ 354entonces te: te amenazan/ 355y dices tú/ 356yo desde ahí un coraje/ 357a mí me paran/ 358y yo sí me les pongo brava/ 359a mí no me haces nada/ 360porque por puercos como tú le dije/ 361o sea es que no todos somos iguales/ 362le digo lo siento (.)/ 633a mí una vez me pasó/ 364tuve una experiencia muy mala/ 365y yo ya no no me interesa/ 366y sí o sea sí está sí se (.)/ 367sí está feo/  368porque es- son las personas/ 369que te tienen que cuidar/ 370y son las que te lastiman/

[Microrrelato: “Te manosean toda”]

371igual en la calle/ 372o sea vas caminando/ 373y de repente pasa alguien en bicicleta/ 374y te manosean [toda]/

           I2 ̶  375 [Ay sí]/

 

En [2], tras el prefacio, la hablante utiliza la deixis representacional para pasar del contexto de la enunciación a localizarse en un mundo exterior al mismo, es decir, que guía a sus interlocutoras, por medio de las marcas indexicales, hacia un tiempo y un espacio ajenos a aquellos en los que se sitúa la interacción. Como señala Martínez Ruiz, la codificación del tiempo gramatical del enunciado se realiza “tomando como punto de partida el ahora en el que se encuentra el hablante” (Briz 249), para crear un pasado en el que se insertan los acontecimientos narrados. De ahí que los verbos correspondientes al bloque de enunciados que conforman la complicación y la resolución de la narrativa (del 221 a 310) se encuentren, en su mayor parte, conjugados en pasado, con excepción de aquellos que corresponden al discurso directo. Sin embargo, al igual que en [1], los verbos en presente, como los de los enunciados 245 y 274 a 284, resaltan los eventos que la hablante considera más relevantes de acuerdo con la intención de su narración: cuando los policías le piden bajar del automóvil y cuando uno de ellos comienza a tocarla.

A partir del enunciado 311, no obstante, se genera un cambio en el uso deíctico de tiempo y de persona que, como ya indiqué, responde a una estrategia de implicación conversacional. El Esquema 2 muestra la manera en la que, por medio del cambio del deíctico personal “yo” a “tú”, las cuatro participantes del contexto de interacción —incluyendo a la hablante en turno y a E—son integradas en las evaluaciones que I3 elabora como parte del juicio global hacia las acciones de los policías —“ellos”—.

 

 

 

 

 

Otro elemento relevante es la locución prepositiva “desde ahí”, con la que sitúo la coda a partir del enunciado 319. El adverbio, en principio, apunta hacia el espacio en que tienen lugar los eventos narrados;  sin embargo, un examen más profundo a los enunciados que siguen al 356, donde se repite dicha locución, muestra cómo con “ahí” la hablante se refiere al contexto evocado por la memoria, o sea, a las coordenadas personal, espacial y temporal yo-ellos-entonces-ahí que sitúan dichas acciones en relación con el yo-tú-ahora-aquí de la situación de habla. Trabajos como el de Alves han mostrado cómo el adverbio “ahí” tiene una función anafórica en el español de México, pues se usa en “contextos en los que la localización se encuentra en el discurso previo (anáfora) o en la memoria común de los interlocutores” (14). Para Cifuentes, la deixis anafórica y la deixis textual o discursiva tienen en común el hecho de que “los referentes de los deícticos son unidades lingüísticas en vez de entidades extralingüísticas”, es decir, que existe un reenvío al cotexto[vii]  (6). Lo que caracteriza a la anáfora es que “la referencia es hecha a una entidad extratextual a la que ha hecho ya referencia una expresión antecedente” que se encuentra en el entorno textual (Cifuentes 6), o sea, que el deíctico anafórico no se refiere al elemento lingüístico previo, sino al referente de la expresión que lo antecede y con la que este se relaciona.

Es posible clarificar esta relación si se entiende la experiencia narrada como una situación o universo de discurso creado por el texto; así, se orienta la atención de las interlocutoras a una parte del texto —la historia—, pero la referencia no es este, sino la situación extratextual a la que el mismo alude. De esta manera, el deíctico “ahí” que engloba dicha situación, antecedido por la preposición “desde”, permite a I3 localizar los sentimientos —“un coraje”— y las acciones que, derivadas de estos, lleva a cabo de manera posterior al abuso de los policías como resultado del mismo. El Esquema 3 muestra cómo la fijación espacial efectuada por el uso de “ahí” en la coda de [2] dibuja una curva temporal que sitúa las acciones de la hablante en una continuidad que inicia inmediatamente después de que los eventos contados concluyeron y que alcanza el aquí y ahora de la conversación.

 

 

 

           

La coda con la que I3 cierra su narración contiene, además, un elemento que hasta aquí no he enunciado. Se trata de un relato que, pese a su tamaño reducido, cumple con los criterios básicos de narratividad, según lo señalado tanto por Labov y Waletzky como por Gallardo Paúls: el encadenamiento temporal a-entonces-b de las acciones y el carácter perfectivo de las mismas. Estas narrativas mínimas o microrrelatos aparecen en todo el corpus y se caracterizan, por su función evaluativa, como elementos unificadores de la experiencia. 

 

371igual en la calle/ 372o sea vas caminando/ 373y de repente pasa alguien en bicicleta/ 374y te manosean [toda]/

 

Según lo expuesto con anterioridad, la formulación generalizada de un evento a partir de la estrategia de implicación que I3 lleva a cabo por medio del uso deíctico de la segunda persona se repite en los enunciados 371 a 374. A esta estrategia se aúna el uso de las formas verbales en presente con las que la hablante busca colocar su experiencia en el ahora de la enunciación, es decir, de manera similar a la deixis am phantasma “que lleva al oyente a un yo-aquí-ahora diferente del yo-aquí-ahora de la enunciación”, de forma que aquél queda traspuesto al momento de la interacción conversacional (Briz 246). Esta temporalidad, que por medio de la trasposición se percibe como continua o habitual, se encuentra anclada en un espacio a la vez definido pero impreciso: la calle. La estrategia de generalización llevada a cabo por la hablante implica, pues, las cuatro coordenadas deícticas en relación con las cuales esta identifica a las personas y las acciones de su relato, con lo que la experiencia completa adquiere un carácter prototípico.

El relato que sigue en la serie de historias “Los policías” es una muestra de cómo esta prototipicidad acepta variaciones específicas de la experiencia individual que se van sumando a la experiencia global.

 

[3]

 

(Relato 5. En el malecón)

T11. I1 ̶   376A mí me pasó algo así/ 377en el malecón (.)/ 378en Vallarta (.)/ 379de que (.) fuimos muchas amigas/ 380y estábamos tomando/ 381y este pos ven muchas chavas/ 382y t- y siempre piensan que/ 383pues hay: chavas tomando/ 384y piensan que pueden hacer de las suyas (.)/ 385y me acuerdo que estábamos este muy a gusto/ 386en el malecón con nuestros litros/ 387y toda la cosa/ 388y un fulano llegó/ 389así súper borracho/ 390y me agarró la nalga/ 391pero o sea no creas que así /  392o de / 393no así:/ 394o sea de que ajá ((risas))/ 395de que el apretón asqueroso (.) / 396obviamente yo voltié/ 397primero  sacada de onda/ 398así como que pues qué pasa /399y ya que ubicas qué es lo que está pasando/400aventé al fulano /401y se acerca un policía/402de los que está ahí constantemente vigilando/ 403porque era temporada alta (.)/ 404entonces se acerca este: el policía/ 405y dice qué está pasando (?)/ 406le dije pues este cerdo que no sé qué que hizo/ 407y me puse ahí a desahogarme/ 408con el nudo en la garganta de que sientes súper feo o sea (.)/ 409y este y el fulano: así de ay (¡)/ 410dejó ir al fulano al otro/  411porque le dio billete/ 412la verdad no estoy segura/413no lo puedo asegurar/ 414pero hicieron e: movimientos sospechosos/ 415como  de que se agarraban  ahí (.)/ 416y ya este se fue el otro fulano/ 417y el fulano se quedó a mí diciéndome que/ 418que si estoy tomando que no sé qué que o sea (.)/ 419la agarró el poli contra mí/ 420la verdad yo estaba encabronadísima/ 421lo dejé ahí parado/ 422y me fui/ 423pero esta- sentía como sobre todo impotencia/ 424sí me entiendes (?)/ 425así como que (.)/ 426como tú dices/ 427son los que te tienen que defender/ 428y: por el amor de dios / 429se ponen ahí peor/ 430yo estaba encabronadísima/ 431impotente:/ 432con ganas de llorar/ 433pero (.) no sé/ 434era un coraje horrible horrible/ 435se siente frustrante/

 

            El fragmento [3] comienza con un resumen —enunciado 376— por  medio del cual I1 establece una similitud entre los eventos que está por contar y los recientemente narrados por I3. Entonces, la hablante integra a su narración algunos elementos orientadores que especifican  el espacio en el que se desarollaron los eventos —“en el malecón, en Vallarta”, en los enunciados 377 y 378—.

El primer elemento generalizador de la experiencia se encuentra en los enunciados 381 a 384, en los que las desinencias verbales que señalan a la tercera persona del plural masculino — -an, -en, en los verbos ver, pensar y poder— refieren a personajes que aún no han sido identificados en la narración, pero que parecen ser los del relato anterior. Se trata, pues, del mismo “ellos” señalado en el microrrelato “Te manosean toda”. Esta referencialidad intratextual se constata más adelante, cuando en los enunciados 388 a 390 —“y un fulano llegó así súper borracho y me agarró la nalga”— la hablante se sitúa en el momento de los hechos narrados para individualizar al hombre hasta ahora generalizado en “ellos”, a partir de la acción que los vincula: el manoseo.

            El cambio de la primera a la segunda persona en  408 “con el nudo en la garganta de que sientes súper feo” es otro elemento generalizador de la experiencia con el que la hablante involucra a sus interlocutoras en las evaluaciones por medio de las que hace referencia a las emociones provocadas por la acción del hombre: el extrañamiento o la desorientación que expresa la frase “sacada de onda” en el enunciado 397 y el ahogamiento o asfixia como metáfora de una saturación afectiva en  407 con “desahogarme” y en 408 con “con el nudo en la garganta”. Otra estrategia de implicación es la pregunta de I1 en 424 “sí me entiendes (?)”, utilizada para enfatizar la evaluación de las acciones de otro de los personajes que aparecen en su relato: el policía. En 424, pues, la hablante en turno se dirige a la hablante anterior para confirmar su aprobación, más que su entendimiento, con respecto al sentimiento de impotencia provocado por la situación que vivió. De ahí que en los enunciados 426 a 429 I1 retome, por medio de una paráfrasis, el posicionamiento expuesto en el resumen y en la coda del relato de I3:

 

426como tú dices/ 427son los que te tienen que defender/ 428y: por el amor de dios / 429se ponen ahí peor

               

            Esta referencia a lo dicho anteriormente por I3 traslada la evaluación sobre las acciones de los policías de su relato al de I1, pese a las diferencias que existen entre ellas. No obstante, el uso de “ahí” como deíctico anafórico señala, como lo hace en [2], tanto a la situación espaciotemporal que enmarca las acciones de los policías en todos los relatos como a estas últimas, lo que sumado al uso del presente las generaliza. Con lo anterior, las estrategias de implicación de las interlocutoras en las evaluaciones que produce la hablante se conjugan para unificar las experiencias más allá de las especificaciones que proveen las referencias al contexto de los eventos relatados.

En [3], la hablante termina su narración con la coda “se siente frustrante” en el enunciado 430, una evaluación con la que apunta a los sentimientos desencadenados —gracias a las estrategias de implicación— tanto en ella como en sus interlocutoras por las acciones de los policías en los tres relatos. La unificación de la experiencia producida por el uso deíctico de las hablantes redunda, así, en la generalización evaluativa al final de la serie de historias.

 

 

 

 

Tabla 1. Aparición de los evaluadores de estados sentimentales en la serie de historias Los policías

 

Orientación Complicación Resolución Coda
3. “El susto de mi vida”
 

 

186. y yo así de no:

187. estaba como trabada

193. estaba toda frustrada

217. berreando horrible

218. porque me sacaron el susto de mi vida

4. Policía de Zapopan
250. me puse renuente

263. uno le da miedo como mujer

1

269. a intimidarme

285. y yo así con la lágrima

297. y yo llorando

 

2

309. y sí estaba llorando

310. porque sentí feo

313. te sientes como ultrajada

316. y se siente muy feo

319. desde ahí les agarré un coraje enorme

340. yo desde ahí un coraje enorme

359. yo sí me les pongo brava

367. sí está feo

370. son las que te lastiman

5. En el malecón
385. Estábamos muy a gusto 3

397. sacada de onda

398. como qué pasa

408. con el nudo en la garganta de que sientes súper feo

 

 

420.yo estaba encabronadísima

423. sentía impotencia

430.yo estaba encabronadísima

431. impotente

432. con ganas de llorar

434. era un coraje horrible

 

435. se siente frustrante

 

 

La Tabla 1 muestra la manera en la que se organizan los evaluadores de estados sentimentales expresados por las hablantes en la serie de historias analizada. La localización de los evaluadores me permitió componerlos en bloques de significados para ubicarlos bajo dos categorías o estatutos significantes generales, miedo e ira, a los que he agrupado tomando en cuenta los ejes sintagmáticos o “tribus” en los que Marina y López organizan los dominios de la experiencia expresados por el lenguaje. Dichos autores definen el miedo como “una perturbación del ánimo por un mal que realmente amenaza o que se finge en la imaginación” (246), de forma que el miedo —o el léxico afectivo perteneciente a su campo semántico, como el nerviosismo o la intimidación— es el sentimiento motivador de la ira, del enojo o de la frustración que se desencadena luego de la percepción del peligro o de aquello que rompe con la tranquilidad previa a esa emoción.

La ira se relaciona así con el aspecto dinámico del afecto que la motiva, con el impulso de ir contra algo o de separarse de algo; con la repulsión[viii] o el rechazo que causa la acción de otro, como parte de una serie de sentimientos “desencadenados por todo aquello que excede a nuestra capacidad de previsión o de control” (Marina y López 250). Así, de acuerdo con estos autores, el enojo se convierte en un sentimiento de segundo nivel, siendo el primero la percepción de un daño que motiva, tras la interpretación correspondiente, la aparición de la ira. De ahí, pues, que los evaluadores que pertenecen a este campo semántico se ubiquen en relación con las dos últimas funciones —la resolución y la coda— de los relatos aquí presentados, lo que configura al enojo como la unidad significativa básica en torno a la cual se organiza la intención subversiva del acto de habla producido por la estructura conversacional global.

 

 

 

Conclusión

De acuerdo con el análisis previo, el paralelismo discursivo que es producto de la función de concordancia que estructura la conversación me permite reconocer en las entrevistas una experiencia común que se ajusta, como he señalado, a un esquema narrativo en el que el sistema indexical del lenguaje permite “dirigir la atención a un mundo compartido bajo una perspectiva particular” construida desde la intersubjetividad (Edwards 4). La co-construcción de la experiencia tiene, pues, un arraigo fuerte en las estrategias de involucramiento de las interlocutoras y en la unificación espaciotemporal de las acciones violentas impuestas sobre ellas por los hombres.  Tales estrategias se ejecutan, pues, con un fin pragmático que va más allá del acto narrativo, y que se relaciona con el enojo que las informantes sienten con respecto a la situación de violencia sexual a la que se encuentran expuestas día con día.

La premisa de la que partió este trabajo, en efecto, es que existe un fenómeno de cambio social con respecto a la naturalización del acoso y de la violencia sexuales que viven las mujeres en el espacio público. Este cambio, sostengo, se origina en el microproceso social por excelencia que es la conversación cara a cara, en el que se co-construye un acto de habla subversivo a partir de los procesos de negociación conversacional con los que el intercambio adquiere una estructura argumentativa referente a los sentimientos negativos que tales experiencias provocan en ellas, de manera que las experiencias individuales traídas al momento de la interacción sirven como el fundamento de una exigencia de cambio. Dicha exigencia encuentra su eco en las manifestaciones de los últimos años en contra de la violencia ejercida sobre las mujeres a lo largo y ancho del territorio mexicano, cuyo ejemplo más reciente es la del doce de agosto de 2019 en la Ciudad de México, en la que se protestó por la violencia generalizada contra las mujeres en nuestro país y, en específico, por el supuesto abuso de una menor por parte de cuatro policías. Esta movilización tuvo resonancia una semana después en diferentes ciudades del país, entre ellas, Guadalajara, Chihuahua, Aguascalientes, Baja California, Saltillo, Morelia, Puebla, San Luis Potosí y Oaxaca, y ha derivado en una crítica generalizada por parte de las mujeres hacia esta forma de violencia. 

Con lo anterior, me veo en la posibilidad de señalar la necesidad de que el discurso oculto de las mujeres, es decir, las conversaciones privadas en las que contamos nuestras experiencias de acoso y violencia sexuales en las calles, sea tomado en cuenta para entender la evolución de la lucha histórica de las mujeres por el acceso al espacio público, entendido ya no solo como el ámbito del poder político, sino como el espacio común en que se desarrolla nuestra cotidianidad. Así, podemos acercarnos a la comprensión de la resistencia feminista en México y en América Latina, cuyo resurgimiento refleja la problemática a la que las mujeres de sus grandes ciudades nos enfrentamos.

 

 

Notas

[i] Esta ficha es una adaptación de la propuesta por Britz (17-18).

[ii] Un acercamiento a  esta teoría se encuentra en Deirdre Wilson y Dan Sperber, “Linguistic form and relevance”, Lingua, núm. 90, 1993, pp. 1–25, https://www.researchgate.net/publication/326994930_Intersubjectivity. 

[iii] Puede consultarse la obra de Coulthard para profundizar en la propuesta de la Escuela de Birmingham, en especial An introduction to Discourse Analysis. Longman, 1977.

[iv] Es preciso señalar, de nuevo, que la entrevista se llevó a cabo dentro de una cita a la que acudieron las informantes, encuentro cuyo inicio y fin tuvieron lugar antes y después de que se realizara la grabación.

[v] Esto es, la evaluación que apoya o refuerza el juicio emitido por la narradora de la historia anterior (Gallardo 141).

[vi] Las marcas de transcripción utilizadas son las siguientes:

// Inicio y fin de la transcripción

Tn Número de turno

E Entrevistante

I₁ Informante 1

I2 Informante 2

(.) Pausa menor a dos segundos

(3) Pausa mayor a tres segundos

Subrayado Énfasis

Autointerrupción

: Elongación de vocal o consonante

Cursiva discurso directo

/n separación y número de cláusula

(?) Interrogación

(¡) Exclamación

[ ] Interrupción o solapamiento

(()) Ruido

|movimiento ostensivo|

(I) Ininteligible

[vii] Entendido, según Calsamiglia y Tusón, como el entorno textual o “los enunciados que rodean a aquello que se está considerando para el análisis” (109).

[viii] La repulsión, de acuerdo con Marina y López, forma parte de la segunda de las cinco dimensiones afectivas básicas (relevante/irrelevante; atractivo/repulsivo; agradable/desagradable; apreciable/despreciable; activador/depresor) que, en el dominio de las evaluaciones, atribuimos a las experiencias y a las cosas.

 

 

 

 

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  1. Ellos empezaron
  2. Me paré
  3. voltié

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