“Geografía lingüística del judeoespañol”

Quintana Rodríguez, Aldina. Geografía lingüística del judeoespañol. Berna: Peter Lang, 2006. 546 páginas.

Vítor Meirinho
The Graduate Center, CUNY
 
 
Geografía Lingüística del Judeoespañol es una obra extensa (con unas 350 páginas de texto más otras aproximadas 200 de mapas y apéndices) en la que la Aldina Quintana Rodríguez, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, hace una detallada aproximación descriptiva, tanto diatópica como diacrónica, al judeoespañol. Nótese que este nombre, el de «judeoespañol», hace referencia a la lengua de origen ibérico hablada en los Balcanes, Grecia y Turquía, y no incluye la haquetía, o sea, la lengua hablada por los sefardíes de Marruecos; aunque en este libro se hacen bastantes referencias contrastivas a una y otra variedad.

La tentativa de dibujar una geografía lingüística del judeoespañol es sin duda ambiciosa e implica varios problemas, de los que la autora es muy consciente. Así lo hace notar en la primera parte (sobre la metodología usada y las fuentes): durante el siglo XX el judeoespañol ha sido prácticamente barrido de las comunidades donde se desarrolló (tanto por la creación de los estados nacionales resultantes de la fragmentación del imperio turco, como por la II Guerra Mundial, como por la creación del estado de Israel), y como bien indica Aldina Quintana, los informantes de que se tienen que valer hoy los investigadores hubieran sido rechazados hace un siglo, cuando se emprendieron otros estudios descriptivos que hoy tienen un valor doblado en tanto que su importancia testimonial es fundamental desde la ruptura o erosión acelerada de la mayor parte de las comunidades lingüísticas judías.

Sin embargo, la comprensión que Quintana tiene de este problema respecto a las fuentes, unida a la erudición que la autora transparenta —no sólo de la realidad lingüística propiamente dicha sino también, lo que es muy importante, de las circunstancias históricas que la influyen—, hace que Aldina Quintana pueda salvar esta dificultad. Para ello, la autora se sirve de trabajos anteriores, de entrevistas, documentos sonoros, glosarios, y de un gran número de escritos de varias épocas, tanto impresos como manuscritos. Las fuentes que maneja Quintana son muy numerosas, y esto, integrado en una inteligente comprensión sociolingüística —implícita en todo el trabajo— le permite trazar un extenso y —dentro de las posibilidades— pormenorizado mapa de los varios aspectos gramaticales que son descritos en Geografía Lingüística del Judeoespañol.

La estructura del libro es nítidamente esquemática: a la primera parte, introductoria, le sigue una segunda en que se describe la variación en los niveles fonético y fonológico del judeoespañol, con la descripción primero del sistema vocálico y después del consonántico, desglosando cada una de las variaciones en cuestión (reducciones, neutralizaciones, cambios de articulación, etc). Le sigue un capítulo tercero, sobre la variación morfológica, un cuarto sobre la variación sintáctica, un quinto sobre la variación léxica y un sexto capítulo sobre la variación semántica. Finalmente, las conclusiones hacen una interpretación general de los datos expuestos en los capítulos precedentes.

En Geografía Lingüística del Judeoespañol los lectores no encontrarán una perspectiva metodológica particularmente innovadora, lo que no parece ser el propósito de la autora. Al contrario, la obra se adscribe a la dialectología estructural, lo que probablemente vaya en consonancia con el tipo de material que se puede manejar en este caso, así como con el tipo de conclusiones a que se pretende llegar. Lo que sí se notará en particular es el enorme conocimiento que se deja ver en este libro —ya de por sí grande en número de páginas— cuya «extensión interior» aumenta si se tiene en cuenta la profusión de datos y la concisión con que son relatados.

Por eso, Geografía Lingüística del Judeoespañol tiene un particular valor en tanto que es una excelente guía para conocer las características y procesos históricos de la lengua romance de los judíos del Este de Europa. Más que un libro de lectura rápida, los interesados en el judeoespañol pueden encontrar aquí un recurso eficaz (cuya estructura sistemática facilita la consulta) para conocerlo en su situación dialectal; local y temporal.

Al mismo tiempo, la obra de Aldina Quintana no deja de tener otros valores. En particular, destaco que su lectura permite hacerse una buena idea de cuál ha sido la llamada «historia externa» del judeoespañol. Aunque el libro no se postule estrictamente como una «historia social» de la lengua, las variaciones que se describen son casi siempre explicadas en relación con la historia de las comunidades judías del Este europeo. De esta forma, Aldina Quintana ofrece un buen retrato de las diferencias entre el judeoespañol de un lado y otro del mar Adriático en relación con la diferente recepción de los judíos portugueses en esas comunidades; o de cómo la institucionalización de los estados nacionales en el siglo XIX transformó cualitativamente la dinámica sociolingüística de una lengua que, si bien hasta entonces había sido pluricéntrica dentro de su relativa unidad, no había sido tampoco influída como fue desde entonces por cada una de las lenguas con que estaba en contacto, hasta alterar radicalmente su aspecto y prácticamente dar cuenta del judeoespañol.

Por todo esto, la utilidad de Geografía Lingüística del Judeoespañol es doble: por una parte, realiza su propósito de ser una geografía lingüística diacrónica; y por el otro es también un excelente recurso para entender cómo se ha formado esa geografía lingüística.

 
 

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