ESCENAS DEL CUERPO VIOLENTADO. REPRESENTACIONES DE LA VIOLENCIA EN DOS ESCENAS DE LA LITERATURA `PROSTITUCIONAL´ LATINOAMERICANA

Paula Daniela Bianchi
Universidad de Buenos Aires
 
 

En el presente trabajo1 se abordarán algunas representaciones de la violencia y su articulación con las relaciones de poder (discursivas, sexuales y políticas) vinculadas con el uso y abuso de los cuerpos femeninos en dos escenas de la literatura latinoamericana contemporánea: El trabajo de Aníbal Jarkowski (2007) y Qué raro que me llame Guadalupe de Myriam Laurini (1999)2 . Es importante remarcar que trabajo con discursos ficcionales como un dispositivo de producción de sentidos, es decir, qué tipo de enunciados y representaciones políticas, discursivas y sociales activa la literatura y no considerar la literatura como reflejo de la realidad.Los textos literarios mencionados tienen como personajes centrales representaciones femeninas que circulan dentro del circuito de la prostitución en condiciones de vulnerabilidad, precariedad y desprotección extremas. Circuito manejado y aprehendido por personajes masculinos dominantes, violentos y peligrosos que perpetúan actos de “violación cruenta” (Segato 15). La violencia manifiesta en relación con el dolor atraviesa estas narrativas, se adentra en los cuerpos de los personajes y se articula con el lenguaje. De esta manera, analizaré una escena de cada texto, donde las protagonistas constituidas desde la violencia son abusadas, para poder indagar cómo funcionan las prácticas de la violencia en estas discursividades y cómo son enunciadas. En este contexto trabajaré con algunos lineamientos debatidos en el seminario de doctorado “Género, Violencia y Estado.” – Dra. Claudia Lozano, 2008 Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires-. Para pensar las representaciones de la violencia en concordancia con la categoría de indecibile y de lo no dicho tomaré los conceptos de Veena Das y Agamben, , y para las nociones de violación y violencia las que plantea Rita Segato. Entonces, dar cuenta de cómo se piensan estos sujetos que están en el margen y en el centro al mismo tiempo de la escena al ser franqueados por los mecanismos estructurales de la violencia3 que operan en ellos.

Los cuerpos4 de estos personajes excluidos y explotados están insertos en el espacio prostitucional y son cotizados como mercancía, son un valor de uso y funcionan como objetos de intercambio (Francine Masiello 154)5 . Son cuerpos constituidos por/desde la violencia, el abuso y el silenciamiento. Y situar los cuerpos en el centro del análisis hace que me pregunte ¿cuáles son los cuerpos que inscribe la violencia? Violencia que desorganiza las subjetividades, que las vulnera y las aniquila.

Escenificaciones de la violencia, violación

En las escenas escogidas se escenifica la violencia a través de la violación del cuerpo de los personajes. En Qué raro que me llame Guadalupe la violación se consuma en el cuerpo de una niña, Jacqueline, a la que obligan a prostituirse en un sitio denominado el kínder. La representación de su cuerpo se construye en el relato no como sujeto sino como un objeto ambiguo –de deseo y de rechazo6 – del que se obtienen ganancias. Es un cuerpo definido como territorio para poder ser colonizado (Segato 39), es un cuerpo confiscado, silenciado, violado y finalmente asesinado. Un cuerpo en relación de subalternidad, anónimo. Es usado y abusado sin el consentimiento del otro (Segato 35).

Jacqueline está recluida con otras niñas y son “visitadas” por clientes “AA” y “AAA” (Laurini 86) que son los que pueden pagar ese servicio, no así los clientes “A” por ser de inferior categoría social y económica. De esta manera, en la novela la voz narradora en tercera persona describe la taxonomización de los clientes (proxenetas o prostituyentes, pedófilos, violadores) y cuenta cómo el kínder, un sitio que produce ganancias es un espacio oculto, escondido que todos conocen, incluso los controladores policiales que son sobornados cada mes para mantener el secreto.

En el prostíbulo infantil se fusiona el deseo y la perversión de los prostituyentes como así también el aniquilamiento de las niñas y el “bisnes”:

Son cuerpos ultrajados, cargados de desesperación. Consagrados a sobrevivir (…) niñas condenadas a saciar la perversión de los perversos (…) en medio de la locura y del horror que las invadía la muerte era la única salida (…) Dejar el cuerpo desgarrado y ultrajado en ese lugar abyecto donde fue desgarrado y ultrajado, evadirse. Sin embargo, el dueño de sus vidas era también el dueño de la última palabra, del último acto. Y él no estaba dispuesto a perder una `mercancía tan valiosa´ (Laurini 87-88).

En este fragmento los cuerpos enuncian y denuncian cómo funcionan las relaciones de poder en el prostíbulo, cómo los cuerpos encerrados son dominados y cosificados. La voz narradora utiliza el recurso de la repetición de los términos que señalé para anclar los significantes y resaltar la inscripción de estos sujetos constituidos en el marco de la violencia. Una violencia de género asumida como expresión máxima de poder. Las prácticas de la violencia operan en la desprotección y vulnerabilidad de los cuerpos que se manifiesta en su grado máximo cuando Jacqueline es violada y asesinada:

Cuando (…) vio lo que vio, no pudo reprimir la náusea: Jacqueline estaba (…con) los ojos abiertos, (…) la boca cerrada con cinta adhesiva, replet(a) de heridas delgadas y profundas, heridas de hojas de afeitar, (…) y sangre, mucha sangre, demasiada sangre, toda la sangre que encerraba un cuerpo de doce años. (…) El excremento, los orines, la sangre de la niña. El vómito del ayudante. Los meados del asesino sobre el rostro de la víctima, capricho final, rúbrica del crimen (Laurini 101).

En esta cita el acto de violación se vuelve enunciado (Segato 36). Otra vez la voz narradora repite términos que connotan la aniquilación del sujeto a través de la dominación instrumentada por la violación, el cuerpo se vuelve territorio, una zona donde puede escribir y contar su práctica. La boca cerrada es la metáfora del silenciamiento, es quitarle toda posibilidad de réplica a la víctima mientras los ojos le quedan abiertos para poder ver cómo es dominada. La sangre es el fluido que brota por las heridas, es el líquido de ella que aquí se transforma en un vaciamiento, queda desangrada, sin vida. Los fluidos de la niña y de los violadores se mezclan impuros y abyectos7 . Digo violadores porque acuerdo lo sostenido por Rita Segato respecto de que toda violación “es un enunciado que se dirige a otros interlocutores presentes en la escena real o simbólica del sujeto”8 (33). En este caso esos otros con los que el violador mantiene una relación dialógica son el proxeneta y su ayudante, a los que hace cómplices y les muestra la escena del crimen como si nada extraño hubiese ocurrido: “Esto te va a salir caro Chamorro (…) me dejaste sin empleada, era la mejor que tenía. (…) Tú dirás cuánto te debo y te olvidas de mi” (Laurini 102)

De esta manera el violador utiliza el cuerpo de Jacqueline como objeto, y como mensaje: en primer lugar, no existe el contrato tácito que hay entre prostituyente y prostituida, la menor es traficada, transgrede el límite y la asesina. En segundo lugar, lo comparte con su comunidad de pares y ostenta el poder sobre el cuerpo colonizado, ese cuerpo que oculta con dinero para que lo desaparezcan y lo reemplacen por otro y que exhibe para demostrar su poder. Finalmente, la orina sobre el rostro de la niña es la rúbrica del asesino, esa firma es la borradura del sujeto aniquilado, el enunciado final.

La representación del cuerpo femenino como territorio se vuelve un espacio de significantes asignados, esto es, el cuerpo violentado es utilizado como mensaje donde se establece un derecho de autoridad y dominación desde los sujetos que ejercen ese derecho hacia los cuerpos vulnerables expuestos a una relación asimétrica de subalternidad. Los significantes son expresados a través del lenguaje enunciado por estos sujetos dominantes que consuman el cuerpo femenino mediante una firma que los identifica. La rúbrica es la huella dejada en el cuerpo violado, es un significante, “donde el sentido está dado a medias porque toda su fuerza reside en los acentos” (Derrida 285). Entonces, inscribir el cuerpo violentado es marcarlo a través de la firma del violador.

El poder disciplinario ejercido sobre cada cuerpo instituye un disciplinamiento y una regulación de los cuerpos como sostiene Foucault en El poder psiquiátrico. Es decir, “el poder disciplinario es individualizante porque ajusta la función sujeto a la singularidad somática por intermedio de un sistema de vigilancia y escritura o un sistema de panoptismo pangráfico que proyecta por detrás de la singularidad somática” (77). La violencia no es un impulso sino que está en relación con un colectivo social, entonces ¿qué sentido tienen estos cuerpos obturados, prescindibles? Es decir, ¿quiénes son estos cuerpos anónimos en los que se imprime la materialidad de la violencia? ¿Qué implica narrarlos?

La indecibilidad, lo no dicho

Si en el relato anterior la voz narradora necesita repetir ciertas palabras para anclar significantes, en la escena tomada de la novela El trabajo, la elipsis y sinécdoque9 son los recursos que utiliza el narrador para sugerir el momento de la violación. Diana, la protagonista, representa una obra teatral donde su cuerpo desnudo encarna la denuncia y el deseo10 . La denuncia articula el placer de la actuación con la exposición del cuerpo como territorio de acusación y transgresión. Esto es, cómo un cuerpo en conflicto exterioriza un esquema político y estético que exhibe la corporalidad expulsada del cuerpo mismo arrojándolo hacia un afuera. Este cuerpo ambiguo productor de deseos pero denunciante debe ser silenciado y aniquilado para que se pueda restablecer el orden alterado, para ello deben violarlo. Se insinúa en el relato que Diana fue violada por policías, esto no se explicita, debe ser repuesto por el lector, esto es lo no dicho. ¿Qué provoca el ejercicio de la violencia en Diana, la fascinación que siente el comisario por su cuerpo, la denuncia que ella manifiesta o ambas situaciones? En esta escena la práctica de la violencia se inscribe ante la presencia del poder amenazado: su cuerpo transgrede lo regulativo, se desnuda y además señala la explotación laboral. Para el comisario ese cuerpo se vuelve impenetrable porque representa la imposibilidad en el deseo del otro y por lo tanto se vuelve castrante, su sexo le está vedado, el deseo del comisario empieza y termina en la superficie corporal de Diana. Se localiza en el umbral entre la proximidad íntima de la piel de ella y la distancia de su enajenación, se vuelve un cuerpo desestabilizador. Un cuerpo femenino construido desde la mirada del narrador masculino y como objeto de deseo y de violencia desde la mirada lasciva del policía (Ostrov 114). Es decir, el comisario tiene que esperar el momento oportuno para poder apoderarse de ese cuerpo que cree que le pertenece y para actuar con impunidad11. De este modo se construye la escena en cuestión, mediante lo no dicho:

quise cerrar la puerta de entrada y apreté el pie de un hombre con traje oscuro (…) no tenía puesto el uniforme (…) era el comisario que había venido al teatro”. (Jarkowski 266). El comisario le pregunta al narrador por Diana y si se la coje: “Entonces apurate porque un día de estos me la voy a venir a cojer con los muchachos” (Jarkowski 269). (Termina la función y se despide el policía: “voy a venir de nuevo” (Jarkowski 270). Días después cuando termina otra función el narrador se va y dice: “vi pasar la luz roja de un patrullero que se movía lento (…) nunca vi policías por ahí a esa hora (…) pensé que darían una vuelta por el galpón (Jarkowski 290).

La figura del comisario aparece fragmentada, se reconstruye su cuerpo como una sinécdoque, el pie, el uniforme y la luz del patrullero. Sus enunciados anticipan qué sucederá pero el sentido discursivo se recompondrá al finalizar la novela. El narrador tras la sospecha de que algo sucede va a la casa de Diana y la ve bajar de un auto tambaleando y en silencio:

Qué te pasó (…) no quiso decirme12 (…). La faltaban botones a su blusa (…) Subimos a su casa sin hablar. Ya no lloraba. Aunque había llorado tanto que los ojos hinchado le deformaban los párpados. (…) Fue al baño a vomitar (…) Abrió la ducha. Estaba inmóvil bajo la lluvia. Lloraba. Vi la blusa y el corpiño rotos (…) rota también, la bombacha empapada en sangre (Jarkowski 295- 296).

Después de ese día nadie más la vio, se muda, desaparece y así concluye la novela. La escena se repone desde lo no dicho. La bombacha representa la genitalidad femenina rota, violada, ensangrentada. La blusa y el corpiño desgarrados son las metonimias de un cuerpo femenino constituido por el abuso y por la dominación del cuerpo como territorio; y su desaparición, el aniquilamiento, el silencio. Desde lo no dicho –recurso elegido por el autor- se escenifica una violación cruenta y disciplinadora (Segato 21), se acalla la enunciación de la sexualidad. En lugar de palabras sólo hay lágrimas. La representación metonímica del cuerpo fragmentado se vuelve silencio por el dolor, se deshace por la estructura de dominación que operó en toda la trama. La violación es el acto de la borradura del cuerpo femenino, es la clausura final. Lo no dicho en el discurso está en tensión con la indecibilidad de Diana con la imposibilidad de contar el dolor. El silencio opera como el discurso de lo que no se puede nombrar y se consolida con las relaciones de poder hegemónicas. La metonimia corporal es la diferencia, aquello que refracta, y que des-contextualiza el discurso cuando se insinúa la fragmentación y la palabra queda elidida por el dolor provocado, esa indecibilidad se vuelve elisión. La ausencia de la palabra violación hace que ese no dicho se llene de sentido. “Los discursos elípticos designan un naufragio de las palabras frente al afecto innombrable” (Kristeva 212).

Una de mis preguntas centrales es ¿por qué no se enuncia la palabra violación? Veena Das intenta dar cuenta de esta imposibilidad de nombrar el dolor que puede producir una violación y hace una crítica respecto de la dificultad que existe en el lenguaje para decir esas cosas que no se pueden decir13 . Y observa una tensión entre lenguaje y cuerpo femenino cuando éste ha pasado por experiencias de la violencia. Sostiene que el lenguaje intrínsecamente es incapaz de enunciar la violencia más extrema. Das relata haberse quedado sin palabras para nombrar eso innombrable y ve en el acto de callarse una valoración positiva porque expresarlo sería desatar un veneno en la sociedad (Dass 330). En este caso donde se sugiere el silencio rescato las reflexiones de Agamben (2002) cuando señala que lo no dicho, que la imposibilidad de decir o de nombrar lo ocurrido “sólo contribuye a la glorificación” de esa práctica violenta. Es decir, se le otorga un poder mayor al que posee.

En la escena lo no dicho por el narrador ¿actúa como saturación para que la inferencia, lo sospechado de lo elidido sea más fuerte, más intenso que la palabra misma? La violencia ejercida sobre la integridad del sujeto ¿supone que los relatos de la violación se silencien por culpabilidad, por vergüenza, por estigmatización? Respecto de no contar lo ocurrido, Agamben propone el acto de enunciación como una “vocación de la memoria”, nombrarlo, decirlo es la posibilidad de reconstruir la subjetividad desecha y de insertar el discurso en la esfera pública, puede ser “venenoso” (Das 331) pero también político. La autora Virginie Despentes manifiesta que mientras no se enuncie la palabra violación, la agresión pierde su especificidad (33). El silencio es una decisión política, un control de lo que se puede o no decir, es un mecanismo de dominación. Butler sostiene que dentro de la esfera pública se decide qué es lo impronunciable, “los límites de lo decible, los límites de lo que puede aparecer circunscribe el campo en el que funciona el discurso político” (Butler 19).¿Por qué el cuerpo violado de Diana surge como una metonimia? ¿A quiénes incomoda escuchar la palabra “violación”? Ocultarla, utilizar eufemismos ¿no supone el control regulativo del discurso además del control del cuerpo? ¿En las narraciones ficcionales, qué tipo de estrategia supone este no nombrar, no decir?

El dolor, el sufrimiento exhiben la inscripción y la borradura del sujeto y de su huella hasta que desaparece, como Diana que deja el espacio que ocupaba saturado por la imagen de su silencio.

Algunos interrogantes

Estos fragmentos analizados pueden ser leídos como una intervención crítica que pone en escena los procesos de construcción y regulación de los cuerpos y del deseo en -función de determinadas convenciones genéricas y sexuales. En este marco se inscribe un lenguaje obturado donde los personajes violados no pueden referir lo sucedido, mientras que los violadores quedan impunes, recordemos que uno de ellos es comisario y el otro un influyente narcotraficante, figuras que de algún modo intervienen y resuelven la situación dentro de la impunidad. Las tácticas que utiliza cada una para decir dentro de su indecibilidad son exhibidas por la gestualidad casi inmóvil de los cuerpos y por la inestabilidad, Jacqueline desde su cuerpo muerto, Diana desde la metonimia de su ropa. ¿Es cuando no se puede nombrar que se producen las prácticas de la violencia? Los cuerpos permeables por la violencia son despojados, desintegrados. Es la violencia la que expone la vulnerabilidad de estos sujetos. Somos sujetos constituidos políticamente desde nuestros cuerpos vulnerables sujetos a la pérdida y expuestos a la violencia (Butler, Vida precaria 23).

No hay conclusiones en este trabajo, sino el planteamiento de interrogantes: ¿Qué es aquello que está en conflicto? ¿Cómo se piensan estas subjetividades y estos cuerpos? ¿Qué es lo que incomoda del discurso, eso que dicen que no se debe decir? Es decir, ¿de qué manera y qué historias se narran desde los cuerpos del silencio? ¿Cómo se transforman en portadores de significantes, en discursivos desde la no-palabra?
 
 
Notas
 
1Este trabajo forma parte de mi investigación doctoral que se encuentra en la etapa inicial (“Representación de cuerpos y espacios en el imaginario de la prostitución en la literatura latinoamericana a partir 1990”) y se propone investigar la articulación existente entre literatura y prostitución como dispositivo de producción de sentidos y representaciones políticas, sociales, culturales y discursivas en la literatura de América Latina a partir de 1990. Para ello me propongo analizar cómo las construcciones del cuerpo de la “prostituta” reflejan la emergencia de nuevos sujetos de carencia y cómo estas corporalidades se organizan a partir de la articulación y confrontación de los conceptos de violencia, abyección y erotismo.

2Qué raro que me llame Guadalupe es una novela escrita por la autora argentino-mexicana Myriam Laurini en 1999 que narra la historia de Berenice una prostituta que desde la cárcel le cuenta a su abogado de oficio porqué está encarcelada injustamente. A Berenice se la acusa de haber matado a su bebé, a su prostituyente y a unaescuincla (niña) a la que obligaban a prostituirse en el kínder (prostíbulo donde tenían ocultas a menores de edad, traficadas). Toda la novela transcurre en la Ciudad de México.

El trabajo del argentino Aníbal Jarkowski transcurre en la Capital Federal de la Argentina hacia el final del gobierno menemista en medio de la crisis económica, social y política. En este contexto Diana, la protagonista de la novela, tras la muerte de su padre y el cierre de la tienda de lencería de barrio de éste queda sola y vulnerable. Previo alquiler de un departamento en un barrio periférico de la ciudad, Diana comienza a desplegar diferentes tácticas para poder conseguir trabajo.

3Parto de un concepto de representaciones de la violencia entendida no como un impulso sino como las manifestaciones de las relaciones de poder y dominación, como una construcción social y política, es decir como un enunciado político que se inscribe en los cuerpos vulnerables.

4Asumo la categoría de cuerpo como el territorio donde se inscriben las prácticas discursivas, de poder y sexualidad. El cuerpo entendido como lugar donde se inscribe el poder político y su ejercicio como acto de resistencia: “donde hay poder hay resistencia, y no obstante (o mejor: por lo mismo), ésta nunca está en posición de exterioridad respecto del poder” (Foucault:2006:116). “Los cuerpos se forman, se enmarcan, en ciertas condiciones normativas, allí se forma la materialidad del cuerpo, y se forma a través de las categorías diferenciales de sexo” (Butler:2005:111)

5Para reflexionar sobre el cuerpo prostituido como mercancía consultar los trabajos de: PATEMAN, Carol: El contrato sexual. Barcelona, Anthropos, 1995. BENJAMIN, Walter: “París, capital del siglo XIX” en Iluminaciones II, Taurus, Madrid, 1972. FOUCAULT, Michel: Vigilar y castigar, Buenos Aires, SigloXXI, 2002.

6“El espacio simbólico en el que es constituida la figura de la prostituta la proyecta, en general, como un cuerpo femenino marcado por la ambigüedad. Por un lado, es pensada como productora de placeres, de erotismo, musa inspiradora, por el otro, representa el peligro, la amenaza, la abyección, el pecado, la perdición. Concepciones interdependientes, ya que ella es por ambas razones igualmente señalada, excluida y estigmatizada. Se trata de un mismo sistema de percepción política y de construcción discursivo-dominante”. (Bianchi:2008 en http://www.fiu.edu/~hispanet/LasubjeMaria.pdf)

7No trataré en este apartado lo abyecto y su relación con las impurezas de los fluidos y el significado abyecto del cadáver, para ello ver los trabajos de Mary Douglas:Pureza y peligro, Siglo XXI, Buenos Aires, 1973 y Julia Kristeva: Los poderes de la perversión, Catálogos, Buenos Aires, 1988.

8Rita Segato dice que en toda violación hay un eje vertical y otro horizontal: el primero es la consumición de la víctima y el segundo la comunicación con sus interlocutores, la relación dialógica de la que habla Bajtín (Segato 33)

9Metonimia: recurso estilístico. Sustitución del nombre de una cosa por el de otra con la que guarda una relación de proximidad. Sinécdoque: se asocia con la metonimia, es la parte de un todo.

10Diana monta en un galpón de la periferia citadina, una obra de teatro en la que a través de su cuerpo (que desviste a lo largo de la función) representa y denuncia las humillaciones por las que pasó ella y por las que otras trabajadoras viven cuando buscan trabajo. Denuncia y desestabiliza las relaciones de poder, de trabajo y desde su desnudez delata su explotación. Ella tuvo que quitarse la ropa para conseguir empleos anteriores. Su cuerpo queda desnudo en la obra para concluir con la denuncia. Acude todo tipo de público a verla, también un comisario que conoce al coautor de la obra y que siente deseo y ganas de consumar a Diana, como si fuera un objeto.

11Podría reflexionarse esta representación como el tipo de violación que describe Rita Segato: la “violación disciplinadora” (Segato 31), como castigo, como reprimenda hacia ese cuerpo femenino desobediente. Diana es un cuerpo que transgrede entonces debe ser corregido, encausado. Algo similar ocurre con la violación en la escena del Kínder, la niña podría haber sido violada por ser prostituta, sin embargo por la descripción del hecho encaja más el tipo de violación de “estatus” (Segato 33) donde el violador debe demostrar su virilidad y poder frente al grupo de pares.

12Señalo que Diana nunca habla por si misma, siempre es el narrador quien cuenta aquello que ella dijo. Con la novela anterior sucede algo similar, el narrador en tercera persona (omnisciente) es quien describe las escenas, Jacqueline nunca habla en la novela.

13Veena Das lo relaciona con lo simbólico y lo real lacaniano que es, esto último, lo que no se puede nombrar (ver Das, 2004).
 
 
Bibliografía
 
Agamben, Giorgio.Lo que queda de Auschwitz. El archivo y El testigo. Homo Sacer III, (traducción: Antonio Gimeno Cuspinera), Pre-Textos, Valencia, 2000

Butler, Judith. El género en disputa. Paidós, Buenos Aires, 2007

—————.Cuerpos que importanSobre los límites materiales y discursivos del sexo. Paidós, Buenos Aires, 2005

—————.Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. (Traducción: Fermín Rodríguez) Paidós, Buenos Aires, 2006

Das, Veena. “Language and Body: transactions in the Construction of Pain” in Scheper-Hughes, Nancy and Bourgois, Phillippe Violence in War and Peace. Blackwell Publishing:327-333 (2004)

Derrida, Jacques. De la gramatología, México: Siglo XXI, 2000

Despentes, Virgini. Teoría de King Kong, (traducción Beatriz Preciado), Melusina, España, 2007

Foucault, Michel. Historia de La sexualidad I. Voluntad del saber, (Traducción: Ulises Guiñazú). SigloXXI, Buenos Aires, 2006

Foucault, Michel. El poder psiquiátrico. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007

Kristeva, Julia. Sol negro, depresión y melancolía. Monteávila Editores, Venezuela, 1997

Kristeva, Julia. Los poderes de la perversión, Buenos Aires, Catálogos, 1988Jarkowski, Aníbal. El trabajo, Buenos Aires, Tusquets, 2007

Laurini Myriam.Qué raro que me llame Guadalupe, Ediciones B, México, 2008

Ostrov, Andrea. El género al bies. Cuerpo, género y escritura en cinco narradoras latinoamericanas. Córdoba, Alción editora, 2004

Segato, Laura Rita, Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Universidad de Quilmes, Buenos Aires, 2003

Masiello, Francine.Entre la civilización y la barbarie. Mujeres, Nación y cultura literaria en la Argentina moderna. Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora, 1997
 
 

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