El discreto encanto de lo pequeño (fragmentos)

Eduardo Elechiguerra

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Jueves, 27 de enero de 2011

El otro día, mientras caminaba en el Parque del Este, me pregunté si estas palabras, en vez de ser un diario, son una escritura marginal de los días. Qué de lo cotidiano se puede gestar en un cuaderno de notas escritas en la calidez de la casa y no en el atropello de la calle. ¿Acaso mi palabra puede imitar el movimiento de los días, su ritmo pasajero e irrepetible? Es mi intención. Es mi pretensión. ¿Los días transcurren, acaso, según cómo los escriba? Una escritura de los días amoldará la interioridad como si se tratara de ocupar una casa, habitarla. Escribir, hablar incluso, es habitar: darle forma natural a nuestra memoria. Al final, ésta será una escritura del día a día si la grafía de mis gestos está atenta a los movimientos cotidianos.

Por ejemplo, desde el comienzo del año, he estado escribiendo una palabra o una frase corta en cada fecha del calendario; una palabra que haya asociado con esa fecha en particular, sea porque la englobe, porque haya sido repetida a lo largo del día o por alguna otra casualidad cuajada en palabra. Ha sido un ejercicio de atención al lenguaje, me ha mantenido atento a lo que ocurre y a lo que hago, lo que me rodea y lo que se mueve interiormente, cauteloso a no etiquetar el día por el simple descubrimiento de la palabra “precisa”. Se trata, no de condensar el día en lenguaje, sino acercarlo más a mi memoria. Tal vez el ejercicio funcione más por la actitud que demanda de mi parte que por el resultado en sí, más atento a la esencia evocadora del lenguaje que a su firmeza de clasificación.

Sábado, 13 de mayo de 2012

Borrando, o para ser más preciso, eliminando mensajes de texto en el celular, me doy cuenta de que la mensajería tiene un carácter de instante biográfico que convierte cada aviso, cada estado, en un hito; minicuento o minipoema, no por breve, sino por instantánea, coágulo del instante.

 

Miércoles, 23 de enero de 2013

“El poeta es un ocioso de la lengua”, cita Gr una nota que hizo Castillo Zapata hace cierto tiempo en una clase. La imagen que me llega es la de quien masca un chicle: saborea, saliva, sabor frutal, gasta, amasa. Como quien masca sin descanso, el poeta también es un anónimo, un cualquiera que experimenta con su mano, o con su boca, mejor dicho. Un amante de su propia lengua. ¿Un amante estéril?

¿Qué son, entonces, el lenguaje y la escritura? ¿De qué valen si son variaciones de una reflexión, de un flexionarse sobre sí mismo, de una constante masturbación mental? ¿Hacer pública la inflexión?

Lunes, 12 de agosto de 2013

La inconstancia, la interrupción, la desatención son las razones del diario, de donde se sostiene para registrar la unidad sólo aparente de la vida.

Jueves, 5 de diciembre de 2013

Toda esta escritura carece de sentido si no detallo que la estoy haciendo en la playa, sobre arena blanca, bajo un cielo soleado y ante un mar casi cristalino y con una hormiguita recorriéndome el cuerpo todavía vestido. La escritura del diario carece de sentido si no se detiene en las condiciones con las cuales está siendo escrita.

Hay cuatro suecos diagonal a donde estamos ubicados y con quienes nos vinimos desde el hotel, con quienes querría hablar (ojalá en sueco).

La hormiga recorre mi rostro y el sol sale de nuevo mientras recuerdo que no aparece mi maleta en este viaje arubeño. Me veo tentado a imaginar dónde estará mientras repito casi la misma ropa todos los días, como si este viaje sólo pudiera disfrutarse repitiendo, sin pretensiones, una misma ruta y una misma ropa.

Lunes, 3 de febrero de 2014

1:46 pm

Añado otra marca a esta escritura: la hora de exposición. Como si el transcurrir de cada minuto, la hora de almuerzo y demás registros temporales, fueran un indicio de lo que se escribe. Cada uno de estos detalles me forma y deforma, me ubica en coordenadas que se transforman al momento de escribir.

Lunes, 3 de febrero de 2014

8:08 pm

Más que llevar un diario, ¿por qué no proponerme un collage del día a día, plasmar lo diario en lo fragmentario de los retazos, en facturas, papeles, envoltorios, telas? ¡Qué fascinante, u obsesivo dependiendo de cómo se vea, arrancar retazos de tela de cada una de las personas con las que se interactúa para llevar a cabo tales collages-diarios y pegarlos junto a palabras resonantes que pronunció esa persona! ¿Quién accedería a tal propuesta de pedirle un retazo de su ropa? ¡Sólo así se podría tener imagen fiel del día a día de alguien de una manera más textil, que no tan textual, aunque también se haga alusión a las palabras dichas!

¿Será posible atender más al día con este proyecto sumado al diario en sí? No deseo un control sobre los días, sino mayor alusión a sus movimientos, a sus olores, a sus palabras, a sus sonidos, a sus personas, en fin, a sus registros vitales.

 

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