EL CARIBE POSTCOLONIAL EN “ENCANCARANUBLADO” DE ANA LYDIA VEGA

Margaret Carson
CUNY, Graduate Center
 
 

La época del colonialismo europeo en las Américas empezó con los primeros asentamientos españoles en Hispaniola, la isla que hoy comparten la República Dominicana y Haití. No tardaron en juntarse Inglaterra, Francia y Holanda al proyecto colonizador de España en el Caribe. Siglos después, los Estados Unidos impusieron un nuevo imperialismo en la región que persiste hasta hoy. En efecto, el Caribe constituye lo que Shalini Puri denomina un “crucible of colonialism”, por lo cual el discurso de postcolonialismo tiene una relevancia singular (The Caribbean Postcolonial 2).

Un cambio radical que empieza con ímpetu a medianos del siglo XX y que sigue hasta hoy es la re-escritura de la historia del Caribe desde adentro, como una respuesta al orden establecido por los colonizadores. No sorprende que muchas veces las bases se alteren por completo. Las múltiples re-escrituras caribeñas de La tempestad de Shakespeare, por ejemplo, en las cuales Calibán desempeña el papel principal y se denuncian las usurpaciones de Próspero, manifiestan un revisionismo que intenta transformar el canon recibido. Obras como “Une Tempête” de Aimé Cesaire (1969), “Calibán: apuntes sobre la cultura en nuestra América” de Roberto Fernández Retamar (1971) y “Otra tempestad” del grupo teatral cubano Teatro Buendía (1997), demuestran como el sujeto colonizado toma consciencia de sí mismo y recupera, amplía y rectifica su propia historia.

La lectura de “Encancaranublado”, el cuento titular de la colección Encancaranublado y otros cuentos de naufragio (1982) de la escritora puertorriqueña Ana Lydia Vega, se enriquece profundamente si está enmarcada por un enfoque postcolonial. Es aún más valiosa porque, como señala Puri, el anglocentrismo domina en los estudios postcoloniales del Caribe, dejando a un lado a los países hispanos o francófonos. De acuerdo con la voluntad de representar el Caribe desde adentro, es menester incluir a “los otros caribeños”, es decir, los no-anglófonos, cuyas lenguas e historias resisten asimilarse a un discurso postcolonial que privilegia a una sola perspectiva. Mi análisis de “Encancaranublado” se sitúa en este vacío señalado por Puri1.

El cuento relata la historia de tres balseros – Antenor, haitiano; Diógenes, dominicano; y Carmelo, cubano – que se arriesgan en el peligroso mar Caribe para llegar a Miami y realizar allí su pursuit of happiness (Vega 11), significativamente expresado por el narrador en la lengua del imperio, el inglés. Cada cual se ha lanzado al agua independientemente, pero solamente el bote de Antenor ha aguantado las vicisitudes del mar. Los otros dos, nadando en el mar y en apuros, suben al bordo para formar un trío que atraviesa la frontera acuática que los separa de las costas de Florida. Su propósito es arribar a un destino que en gran parte es imaginado como una solución al hambre y la miseria que han experimentado en sus países de origen. Llegar a Florida y a los Estados Unidos equivale mejorar sus vidas y encontrar más posibilidades del trabajo en lo que Diógenes califica como “el país de progreso” (Vega 14).

Un término clave dentro de los estudios postcoloniales, relevante a la condición migratoria de Antenor, Diógenes y Carmelo es el “transnacionalismo”, no sólo entendido como el movimiento de la capital y los bienes entre países, sino también en su dimensión humana, tal como lo define Puri: “Transnationalism is devoted to studying aspects of human experience and societies that cannot be contained within the boundaries of a nation-state […]” (The Caribbean Postcolonial 6). Aunque pueden ser muy variados los motivos que impulsan la migración, “Encancaranublado” pone en primer plano la circulación de migrantes basada en la necesidad económica, un fenómeno que corresponde a patrones establecidos en el Caribe. Se destacan tres variantes de circulación en el cuento que intentaré trazar. La primera, y la más conocida, es la circulación extra-caribeña, o sea, de la periferia de las antiguas colonias hacia una metropole en los países industrializados. Los tres balseros emprenden un viaje unidireccional de este tipo al norte. La demanda de mano de obra barata en los Estados Unidos, complementada por una carencia de trabajo en los países de origen de los balseros, es lo que muchas veces impulsa la migración no-oficial. Los balseros-migrantes ignoran, o posiblemente no les importe, lo que será su estatus en el país de destino. Al llegar, solamente el cubano Carmelo podría pedir asilo y trabajar legalmente en los Estados Unidos, mientras que Antenor y Diógenes estarían marginados dentro de la economía informal de los indocumentados.

El cuento también señala una segunda clase de circulación que según Puri es poco comentada: la intra-caribeña, es decir, “within the Caribbean peripheries” (“After the Fact” 221). La migración haitiana a la República Dominicana, impulsada por la zafra, constituye otro tipo de transnacionalidad que en este caso era facilitada por una frontera terrenal relativamente abierta y la demanda creciente de la industria azucarera dominicana para braceros haitianos especialmente a partir de la década de los treinta (Martínez, 66-8). Esa migración y la problemática historia entre los dos países han causado un desajuste entre ellos que se manifiesta en comportamientos al nivel popular (racismo, estereotipos, epítetos crudos) como los que se observan en la relación entre Antenor y Diógenes, teñida de antemano de una animosidad. En varios momentos en el cuento que examinaré a continuación, la supuesta solidaridad antillana da paso a una hostilidad palpable entre el haitiano y el dominicano.

A estos dos tipos de circulación migratoria en el relato hay que añadir una tercera que está representada por el puertorriqueño que interviene al final como intermediario entre el capitán del barco estadounidense y los tres balseros que, después de ser rescatados del alto mar, se encuentran abajo en la cala. La presencia de este marinero señala una previa migración puertorriqueña a los Estados Unidos, ayudada por la ciudadanía estadounidense (aunque restringida). Es muy posible que el marinero hubiera participado en esa migración de la isla, y que puede haber sido un factor que antecediera su contratación por la naviera. ¿Se distingue este migrante puertorriqueño de los tres balseros por ser un “migrante interno”, parte de una migración semejante a la de los afro-americanos que se mudaron en gran número del Sur hacia el Norte de los Estados Unidos en los años cincuenta? O dado la historia colonial de la isla de su origen, ¿participa en la misma migración “extra-caribeña” de los tres balseros? La pregunta no tiene que resolverse; sin embargo, sirve para poner de relieve las complejidades del transnacionalismo caribeño que se exponen en las varias y distintas migraciones en el relato.

Regresando al caso de Antenor y Diógenes, después de que el haitiano le salva al dominicano del mar bravo, establecen ellos una relación a base de los vínculos que los unen como balseros caribeños, independiente de sus nacionalidades distintas: “Allí se dijo la jodienda de ser antillano, negro y pobre. Se contaron los muertos por docenas. Se repartieron maldiciones a militares, curas y civiles. Se estableció el internacionalismo del hambre y la solidaridad del sueño” (Vega 12). Pero no tarda mucho en fragmentarse la solidaridad con la llegada de un tercer balsero, el cubano Carmelo, con quién Diógenes entabla una hermandad a base de su lengua común. En este grupo de tres, Antenor se vuelve “el Otro”, no sólo por su lengua distinta (el francés y el kreyòl), sino porque el dominicano y el cubano se sienten racialmente distintos y por eso superiores. En su conversación con Carmelo, Diógenes subordina a Antenor cuando alude despectivamente a los haitianos que cortan caña en la República Dominicana: “en mi país traen a los dichosos madamos pa que la piquen y a nosotros que nos coma un caballo…” (Vega 13); Aunque sufre de una pobreza terrible que lo empuja a hacer la travesía peligrosa a los Estados Unidos, afirma una pretendida superioridad al utilizar la palabra madamo2. Toda una historia amarga reside en este epíteto utilizado casualmente para salpicar un chiste irónico. ¿Será el insulto parte de un repertorio de palabras y frases denigrantes que forman un discurso colonial dentro de la República Dominicana hacia Haití? Si la relación entre la República Dominicana y Haití se entiende como la de un país explotador frente a un país sujeto, se puede aplicar conceptos postcoloniales para entender la dinámica que sostiene ese repertorio. Como señala Homi Bhabha:

 

An important feature of colonial discourse is its dependence on the concept of ‘fixity’ in the ideological construction of otherness. Fixity, as the sign of cultural/historical/racial difference in the discourse of colonialism, is a paradoxical mode of representation: it connotes rigidity and an unchanging order as well as disorder, degeneracy, and daemonic repetition. Likewise the stereotype, which is its major discursive strategy, is a form of knowledge and identification that vacillates between what is always ‘in place,’ already known, and something that must be anxiously repeated […]. (Bhabha, 94-5)

Para Diógenes, el haitiano es “el Otro”, construido a base de representaciones y estereotipos ya fijados que ayudan a justificar la explotación dentro de una jerarquía que subordina el migrante del país vecino. Es cierto que el otro balsero, el cubano Carmelo, también insulta a Antenor, llamándole “prieto” con vehemencia, pero este epíteto no carga el mismo peso ni conocimiento histórico de “madamo” dentro del contexto haitiano-dominicano, donde es parte de la construcción ideológica de la otredad que es peculiar a esta isla.

El vínculo histórico entre los dos países también incluye la matanza en 1937 de más de 20,000 haitianos residentes en la zona fronteriza, efectuada bajo órdenes de Rafael Trujillo en un intento de “dominicanizar” o blanquear la población. En determinados momentos del cuento hay alusiones indirectas a la matanza. Por ejemplo, cuando el español de Antenor es calificado “como si hubiera nacido más allá del Masacre” (Vega 12), hay ecos de la matanza de 1937 porque es allí, por la zona donde pasa el infelizmente nombrado Río Masacre, donde los soldados de Trujillo persiguieron y mataron a haitianos que encontraron en territorio dominicano. Para un haitiano o dominicano, “Masacre” equivale a la frontera conflictiva y a veces explosiva que separa los dos países. Como apunta la crítica Catherine Den Tandt, esta frontera

 

[…] has often meant the difference between life and death for Haitians. For Dominicans, it symbolizes shame and horrific racism on the one hand, the freedom to exploit their desperate neighbors on the other, and finally, most importantly, it stands in for Dominican nationhood itself. This border has at times disappeared completely, at other times been enforced with guns and unimaginable violence. (168)

Aunque los conflictos en el bote no corresponden exclusivamente a Antenor y Diógenes (Carmelo también se pone agresivo) la hostilidad entre el haitiano y el dominicano es más palpable cuando desencadena una lucha por los comestibles y la cantimplora, Antenor califica de “sarnoso” a Diógenes, y mientras lanza el agua del bote al mar, piensa: “pa que se acuerde que los invadimos tres veces” (Vega 16), refieriéndose a las invasiones haitianas en 1844, 1849 y 1855 para ocupar la República Dominicana. Como respuesta, y mostrando su antipatía hacia Antenor, declara el dominicano: “Trujillo tenía razón” (16); es decir, el dictador tenía razón en decretar la matanza de los haitianos en 1937.

Como el último punto en mi lectura postcolonial de “Encancaranublado”, quiero reflexionar acerca de las fronteras que se presentan en el cuento. Hay fronteras concretas y materiales, como la línea divisoria y conflictiva entre Haití y la República Dominicana, que (como señala Den Tandt) figura poderosamente en el imaginario de sus ciudadanos. Por otra parte, figura también como frontera el mar Caribe, donde se han agrupado los tres balseros en un encuentro imprevisible. A diferencia del espacio fronterizo entre países, la frontera del mar es imprecisa y neutra. Cualquiera agrupación que se forma en este espacio fronterizo es por definición transitoria, un espacio “in-between” tal como lo articula Homi Bhabha. Aunque Bhabha no se dirige específicamente a los migrantes balseros, sus pensamientos en cuanto a las fronteras y los intersticios en donde se encuentran los migrantes son muy sugerentes:

 

It is in the emergence of the interstices — the overlap and displacement of domains of difference — that the intersubjective and collective experiences of nationness, community interest, or cultural value are negotiated. How are subjects formed ‘in-between,’ or in excess of, the sum of the ‘parts’ of difference (usually intoned as race/class/gender, etc.)? How do strategies of representation or empowerment come to be formulated in the competing claims of communities where, despite shared histories of deprivation and discrimination, the exchange of values, meanings and priorities may not always be collaborative and dialogical, but may be profoundly antagonistic, conflictual and even incommensurable? (Bhabha 2)

Visto a través de las propuestas de Bhabha, el mar es un intersticio donde coinciden y se juntan estos tres balseros, que intentan negociar sus intereses competitivos y diferencias nacionales y raciales de una manera poco colaborativa y más bien antagónica mientras que atraviesan el mar en el bote. Aquí el mar no es un espacio accidentado y efímero; al contrario, es una frontera, un borderland con su propia dinámica dentro de la trayectoria de una migración. El relato no propone tratar todos los hitos y pasos de los migrantes balseros, pero es revelador en cuanto al espacio temporal en el cual ellos se encuentran mientras están en tránsito. Y lanzados al mar y rescatados, ¿qué les pasará a ellos a continuación? Tenemos muy pocos datos en el relato, pero las palabras con que los tilda el capitán estadounidense al rescatarlos – “Get those niggers down there and let the Spiks take care of ‘em” (Vega 17) – indica que dentro de otra comunidad, la del país al norte, otra formulación les espera que les negará su identidad propia como dominicano, cubano, haitiano.

Como he señalado anteriormente, el análisis de “Encancaranublado” desde la perspectiva postcolonial contribuye a iluminar las distintas migraciones caribeñas que son el núcleo del relato. Además, permite entender las fisuras entre los migrantes Antenor y Diógenes, herederos del conflicto entre Haití y la República Dominicana. El Caribe de “Encancaranublado” – un espacio transitorio de travesías ocultas, encuentros inesperados, y fronteras indeterminadas – es también un espacio literario que reboza del transnacionalismo y sus consecuencias.

 

 

Notas

 

1Se encuentra otro estudio crítico de “Encancaranublado” desde la perspectiva postcolonial en “Postcolonial Encounters and the Caribbean Diaspora: ‘Encancaranublado’ by Ana Lydia Vega” por Fernando Valerio-Holguín. Agradezco a Magdalena Perkowska por avisarme de este estudio y por sus amplios comentarios y sugerencias sobre una versión anterior de mi artículo. También agradezco a Alicia Perdomo por su ayuda valiosa.

2No he podido encontrar ningún estudio lingüístico que se enfoque en la historia y las usanzas de “madamo” en la República Dominicana y en otros países caribeños. Sin duda, tiene una fuerte cargo despectivo con relación a los haitianos. Los dominicanos que he consultado señalan una posible derivación de la palabra francesa madame, lo cual agrega un tono peyorativo mayor al feminizar el objeto del epíteto.

 

 

Bibliografía

 

 

Bhabha, Homi. The Location of Culture. London: Routledge, 1994.

Carrió Ibietatorremendía, Raquel y Flora Lauten. Otra tempestad. La Habana, Cuba: Ediciones Alarcos, 2000.

Césaire, Aimé y William Shakespeare. Une tempête; d’après “La tempête” de Shakespeare. Adaptation pour un théâtre nègre. Paris: Éditions du Seuil, 1969.

Den Tandt, Catherine. “‘El Masacre se pasa a pie’: Haitian and Dominican Border Talk”. Marginal Migrations: The Circulation of Cultures within the Caribbean. Ed. Shalini Puri. London: Macmillan,

2003.

Martínez, Samuel. “From Hidden Hand to Heavy Hand: Sugar, the State, and Migrant Labor in Haiti and the Dominican Republic”. Latin American Research Review 34.1 (1999): 57-84.

Puri, Shalini. “After the Fact: A Response to My Critics”. Small Axe 19 (2006): 218-29.

—. The Caribbean Postcolonial: Social Equality, Post-Nationalism, and Cultural Hybridity. New York: Palgrave Macmillan, 2004.

—, ed. Marginal Migrations: The Circulation of Cultures within the Caribbean. London: Macmillan, 2003.

Fernández Retamar, Roberto. Calibán: apuntes sobre la cultura en nuestra América. México: Editorial Diógenes, 1974.

Valerio-Holguín, Fernando. “Postcolonial Encounters and the Caribbean Diaspora: ‘Encancaranublado’ by Ana Lydia Vega”. Trad..Shanna Lorenz. Web 5 diciembre 2009.

< http://lamar.colostate.edu/~fvalerio/PostcolonialEncounters2.html>

Vega, Ana Lydia. Encancaranublado y otros cuentos de naufragio. La Habana: Ediciones Casa de las Américas, 1982.
 

 

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