City University of New York (CUNY)
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Space and the Memories of Violence. Landscapes of Erasure, Disappearance and Exception. Ed. Estela Schindel and Pamela Colombo. Palgrave Macmillan Memory Studies, 2014.
“What happens when state crimes do not leave traces and when there are no recognizable graves?” (1) Es la pregunta fundamental que abre Space and Memories of Violence (Shindel y Comolmbo, 2004). En adelante, y en torno a esta primera interrogación, irá surgiendo lentamente toda una constelación de cuestiones sobre la posibilidad de reconstruir esa memoria desaparecida, la capacidad de, mediante su recuperación, activar unas prácticas determinadas que permitan la resistencia y que, incluso, proyecten un nuevo espacio, esta vez de posibilidad.
The analysis of policies and practices of memory, on the other hand, could and should consider the question of how state-sponsored violence militates against certain uses of space and promotes others, and this reflect on how collective memory may contribute to a strengthening of the social networks and even the reversal of the disintegrating effects of genocidal and annihilator practices. (3)
Y es que, desde muy temprano, las editoras Estela Schindel y Pamela Colombo ubican en un espacio que, desde su localización eminentemente académica, transciende las fronteras del conocimiento en busca de una determinada agencia. Este libro quiere ser leído, lo veremos adelante, no como el contenedor de una serie de problemas históricos que se pretenden resolver, sino más bien a modo de manifiesto o ajuste de cuentas. Se trata de un pulso discursivo contra una forma de poder sistémico que se corporalizará de muchas formas a lo largo del texto y que, precisamente, se pretende conjurar evocándolo, reconstruyéndolo y diseccionándolo. Así las responsables del proyecto, parafraseando a uno de sus autores, cabeza de cartel, David Harvey, que cierra este volumen, testifican una voluntad y una toma de posición teorética:
In a passionate statement advocating the reintegration of historical memory and justice with an emancipated urban life, Harvey concludes by emphasizing the political force of memory for creating ‘spaces of hope’. (14)
Entre los capítulos de este libro nos encontraremos con un repertorio de nociones y estructuras teóricas en su mayoría ya cotidianas, aquellas a las que solemos recurrir cuando pretendemos entender el funcionamiento estructural de la violencia y la memoria dentro de la sociedad y por parte de los poderes fácticos: biopoder, excepción, violencia simbólica, territorialización y desterritorialización, etc. La gran apuesta de este libro consiste en haberse comprometido a aterrizar aquellos contenidos teóricos en determinados casos concretos, teniendo siempre presente la circunstancia de cada momento histórico, indisociable de sus circunstancias específicas. Quien se acerque a esta obra en su totalidad, encontrará un perfecto ejemplo de cómo conjugar conceptos y discursos desde una perspectiva más general, que sin embargo respeta la multiplicidad heterogénea en que se manifiestan los fenómenos que abordan los análisis. Aunque el libro contempla la fenomenología propia de cada caso, el lector escuchará la reverberación de un diálogo histórico y transnacional entre unos capítulos y otros. Podría decirse, entonces, que la estructura de la obra es, como en otros proyectos similares, dialógica. Cada autor y cada objeto se presenta y expone individualmente, pero las interconexiones más o menos explícitas entre los casos proyectan una retícula mediante la que los lectores podrán trazar, según su interés, múltiples puentes temáticos y teoréticos. Por supuesto, la variedad de enfoques, espacios de conflicto abordados y fórmulas socio-estructurales analizadas también valdrán a un lector fragmentario que busque profundizar algún asunto concreto que coincida con alguno o varios capítulos. En este sentido, encontraremos en esta obra planteamientos ya tradicionales, como por ejemplo prolongaciones de discursos y voces bien asentadas en este marco disciplinar (Harvey, 244) junto a otros más novedosos, como podría ser el de Starvos Stavrides y su tesis sobre la inversión del estado de excepción durante los movimientos populares y transnacionales de ocupación en 2011 (231).
En cualquier caso, existen un buen número de referentes, la mayoría explícitos, que funcionan como sustrato teórico de estos trabajos: el ubicuo Foucault, su biopolítica y su panóptico, la excepción de Agamben, la necropolítica de Mbembe, son algunos ejemplos en lo que al estudio de la violencia y poder se refiere. Junto a estos, aparecen otros conceptos tradicionalmente relacionados a las artes y la narrativa: cronotopos bakhtinianos (Kristen Mahlke, 105) o Latinoamérica entendida simbólicamente como locus of desire (Gudrum Rath 291), que sin embargo desbordarán aquí también sus límites de representabilidad para derramarse en el espacio de lo social.
No será este el único momento en el que las fronteras de posibilidad discursiva se expandan. Space and the memories of violence tiene clara vocación interdisciplinar, producto directo de su intencionalidad política. La inclusión de un texto teatral del autor Juan Mayorga (91) representa un valiente gesto de relajamiento de la férrea normatividad del género académico en pro de la afirmación de las potencias enunciadoras del arte para generar conocimiento y resistencia, frente a la violencia sistémica que este mismo proyecto se esfuerza por señalar y combatir. Las editoras explicitan así una toma de posición activa y ratifican una convicción en favor de las capacidades descriptivas, prescriptivas y, al cabo, políticas del arte. Entre sus capítulos encontraremos también modelos de análisis más tradicionales que tienen como objeto las producciones artísticas en tanto síntomas que permitirían diagnosticar retrospectivamente determinados procesos históricos (Jay Winter, 77), así como ratificaciones de la agencia política del arte como modelo de resistencia y motor de un horizonte de posibilidad (Gudrum Rath, 219). Dada esta apuesta, quizás valdría preguntarnos entonces hasta qué punto este tipo de gestos de aperturismo y resistencia son eficaces para estrechar la brecha entre el discurso academicista de corte sociopolítico y las problemáticas materiales/reales de los conflictos abordados. Cada lector, en cada caso, llegará a sus propias conclusiones, pero el mero intento de trascender las fronteras discursivas ya es loable.
En cuando a la variedad geográfica y casuística, el libro también parte de una clara toma de posición. El volumen se abre con el artículo de James A. Tyner sobre las borraduras que la violencia extrema produjo en Camboya durante la dictadura de Pol Pot y la transición posterior a este periodo. Me atrevo a decir que la elección de este trabajo como inicio del libro no es accidental, sino que, de este modo, se intentan privilegiar los espacios periféricos y se subraya la naturaleza a menudo liminal de los espacios de violencia y la consecuente erosión de la memoria en estos tipos de procesos históricos de opresión/exclusión. El libro viaja desde Camboya a Turquía, pasando por buena parte de Latinoamérica, Polonia tras la II Guerra Mundial, la España dictatorial franquista, etc. Sin embargo, la ambición globalizante se ve un tanto limitado por el protagonismo de Argentina dentro de la obra, fruto de la génesis del proyecto. Al menos siete de los diecisiete capítulos están centrados en este país. Encontraremos en la introducción del libro la razón de este desequilibrio:
The idea for this book originated several years ago when we began to think about what concepts and theories could help us to grasp the problem of space in relation to enforced disappearances during the Argentine dictatorship (1976-83). (9)
Es desde este punto de partida que las editoras deciden acometer la compilación de Spaces and the Memories of Violence. Y aunque en el resultado final todavía resulta evidente la posición de Argentina como centro del mapa en el que se trazan estas redes discursivas, no se invalida por ello su voluntad manifiesta de representar esta red de concomitancias.
This book thus tells, among other things, a success story in the practice of transnational circulation of concepts and ideas beyond the North-South divide. It also represents an acknowledgement of the fact that, in times of multidirectional, transnational and transcultural memories (Rothberg, 2009; Assmann and Conrad, 2010; Radstone, 2011), contrasting past traumas and memories proceeding from diverse historical experiences can illuminate each other, provide a space for fruitful mutual learning and even foster the construction of ‘geographically flexible networks of resistance (Bosco, 2006).
Frente al problema del excesivo peso que el caso argentino tiene en la obra, quizá una de sus fortalezas a cambio sea la ya mencionada apuesta por privilegiar las subjetividades periféricas. Son especialmente interesantes a este respecto los capítulos ya mencionados de James A. Tyner o Juan Mayorga (en su condición de vasco, esto es, periférico dentro del marco del Estado Español, que aborda el problema de la memoria borrada por el holocausto en Varsovia, otro espacio periférico dentro del espacio occidental europeo), también merecen, a mi juicio, mención a este respecto los capítulos de Meltem Ahiska sobre las Saturday Mothers de Turquía, el de Stavros Stavrides que aborda el fenómeno conocido como Primavera Árabe y su extensión a otras sociedades precarizadas, o incluso el de Pamela Colombo que trabaja sobre la provincia Argentina de Tucumán, un espacio geográfica y simbólicamente excéntrico dentro del país.
Encontraremos a lo largo de toda la lectura, tanto latente como explícitamente, la presencia ubicua de la noción de archivo. Se trata, sin embargo, de un archivo rupturista y premeditadamente multidimensional, que se expone en su versión más híbrida, dinámica y heterogénea. A menudo aparece encarnada en los cuerpos: los cadáveres de la guerra civil no son solo testigos mudos de la violencia, sino también testimonio de su propia invisibilización, pugnando durante años por recobrar, como todo archivo, su legitimidad jurídica y política (Francisco Ferrándiz, 64). En otros momentos nos encontramos con relatos de memorias contra-hegemónicas representadas en tanto que mapas que subvierten su condición de archivo-artefacto para la reclusión y la conquista, reformulándose como maquinarias capaces de desenterrar las memorias latentes de los muertos del gueto (Juan Mayorga, 91). Incluso, en relación con las desapariciones durante la dictadura Argentina, se nos revela una forma de archivo fantasmagórico, que preña de contenido su propio vacío, como único testimonio de unas brutales prácticas que no dejaron más traza que su propia ausencia (Silvana Maldonessi, 119).
Es en este punto donde Spaces and the Memories of Violence quizás se convierte en una apuesta absolutamente interesante. Entiendo este libro como el antecedente de un necesario acercamiento a la verdadera problemática de la configuración de contra-archivo en el que buscar los vestigios de los relatos borrados por el hegemónico archivo oficial. Este archivo se encuentra históricamente erosionado, desmembrado, fragmentado, inconcluso, a menudo cuesta hacerlo hablar y, cuando se consigue, pareciera que apenas balbucea. Y sin embargo el libro de Schindel y Colombo da buena prueba de hasta qué punto estos inesperados vestigios están también cargados de potencias narrativas y de resistencia. Sería deseable que, q partir del ejercicio práctico de recuperación y restauración de estos fragmentos de memoria que supone este libro, nos embarcáramos en una reflexión profunda sobre las fortalezas y complejidades de tantos archivos hoy, también, forzados a desaparecer.