LA ORACIÓN INICIAL DEL LIBRO DE BUEN AMOR

Rubén Maíllo-Pozo
The Graduate Center, CUNY
 
 

La oración como topos literario ha sido bien estudiada a lo largo de los años, aunque los resultados hayan sido desiguales según los casos. Se han tomado los testimonios literarios conservados, se han comparado unos con otros, se han destacado las características comunes, se han establecido tanto sus elementos constitutivos como su estructura, se ha definido la oración y, por supuesto, se han aventurado posibles fuentes originarias, mediatas e inmediatas. Pero todo ello se ha tratado muchas veces de manera parcial e interesada, adaptando el análisis textual al servicio de una tesis que se quería defender de antemano.

Como era de esperar, las primeras investigaciones al respecto tuvieron como punto de partida la oración de doña Jimena en el Poema de mio Cid, a partir de la cual se fueron incorporando paulatinamente otros textos emparentados de autores posteriores, escritos en romance castellano, que estaban estrechamente relacionados con el primer testimonio literario de nuestra lengua. Así pues, tan sólo los versos del Poema de mio Cid han recibido un estudio detenido, detallado e individualizado.

Lo que nos proponemos en estas páginas es inquirir la oración del Libro de buen amor, de Juan Ruiz, atender de una manera precisa a estos versos para ofrecer un análisis pormenorizado que ayude, en la medida de lo posible, a iluminar futuras reflexiones sobre esta u otras oraciones que pueblan las principales obras de nuestra literatura medieval.

IHESUS NAZARENUS REX IUDEORUM ESTA ES LA ORAÇIÓN QU’EL AÇIPRESTE FIZO A DIOS QUANDO COMENÇÓ ESTE LIBRO SUYO Señor Dios, que a los jodíos, pueblo de perciçión, 1 sacaste de cabtivo del poder de Far[aón], a Danïel sacaste del poço de Babilón: saca a mí, coitado, d’esta mala presión. Señor, tú diste gracia a Ester la reína, 2 ante el rey Asüero ovo tu graçia digna. Señor, dame tu graçia e tu merçed aína, sácame d’esta lazería, d’esta presión […ina]. Señor, tú que sacaste al profecta del lago, 3 de poder de gentiles sacaste a Santiago, a santa Marina libreste del viente del drago: libra a mí, Dios mío, d’esta presión do ya[go]. Señor, tu que libreste a santa Susaña 4 del falso testimonio de la falsa conpaña, librame [tú], mi Dios, d’esta coita tan maña, dame tu misericordia, tira de mi tu s[aña]. A Jonás el profecta, del vientre de la ballena, 5 en que moró tres días dentro en la mar ll[ena], sacástelo tú sano así como de casa buena: Mexías, tú me salva sin culpa e sin pena. Señor, a los tres niños de muerte los libreste, 6 del forno del gran fuego sin lisïón [saqueste]: de las ondas del mar a sant Pedro tomeste: Señor, de aquesta coita saca al tu Arçipre[ste]. Aún tú, que dixiste a los tus servidores 7 que con ellos serías, ante reys dezidores, e les darias palabras que fablasen mejores: Señor, tú sey comigo, guárdame de traid[ores]. …………………………………………………………………………………… El nombre profetizado fue grande Hemanuel, 8 Fijo de Dios muy alto, salvador de Is[rael]; en la tu salutaçió[n] el ángel Grabïel te fizo çierta d’esto, tú fueste çierta d’él. Por esta profeçía e por la salutaçión, 9 por el nombre tan alto, Hemanuel, salvaçión, Señora, dame tu gracia e dame tu consolaçión, gáname del tu fijo graçia e bendiçión. Dame graçia, Señora de todos los señores, 10 tira de mí tu saña, tira de mí rencores, faz que todo se torne sobre los mescladores: ¡ayúdame, Gl[or]iosa, Madre de pecado[res]. (Libro de buen amor1

El tópico que representan los versos que acabamos de citar se ha denominado habitualmente con el término literario de oración narrativa, término acuñado por Manuel Milá y Fontanals en 1874 y que fue recuperado mucho más tarde, a finales de los años cincuenta, por Joaquín Gimeno Casalduero en su modélico estudio “Sobre la oración narrativa medieval: estructura, origen y supervivencia” . 2 Desde nuestro punto de vista, no conviene considerar como narrativa la simple mención de ciertos pasajes bíblicos que sirven para evocar, ejemplificar o justificar una petición de gracia por parte de un personaje o de un autor. No hace falta adjetivar el término en cuestión porque sabemos perfectamente a lo que nos enfrentamos cuando leemos una oración, una plegaria, una deprecación, una súplica, un ruego o como queramos llamarlo.

Una oración se compone de tres elementos distintivos fácilmente identificables: invocación a la divinidad, pasaje bíblico paradigmático y petición de gracia. El esquema lógico que justifica dicha petición es bastante simple: ‘al igual que ayudaste a otros en el pasado, ahora te pido que me ayudes a mí o a alguien de mi entorno’. El núcleo esencial puede complementarse con otras unidades amplificativas, como el credo, la creación, el nacimiento de Cristo o la pasión; y a esta versatilidad amplificativa responden las cuadernas dirigidas a la Virgen, que han sufrido la pérdida de un fragmento considerable en la transmisión de los manuscritos. Insistimos en que la plegaria se caracteriza por su versatilidad, puesto que admite múltiples variaciones, no sólo en cuanto a la divinidad invocada, los milagros seleccionados o las peticiones precisas, sino también en relación a la voz enunciativa, el beneficiario de la súplica o el escenario donde tiene lugar. Revisemos, pues, los versos iniciales del Libro de buen amor para intentar describir con cierto detalle los rasgos distintivos.

En cuanto a las invocaciones, cabe destacar que no se distingue con claridad entre la figura de Dios y la figura de Cristo, hecho que estaría en consonancia con una tradición popular bastante extendida de carácter monoteísta. Así, se mezclan en los versos diferentes vocativos referidos al “Señor”, a “Dios” o al “Mesías”. En la segunda parte de la plegaria, en la amplificación, la destinataria de la invocación es la Virgen María, “Señora”, “Gloriosa” y “Madre de pecadores”.

Los milagros, los pasajes del Antiguo Testamento y de los apócrifos, debían de ser tan conocidos en la época que no necesitaban desarrollarse ni extenderse en más detalles . 3 Pero lo que nos interesa es subrayar que los episodios y los personajes seleccionados por el escritor debían guardar algún tipo de relación con la situación específica a la que se aplicaban, en nuestro caso, la prisión del arcipreste. Las figuras aducidas en los susodichos versos son: los judíos, cautivos del faraón (1a); Daniel, en la fosa de los leones (1c); Ester, pretendida por el rey Asuero (2a); el profeta en el lago, que parece ser una nueva mención a Daniel (3a); Santiago, entre los gentiles (3b); santa Marina, en el vientre del dragón (3c); santa Susana, acusada por un falso testimonio (4a); Jonás, en el vientre de la ballena (5a); los tres niños, en la hoguera (6a); san Pedro, en el mar (6c); y por último, el caso excepcional de Jesucristo (7a). Es decir, figuras que ejemplifican una acusación falsa, un encierro injustificado, la privación de libertad y, por consiguiente, la liberación o la salvación de situaciones extremas. Se trata de personajes paradigmáticos que acreditan la situación personal del arcipreste. O sea que el autor se coloca a la misma altura que los referentes bíblicos y, situándose en el mismo nivel, consigue poner de manifiesto que él siempre actúa de una forma recta y ajustada a la doctrina cristiana, tanto en su vida cotidiana como en su obra literaria.

Obviamente, la petición principal del arcipreste no podía ser otra que la liberación de la prisión en donde permanecía encerrado (1d, 2d, 3d), prisión que puede considerarse desde un punto de vista realista o bien interpretarse de una manera simbólica. Con la misma intención le pide a Dios la liberación de la aflicción (2d) y el sufrimiento (4c, 6c); aunque todavía le quedan algunas súplicas más, tocantes a su delicada situación personal, como el perdón de los pecados (4d, 5d) y la protección contra los traidores (7d). A la Virgen le demanda tanto su gracia como la de su hijo (9c, 9d, 10a), además del consuelo (9c) y la bendición de Cristo (9d); para terminar apelando de nuevo a la necesaria protección contra sus adversarios (10). En definitiva, lo que denotan las palabras del arcipreste es una fe inquebrantable en la omnipotencia y la misericordia de Dios, así como una confianza plena en la labor de la Virgen como mediadora entre los hombres y su Señor.

La voz del autor, la del arcipreste, expresa unas palabras de súplica estereotipadas que son aplicadas a su propia persona y que se refieren a una situación particular. Cualquier plegaria ayuda a caracterizar a la voz enunciativa, al yo poético que la reza, pero en este caso está definiendo al propio arcipreste de Hita. Desde los primeros versos, pues, se introduce el tono autobiográfico que da coherencia a toda la obra y se revela la eminente conciencia autorial que singulariza a la figura de Juan Ruiz.

Todas las plegarias de la literatura castellana medieval tienen una función literaria; y dentro del conjunto de la obra en la que se insertan, cada una de ellas desempeña un papel específico en el ámbito de la ficción. En el caso del Libro de buen amor, la oración ocupa un lugar preponderante porque con ella inicia el arcipreste la arquitectura de toda la composición. Normalmente, las plegarias suelen aparecer insertadas en las narraciones de las que forman parte, incidiendo de alguna manera en el desarrollo posterior de la trama . 4 Nosotros, sin embargo, nos encontramos con unos versos alejados del hilo narrativo, unos versos que ocupan una posición externa y que no tienen ninguna repercusión desde el punto de vista argumental.

Germán Orduna defendió en su momento la distinción entre el Libro del arcipreste y el “Libro de buen amor” . 5 Desde esa perspectiva, el segundo estaría incluído en el primero, formaría parte de una compilación de composiciones poéticas que fueron escritas en diferentes épocas y que fueron reunidas posteriormente por el autor en un solo volumen para dejar constancia de toda su obra. Uno de los fragmentos que quedaría fuera del “Libro de buen amor” sería, precisamente, la oración que nos ocupa, considerada entonces como un simple añadido ulterior. En nuestra opinión, el Libro de buen amor o el Libro del arcipreste (tal y como se conocía en la época) son la misma cosa. Lo apreciamos como la obra de toda una vida, como una creación artística que ofrece un sin fin de modelos poéticos, un repertorio de géneros, temas, motivos, metros, recursos estilísticos, etc. De mamera que la plegaria se destaca como el poema que abre una composición ambiciosa, muy rica, con un sentido unitario, con un carácter didáctico y con una finalidad divulgativa.

Desde un punto de vista más abarcador, observamos que la oración de súplica es un tópico común en los textos medievales escritos en lengua castellana desde sus orígenes. Está presente en algunas de las obras más importantes de nuestra historia literaria, como el Poema de mio CidLos loores de Nuestra Señoray los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo; el Poema de Fernán González; el Libro de buen amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita; y el Libro rimado de palacio, del canciller Pero López de Ayala . 6

Teniendo en cuenta los diferentes estudios consultados para la elaboración de este trabajo, no cabe duda de que la plegaria se remonta en última instancia a la liturgia latino-cristiana. Cualquier artículo que leamos al respecto, nos va a llevar de la mano a un mismo punto de partida: el ordo commendationis animae 7 y la oración de san Cipriano . 8 A la vista de los textos latinos, no puede negarse que estas oraciones litúrgicas pueden estar en el origen de las plegarias castellanas medievales. Sin embargo, en el largo trayecto que lleva de unas a otras, quedan lagunas inexplicadas que generan ciertas dudas.

Las plegarias se emplearon en cuatro ámbitos distintos: las oraciones litúrgicas o paralitúrgicas, la poesía épica, la hagiografía y los textos del mester de clerecía. Es en esos espacios donde se ha venido investigando el tópico, el problema de las fuentes y las relaciones intertextuales. Joaquín Gimeno Casalduero y Peter E. Russell son las principales referencias en cuanto al estudio de la oración en la literatura medieval española . 9 El primero defiende la poligénesis, es decir, el surgimiento del topos en la poesía épica francesa y española ante unas necesidades similares en un contexto sociocultural semejante; mientras que el segundo afirma que el tópico deriva directamente de la épica francesa . 10 En fechas más recientes, Fernando Baños ha ofrecido la tradición hagiográfica como paso previo a la inserción de la plegaria en la epopeya, puesto que la hagiografía se desarrolló con anterioridad a los primeros poemas épicos en lengua romance: de las leyendas de santos pasaría a las gestas heroicas . 11 A partir de ahí, los textos correspondientes al mester de clerecía se incorporan como mero desarrollo posterior, como receptores de una rica tradición de la que tan sólo son simples herederos . 12 A nuestro juicio, parece un poco simple afirmar que los autores se limitaron a seguir el modelo que les proporcionaba la épica francesa, un modelo que en última instancia hundía sus raíces en una serie oraciones litúrgicas sobradamente conocidas en la Edad Media.

Busquemos un camino alternativo. El Libro de buen amor forma parte del llamado mester de clerecía, considerado en el sentido más amplio y abarcador del término, como representante de los textos tardíos que se produjeron durante el siglo XIV. Se nos ha repetido una y mil veces que los autores del mester se leyeron mutuamente y que los textos más antiguos hubieron de influir decisivamente en aquéllos que llevaron a cabo sus continuadores. Así, cuando el arcipreste se planteó escribir una plegaria, bien pudo tomar como punto de partida alguno de los poemas elaborados por sus precursores; ya que el tópico de la oración tenía por aquel entonces más de un siglo de tradición literaria.

Mediante un análisis comparativo podemos constatar las divergencias y las convergencias de los diferentes textos del mester, pero lo cierto es que en rigor no es posible extraer ninguna conclusión positiva en cuanto a sus relaciones de interdependencia. Se observa, eso sí, una semejanza mayor entre el Libro de buen amor y el Poema de Fernán González (cc. 105-113) . 13 Ambos ofrecen una serie de milagros mucho más extensa que el resto de los poemas (diez y doce, respectivamente), siguiendo de cerca la acumulación propia del ordo commendationis animae (trece), con el que comparten los pasajes de los judíos, de Daniel, de Susana y el de los tres niños . 14 Además, los dos poemas contienen los episodios de San Pedro, de Ester y de Santa Marina ; 15 y tanto el uno como el otro recurren al motivo de la prisión que citamos más arriba . 16

Es obvio que la plegaria literaria formaba parte del bagaje cultural de los escritores medievales. Recordemos que se trataba de autores cultos, de hombres de letras que disponían de una formación escolar muy esmerada; y pensemos, además, que el empleo del tópico fue un fenómeno generalizado no sólo en España, sino también en toda Europa . 17 No obstante, queda todavía por dilucidar cuáles fueron los textos intermediarios entre las oraciones primitivas y los últimos poemas del mester de clerecía . 18Por eso, al llegar a este punto, nos atrevemos a aventurar la hipótesis de que la escritura de plegarias pudo ser un ejercicio escolar habitual, una actividad compartida por los diferentes centros educativos de la época. Sería legítimo, entonces, preguntarse qué texto(s) tenía delante el arcipreste cuando compuso su plegaria inicial. Todas las oraciones castellano-medievales responden a una finalidad literaria, están perfectamente insertadas en el conjunto de las composiciones de las que forman parte, tienen un poso ficcional, una esencia poética, que parece estar asentada desde hace bastante tiempo, que no es fruto de la invención de nuestros autores. Estaban imitando, no cabe duda, aunque luego cada uno introdujera variaciones personales que, en ocasiones, alcanzaron una gran calidad artística. ¿Pero fue la épica francesa su modelo literario? No descubrimos nada nuevo si recordamos la llegada de profesores franceses para enseñar en las incipientes universidades españolas en la primera mitad del siglo XIII. Por supuesto, pudieron traer consigo un buen puñado de textos épicos, pero sobre todo tuvieron que incorporar a las aulas una biblioteca básica, una serie de modelos teórico-prácticos y manuales (ars dictaminis, ars poetriae, ars praedicandi) que sirvieran de apoyo al aprendizaje de los alumnos. Por qué no pensar, entonces, en un texto de este tipo como referente literario de nuestros autores cuando escribieron sus respectivas plegarias. Lamentablemente, una fuente de esta índole no se puede reconstruir a partir del cotejo de los diferentes textos medievales conservados, así que habría que esperar a un hallazgo fortuito por parte de algún investigador sumamente afortunado para confirmar la viabilidad de la hipótesis propuesta.
 
 
Notas
 

1Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor. Ed. Alberto Blecua. Madrid: Cátedra, 2003: 3-5.

2Manuel Milá y Fontanals, De la poesía heroico popular castellana. Eds. Martín de Riquer y J. Molas. Barcelona: CSIC, 1959. Joaquín Gimeno Casalduero, “Sobre la oración narrativa medieval: estructura, origen y supervivencia”. Estructura y diseño en la literatura castellana medieval. Madrid: Porrúa Turanzas, 1975: 11-29.

3Constantemente mencionados en los ritos litúrgicos, fueron también objeto de innumerables representaciones plásticas.

4Recuérdese, por ejemplo, lo que ocurre en el Poema de mio Cid, donde la oración de Jimena pidiendo la protección de su esposo viene seguida de la aparición en sueños del ángel Gabriel al Campeador, que deja bien a las claras que Dios está de su parte y que sus acciones futuras van a tener un buen final.

5Germán Orduna, “El Libro de Buen Amor y el Libro del arcipreste”. La Corónica XVII.1 (1988): 1-7.

6Mio Cid (vv. 330-365); Loores (cc. 91-92); Milagros (cc. 453-460, 520-521, 826-831); Fernán González (cc.105-113); Buen amor (cc. 1-10); Rimado (cc. 762-773).

7Ordo commendationis animae: Libera, Domine, animam servi tiu, sicut liberasti Henoch et Eliam de communi morte mundi, …Noé diluvio, …Abraham de Ur Chaldaeorum, …Job de pasionibus suis, …Isaac de hostia, et de manu patris sui Abrahae, …Lot de sodomis, et de flamma ignis, …Moysen de manu Pharaonis regis Aegyptiorum, …Danielem de laco leonum, …tres pueros de camino ignis ardentis, …Susannam de falso crimine, …David de manu regis Saul, et de manu Goliae, …Petrum et Paulum de carceribus, …Theclam Virginem et Martirem tuam de tribus atrocissimis tormentis.

8Oración de San Cipriano: Exaudi me orantem, sicut exaudisti Ionam de uentre ceti, …exaudi me orantem, sicut exaudisti Danielum de lacu leonum, … exaudi me orantem, sicut exaudisti Tobi et Sarram, …sicut deluisti spiritum inmundum a Sarra filia Raguel, et inlumines cor meum, sicut inluminasti oculos Tobi, exaudi me orantem, sicut exaudisti Susannam de inter manus seniorum, …sicut liberasti Teclam de medio anphitheatro… Te deprecor filium Dei uiui, qui fecisti tam magnaliam: in Cana Galilaeae de aqua uinum fecisti, propter filios Israel que caecis oculos aperuisti, qui surdos audire fecisti, qui paralyticos ad sua membra reuocasti, qui soluisti linguas blaesorum, a demonio uexatos sanasti, clodos currere fecisti uelut ceruos, mulierem a profluuio sanguinis liberasti, mortuos suscitasti, super aquas pedibus ambulasti…

9Joaquín Gimeno Casalduero. Vid. Supra, nota 2; Peter E. Russell, “La oración de doña Jimena (Poema de mio Cid, vv. 325-367)”. Temas de la “Celestina” y otros estudios: del “Cid” al “Quijote”. Barcelona: Ariel, 1978: 113-158.

10Le Couronnement de Louis alumbró la primera oración literaria y la Chanson de Roland le confirió la consagración definitiva.

11Fernando Baños Vallejo , “Plegarias de héroes y de santos. Más datos sobre la oración narrativa”. Hispanic Review 62, n.2 (Spring, 1994): 205-215.

12El estudio más logrado en relación con el Libro de buen amor es el de Robert Ricard: “Sur l’invocation initiale du Libro de buen amor“. BHi LXXI (1969): 463-475.

13Duro les esta coita muy fiera tenporada; 105 Los cristianos mesquinos, conpaña muy lazrada, dizien “Señor, nos vala la tu merçed sagrada, ca valiste a San Pedro dentro en la mar irada. Señor, que con los sabios valiste a Catalina, 106 e de muerte libreste a Ester la reina, e del dragón libreste a la virgen Marina, tu da a nuestras llagas conorte e medeçina. Señor, tu que libreste a Davit del leon, 107 mateste al Filesteo un sobervio varon, quiteste a los jodios del rey de Babilon, saca nos e libra nos de tal cruel presion. Tu que librest’ Susana de los falsos varones, 108 saqueste a Daniel de entre los leones, libreste a San Matheo de los fieros dragones, libra nos tu, Señor, d’aquestas tentaciones. Libreste a los tres niños de los fuegos ardientes, 109 quando los y metieron los pueblos descreyentes; cantaran en el forno cantos muy convenientes, otra vez los libreste de bocas de serpientes. San Juan Evangelista ante muchos varones, 110 —yazien ante el muertos de yerbas los ladrones—, vevio el muy grand vaso d’essos mismos ponçones: mayor mal no l’ fezieron que si comies’ piñones. Tu que assi podiste a las yerbas toller, 111 que non pudieron daño ninguno le fazer, Señor, por tu mesura, deves nos acorrer, ca en ti nos yaze todo levantar o caer. Señor, tu que quesiste del çielo desçender, 112 en seno de la Virgen carne vera prender, cara mient nos compreste, al nuestro entender: non nos quiras dexar agora assi perder. Somos mucho errados e contra ti pecamos, 113 pero cristianos somos e la tu ley guardamos; el tu nombre tenemos, por tuyos nos llamamos, tu merçed atendemos, otra non esperamos.” Poema de Fernán González. Ed. Juan Victorio. Madrid: Cátedra, 1998.

14Cabe señalar que en todos los textos castellanos medievales se refieren a Susana como santa, porque era habitual en la época el santificar a los personajes bíblicos; fenómeno que no apreciamos, en cambio, en el ordo commendationis animae.

15Tanto el arcipreste de Hita como el anónimo autor del Poema de Fernán González reflejan la confusión de la leyenda de santa Marina con la de santa Margarita de Antioquía, tal y como señalan los editores modernos.

16John K. Walsh afirma (sin ningún pudor) que Juan Ruiz se limitó a parodiar la oración del Poema de Fernán González, perspectiva que no compartimos en absoluto y que a todas luces carece del mínimo rigor exigible. Véase su artículo “Juan Ruiz and the Mester de Clerezia. Lost Context and Lost Parody in the Libro de Buen Amor“. RPh XXXIII (1979-1980): 62-86.

17Los ecos llegan hasta Chaucer, por ejemplo, quien lo emplea en su “Man of Law’s Tale”.

18Oraciones primitivas que, dicho sea de paso, se rezaban para encomendar el alma de un moribundo a Dios instantes antes de que se consumara su muerte, situación que no parece nunca reflejada en nuestros poemas medievales.
 
 

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