Una poética del derrumbe Moderna y fragmentaria Ana Cristina Cesar, Inédita y dispersa

Betina Barrios Ayala
Universidad Central de Venezuela
betinabarriosayala@gmail.com

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Resumen

Poesía y modernidad en Latinoamérica se conjugan de manera notable en la figura de la poeta y traductora de origen carioca, Ana Cristina Cesar. El siguiente texto persigue presentarla como representación femenina insigne de uno de los períodos más ricos en sensibilidad que haya acontecido en la región. Con un tono lírico plagado de extrañamiento y exilio, representa una voz arrancada de raíz, que vaga entre nostalgia, placer y derrumbe. Ana Cristina Cesar, quien fuese también investigadora, abre espacios reflexivos que continúan resonando en la contemporaneidad. Con ello recupera su elección marginal, atemporal y transgresora; lúcida regresa para nutrir los debates de la crítica de hoy.

 

Palabras Clave

 Poesía, Modernidad, Traducción, Extrañamiento, Fragmentariedad.

 

Abstract

Poetry and Modernity in Latin America are combined in a notable way in the figure of the poet and translator of Carioca origin, Ana Cristina Cesar. The following text aims to present it as a female representation of one of the richest periods of sensitivity that has occurred in the region. With a lyrical tone plagued with estrangement and exile, it represents a voice torn from the root, which wanders between nostalgia, pleasure and collapse. Ana Cristina Cesar, who was also a researcher, opens reflective spaces that continue to resonate in the contemporary. It recovers its marginal, timeless and transgressive choice; Lucid returns to nurture the debates of today’s critique.

 

Keywords

Poetry, Modernity, Translation, Strangeness, Fragmentarity.

«a luz se rompe»

Ana Cristina Cesar

 

Para comprender la obra de Ana Cristina Cruz Cesar (1952-1983) resulta esencial tomar en cuenta el contexto en que se produjo. Nacida en la ciudad de Rio de Janeiro, Brasil durante el mes de Junio, esta poeta y traductora construye su acervo de manera dispersa, demostrando una continua experimentación con el soporte. La fragmentariedad de su obra, se instala en una suerte de registro cotidiano inscrito en la tradición de Walter Benjamin. Una sensibilidad poblada de cuerpos inacabados e inagotables en su forma (materialidad) expresiva. A propósito de esto, la investigadora argentina Florencia Garramuño, señala en el texto introductorio a la publicación sobre la autora, Álbum de retazos. Antología crítica bilingüe. Poemas, cartas, imágenes e inéditos; editada en 2006 por la célebre editorial Corregidor, lo que sigue:

«Ese efecto de escritura infinita que Ana Cristina instaló en la lectura que ella misma hizo de su propia poesía adquiere, desde su archivo, mayor intensidad. En él se percibe con claridad el carácter de obra en proceso de la escritura de Ana Cristina: los textos son reagrupados en manuscritos diversos; distintas versiones de un mismo poema, corregidos varias veces con tintas de distintos colores, aparecen en cuadernos y libretas o se desprenden de ellos para encabritarse, nuevamente manuscritos, en hojas lanzadas al viento inhóspito de la “exterioridad” (…) la escritura de Ana Cristina Cesar asume hasta las últimas consecuencias la dimensión efímera de la experiencia» (Garramuño 2006).

Regresando al tema del contexto, la explosión de la subjetividad que evidenció la literatura brasileña a partir de los años en que la dictadura de Castelo Branco mostró su periodo de mayor represión y salvajismo (1964–1968); condujo a una inclinación creativa que se distancia de la filiación política presente en la poesía de sus predecesores: los autores del conocido ‘movimiento tropicalista’, integrado por artistas exiliados que surtieron de inspiración para los jóvenes (este es el caso de Caetano Veloso y Gilberto Gil). La generación de Ana Cristina Cesar, integra entonces un movimiento ‘auto-creado’; que viaja por los márgenes, alejado de la tradición, donde prima la ‘filosofía del instante’ y la experimentación no solo en relación con el medio, sino en la propia vida; se trata de una construcción que responde al sistema represor desde la intimidad. De esta forma, la cultura se vuelca hacia lo personal, haciendo del contenido de la propia experiencia, un espacio para la crítica social. Surge así una poética que escribe desde la pasión y el miedo.

Este movimiento alterno, buscaba concentrar la experiencia compartida de una generación (conocida también como generación miméografo), especialmente la de esa que este año cumple su cincuenta aniversario. Los jóvenes del año 1968 en Brasil, optaron por organizarse de una manera específica; y lo hicieron a través de ciertas estrategias ajenas a la forma en que operaba la industria cultural de entonces, la cual estaba regulada e intervenida por la dictadura. Esta generación de jóvenes creadores, recibe el nombre de ‘poetas marginales’ dentro de la comunidad de entendidos que componen la crítica del momento.

El carácter de colectivo que adquiere esta generación que acoge a Cesar, empapa las producciones individuales de cada uno de sus integrantes. Uno de los rasgos que define a esta ‘estética marginal’, es beber de la contracultura; con ello, especialmente la poesía, revaloriza las experiencias vitales y subjetivas; lo que puede leerse como una respuesta rebelde y descreída de las estructuras institucionales que persiguen malear el corpus de la vida social.

Se gesta un rechazo a la intelectualidad, a la norma coercitiva; y es éste el factor más importante en relación a los cimientos de esta nueva visión poética en la que inscribimos a la autora. La obra de Ana Cristina Cesar resulta fundamental en la historiografía de su generación, reúne características que la colocan al frente de la misma: se trata de un corpus breve, vital, fugaz y transgresor.

Ana Cristina Cesar comienza a interesarse por la poesía de manera primitiva. En complicidad con su madre, con una lucidez infantil, comienza a llevar registro de sus ‘secretos’, aquellos pensamientos que como niña mencionaba que los adultos no estaban en capacidad de entender. De esta forma escribe, dibuja y configura sus primeros trabajos. Esta mecánica de registro de su propia obra, cuya naturaleza resulta genuina e indiscutiblemente fragmentaria, comienza a delinearse con mayor seriedad cuando incursiona en sus viajes a Europa. En 1969, Cesar se traslada a Inglaterra, y es allí donde ocurre una suerte de ‘pérdida de la fe’. Comienza a leer y traducir a autoras como Emily Dickinson y Sylvia Plath, por lo que se siente abrazar esta sensibilidad frágil, preñada de un intenso extrañamiento. Además, existe en su estructura familiar, toda una herencia depresiva; y la autora acota en gran parte de su producción creativa su compleja relación con la muerte. Le pesa el cuerpo, reclama un desdoblamiento liberador, una necesidad de ‘descansar’.

El trabajo de nuestra autora se encuentra verdaderamente empapado de las influencias del arte moderno de su país, encarnado en figuras como Lygia Clark. Esa exploración fuera de los márgenes, con una voluntad constructiva, la tendencia del objeto a ser negado en su uso y concepción más tradicional, la participación del espectador, la caída de la vista como sentido receptor principal de la experiencia del arte, tendencia a la expresión desde la colectividad, lo conversacional; además de esa característica tan plenamente moderna que tiene que ver con la hibridación, con la tendencia al collage compositivo, usando esta expresión con un ánimo que va más allá de la técnica específica, para instalarse en una suerte de mecánica creativa que toma y expresa desde diversas fuentes hacia una búsqueda de ‘constelación’.

Se trata de una poeta insigne de la modernidad latinoamericana, en palabras de su amigo Armando Freitas Filho, Ana Cristina encaraba la modernidad, nos dice que tal vez por eso murió temprano. Su trabajo se percibe lleno de pasaje permanente, de azar y un desdén por aquello que podría ser raíz. Dice Freitas: Ella no fue, ella se queda, como una fiera.

Resonancia de grandes poemas de la modernidad, con filiaciones a T. S. Eliot y The waste land; se elabora un deseo latente de partir y partirse en dos. La poesía de Ana Cristina Cesar, plagada y corroída por la ironía, recrea un desgaste en la fuerza inscrita tradicionalmente en la palabra poética, y alude a la cadencia de la modernidad; entre ilusión y derrumbe. La poesía de la autora se construye de aliento testamentario, documental, no localizable (ni en el medio específico, ni en la geografía); se trata de una cartografía de marcas personales que atan hasta lo indivisible el entramado entre vida y obra.

‘La poesía de unos depende de la asfixia de otros’, cita de Jorge de Lima que enuncia Cesar en un texto. A los dos años posteriores a su muerte, fue publicado el libro que revisaremos brevemente en las líneas que siguen. Se trata de Inéditos e Dispersos (1985), un trabajo compilado por Armando Freitas Filho. Estos textos se caracterizan por ser ensayos -entendido como poemas inacabados-, que responden a impulsos, y que distan de la voz madura y reflexiva que lograría desarrollar la autora, quien se ocupó de entretejer durante su vida ése impulso creativo y primigenio, en conjunción responsable y consciente con una labor académica, investigativa y crítica. Este libro recorre y traza la obra de Cesar dividida en etapas (1961–1983). Se trata de un compilado vasto en melancolía, con una voracidad latente, descarnada, honesta y salvaje. La mayoría son textos cortos. Leamos lo que sigue:

 

 

Soneto

«Pergunto aqui se sou louca

Quem quer saberá dizer

Pergunto mais, se sou sã

E ainda mais, se sou eu

 

Que uso o viés para amar

E finjo fingir que finjo

Adorar o fingimento

Fingindo que sou fingida

 

Pergunto aquí meus senhores

Quem é a loura donzela

Que se chama Ana Cristina

E que se diz ser alguém

 

É un fenómeno mor

Ou é um lapso sutil?»

(Cesar, 1968).

 

Soneto

«Me pregunto aquí si soy loca

Quien quiere sabrá decir

Me pregunto más si soy sana

Y aún más, si soy yo

Que uso el sesgo para amar

Y finjo fingir que finjo

Adorar el fingimiento

Fingiendo que soy fingida

Me pregunto aquí mis señores

Quién es la rubia doncella

Que se llama Ana Cristina

Y que se dice ser alguien

Es un fenómeno mayor

¿O es un lapso sutil?»

(Cesar, 1968).

El poema anterior dibuja un autoretrato que refleja una distancia del ser, una carga existencialista de dudas, puro nihilismo. Una suerte de desazón de sí misma en una conexión con un todo derrumbado persigue a la autora de estas líneas. Confiesa una permanente sensación de ‘auto-desconocimiento’, que se percibe catártico y doloroso. La personalidad compleja que padece un alma extra(viada)ñada; un permanente estar en un no-lugar, donde ‘nada es nacional’.

Veamos otro texto:

 

«Tenho uma folha branca

  e limpa à minha espera:

 mudo convite

tenho uma cama branca

       e limpa à minha espera:

          mudo convite

tenho uma vida branca

        e limpa à minha espera:

        »

(Cesar, 1969).

«Tengo una hoja blanca

       y limpia que me espera:

muda invitación

tengo una cama blanca

       y limpia que me espera:

              muda invitación

tengo una vida blanca

        y limpia que me espera:

        »

(Cesar, 1969).

 

La poética de Ana Cristina Cesar no para de cuestionarse sobre los mensajes inscritos en la cotidianidad. Con verbo sencillo, también habitado por el silencio, Cesar se relaciona con el todo en un ejercicio mimético, plagado de sensibilidad y sensorialidad. Las trazas modernas de las vanguardias europeas, abrazan toda su construcción poética; y el encadenamiento está también presente en su obra plástica.

Ana Cristina Cesar rebusca en su interior, a la vez que observa o padece, la lógica de la existencia. Su poesía se inscribe en una necesidad de definirse espacial y temporalmente, pero en sus intentos se revela un mismo resultado, la imposibilidad Se trata de una multiplicidad inagotable, que se escapa de las formas existentes para disolverse en un ánimo cosmogónico. Así mismo, imprime sus inquietudes en relación a la identidad de la mujer, es evidente que una de sus obsesiones radica en las categorías, en el vicio académico y cartesiano de encasillar; para ello emplea su propia identidad, o conciencia de falta de la misma, y elabora discursos plenos de sentido crítico que se emplean como banderas. Leamos lo que sigue:

 

Poema óbvio

«Não sou idéntica a mim mesmo

Sou e não sou ao mesmo tempo, no mesmo lugar e sob o mesmo ponto de vista/

Não sou divina, não tenho causa

Não tenho razão de ser nem finalidade própria:/

Sou a própria lógica circundante»

(Cesar, 1969).

Poema obvio

«No soy idéntica a mí mismo

Soy y no soy al mismo tiempo, en el mismo lugar y bajo el mismo punto de vista/

No soy divina, no tengo causa

No tengo razón de ser ni finalidad propia:

Soy la propia lógica circundante»

(Cesar, 1969).

 

La melancolía en la obra de Cesar es tangible, construye como refugio toda una mitología animal que traslada al lector a una serie de imágenes que traspasan la palabra poética de una manera eficaz, se trata de todo un animalario sensible que denota cierto apego a la infancia, a lo esencial y primitivo, que es también un rasgo femenino en la literatura, con trasfondos eróticos, quizás animados por la necesidad de callar, de mantener ciertos discursos entre líneas:

«na superficie

foram descobertos

hoje

às cinco e meia da tarde

peixes

capazes de cantar

capaz o poeta

diz

o que quer

o que não quer

e chama os nomes pelas coisas

capazes

de cantar

danos causados por olhinhos suados e marés/

os olhinhos do poeta

piscam como anzóis

exaustos

na piscina»

 

«en la superficie

fueron descubiertos

hoy

a las cinco y media de la tarde

peces

capaces de cantar

capaz el poeta

dice

lo que quiere

lo que no quiere

y llama los nombres por las cosas

capaces

de cantar

daños causados por ojitos sudados y marea

los ojitos del poeta

brillan como anzuelos

exhaustos

en la piscina»

 

Resulta lúdico el lenguaje poético de la autora, es más que palpable su ánimo de investigación en la palabra escrita, que se vuelve imagen, y rebota como espejos infinitos de sentido. La poesía de Ana Cristina Cesar se muestra plena de crónica de autor, en el ánimo descriptivo de la experiencia poética. Con un verbo pictórico, las imágenes atraviesan la memoria con habilidad fotográfica. Se trata de una memoria antropológica, sensible que conduce a una posible identidad que se halla en lo bello. La pureza y claridad de las imágenes ofrecidas, invita a sus lectores a navegar en una identidad que se construye de manera conjunta. Bien parece que esta poesía no puede ser sin ser leída, que la única interpretación del poema, a pesar de su transparencia, es invitar al lector a cohabitar un espacio dulce y melancólico en el que las posibilidades son infinitas. La ternura de Ana Cristina Cesar, casi infantil, elabora una poesía de aparente sencillez, pero que evoca sentimientos profundos, así como la casi certeza de no estarle leyendo en el todo que significa. La claridad de esta poética no hace más que servir de cortina para toda una batería de imágenes y significados sin mesura o limitación.

Las posibilidades creadoras de Cesar aparecen también como parte de su artillería en contra de las categorías. Su obra plástica encabezó una muestra que tuvo lugar en Brasil en 1988, llamada ‘A tinta das Letras II – 28 Escritores nas Artes Plásticas’; promovida por el Ministerio de la Cultura, y la Fundación Casa de Rui Barbosa en 1988. Veamos uno de los trabajos incluidos en ella:

Además de tratarse de una mente creativa, y a pesar de una situación domiciliaria poco estable; Ana Cristina Cesar posee una curiosidad innata que le hace introducirse y mantenerse en la vida académica e intelectual de manera ágil y oportuna. Escribe sobre poesía y feminidad de forma cautivadora, estableciendo líneas para descifrar lo femenino en el poema. Con ello destaca la entrada de Baudelaire en la expresión de la voz, que se labra campo en la literatura abriéndose de piernas, interpretando a la flor en su pureza más que delicada e intocable; perfumada y rebelde. Cesar rescata la literatura moderna brasileña, evoca y compone poemas para Clarice Lispector, a quién se une sensiblemente, le secunda en el ánimo de escuchar a las escritoras; y sus consideraciones se atan de manera indivisible la una a la otra. Sostiene que el tono estetizante, fino y siempre impecable, ya no es la marca distintiva e inevitable del poema. Así mismo, como estudiosa admiradora de Benjamin, se confiesa en sus correspondencias con amigos, diciendo que le descubre y le ama. Anota que queda impresionada por su claridad política. Las líneas de sentido que atan a estos personajes no son pocas, resulta tentador agruparles quizás en contra de su propia naturaleza, más esto no persigue darles un lugar fijo. Sin embargo, hablamos de personalidades límite, incómodas, que recrean sus vidas en medio de intensas situaciones de inestabilidad política, de transformaciones ineludibles que moldean su experiencia de manera trágica y (des)prendida. La anotación como formato expresivo, el exilio, la violencia, la experiencia de vivir por pedazos, y hacerse pedazos en ello, como un fátum mimético e insigne.

Esta poeta, investigadora y traductora compone varios ensayos sobre el oficio de traducir, incluidos en el volumen El método documental, publicado en el año 2013 por la editorial argentina Manantial. Este libro recoge una buena cantidad de textos académicos, reflexivos y ensayísticos de Cesar. La traducción para esta autora es un laboratorio de posibilidades de búsqueda, de hacer raíz en las voces de sus poetas. La mayoría de ellos se inscribe en la modernidad, tan atemporal de acuerdo a su situación geográfica, y dotada de esta imposibilidad de unicidad. Al hablar de la autora y su trabajo, los adjetivos se acortan y se desplazan de un universo a otro, haciendo comprensible la tesis de inscribirles en un mismo nicho, aunque éste a su vez, se niegue a sí mismo. La traducción poética se convierte en un destino de trasfondo, en un hallar voz en otras voces, y así mismo tallar la propia experiencia y trabajo lírico. Lo mismo hace Cesar con el idioma, disfraza su voz en otras voces y otras lenguas, divirtiéndose y entregando al lector un códice de su propio mapa.

Ana Cristina Cesar compone una prosa repleta de lucidez, recorre esta necesidad exploratoria que siente, la que se manifiesta en ese inquieto ánimo de atraer el poema desde y hacia distintos universos. Prepara la autora, un curso de extensión universitario en 1983 que llamó: ‘Lectura de poesía moderna traducida’, cuyo extracto contiene las ideas que siguen (el curso no abrió por falta de inscriptos):

Un poeta traducido será siempre un poeta traducido por alguien, de cierta forma, con cierta dicción, a partir de determinadas opciones estéticas e ideológicas, a partir de una lectura específica. Traducir poesía es un trabajo de lectura: cuando se traduce se opta siempre por un proyecto literario, aunque éste no sea explícito. (…) Este curso se propone examinar algunas traducciones de grandes poetas hechas en portugués, con énfasis en los modernos como T. S. Eliot, Maiakovski, Baudelaire, Whitman, Mallarmé, Pound, Kavafis. Pretende discutir qué tipo de lectura es realizado en el trabajo de traducción – bajo que formas esos poetas llegan hasta nosotros. No es, por lo tanto, un curso técnico, centrado en la confrontación y originalidad del original y la traducción para llegar a la ‘corrección’ y a la ‘fidelidad’ del traductor (Cesar, 365-366).

Con enorme capacidad reflexiva y ánimo historiográfico, pero de lógica plenamente moderna, se trata de una abstracción minada de aristas que surgen para cubrir la necesidad de entrecruzar casillas canónicamente diferenciadas, Ana Cristina Cesar reflexiona sobre su vocación artística rememorando la expulsión del poeta de la república platónica. Compone así un mapa de ideas que desemboca en la justificación de la opción marginal para la publicación de sus textos. Alega que en relación a la industria editorial, plena de intermediarios, y escapes de acuerdos y ganancias de las manos del escritor, se recupera un cierto aire artesanal, que acerca a los autores y lectores, les congrega en los mismos espacios; y así acorta las distancias. Todo esto tiene una lectura política, relacionada con el valor intelectual y la responsabilidad ética de conectarse socialmente que poseen (o deben poseer / se espera posean) los creadores.

La obra de Ana Cristina Cesar es una cartografía de la anotación, una suerte de diario fuera de formato tradicional, que se refugia en el verbo y en el trazo, en la imagen y la palabra hasta el punto de confundirse y repetirse en una espiral inquieta y eterna.

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