La ciudad a la deriva: Nueva York en las obras de Walt Whitman y José Martí

Clayton McCarl
The Graduate Center – CUNY
 
 
En el curso del siglo XIX la ciudad de Nueva York se transformó de una modesta ciudad poscolonial en la incipiente metrópolis de un imperio mundial. Esta metamorfosis fue íntimamente presenciada por dos poetas que trascenderían en la poesía americana posterior: el estadounidense Walt Whitman y el cubano José Martí. En la obra de cada uno, la ciudad juega un papel central. Sin embargo, las visiones de Nueva York son bien distintas, si no plenamente opuestas. Este trabajo primero contrasta estas dos visiones. Después, trata de rectificar sus discrepancias mediante la consideración de las ideas políticas de cada escritor.Leaves of Grass presenta una Nueva York arraigada en una economía artesanal. En “A Song for Occupations”, Whitman cataloga las actividades laborales de la ciudad: “House-building, measuring, sawing the boards, / Blacksmithing, glass-blowing, nail-making, coopering, tin-roofing, shingle-dressing, / Ship-joining, dock-building, fish-curing [. . .]” (Complete Poems 245). En sus 24 versos vertiginosos, esta enumeración evoca un mundo de trabajadores fuertes y vigorosos, todos con un aprendizaje especializado y un lugar propio dentro de la economía.

En el poema “I Hear America Singing” el orgullo de estos trabajadores es evidente:

I hear America singing, the varied carols I hear,
Those of mechanics, each one singing his as it should be blithe and strong,
The carpenter singing his as he measures his plank or beam,
The mason singing his as he makes ready for work, or leaves off work,
The boatman singing what belongs to him in his boat, the deckhand singing on the steamboat deck [. . .]

Se celebra no sólo el trabajo sino también la individualidad personal; cada uno canta lo específicamente suyo —”each singing [that] which belongs to him and to none else”— (47).

Éste es un mundo de trabajadores profundamente contentos. Como señala M. Wynn Thomas, el mundo laboral de Whitman tiende hacia un éxtasis constante. En Leaves of Grass “[t]he workaday world [. . .] is forever aspiring to the condition of festival” (“Two Cities” 640).

En la obra de Martí, en cambio, vemos otra realidad económica. Los trabajadores ya no son artesanos individualistas, sino empleados asalariados en un sistema impersonal. El obrero es un recurso más, intercambiable por otros. Esta situación se evidencia en “Nueva York bajo la nieve”. A pesar de la tormenta aplastante, los empleados temerosos se apresuran para llegar al trabajo. Un secretario particularmente ansioso arriesga la vida; para no perder su puesto, cruza el puente de Brooklyn a pie y por poco se muere congelado (II 832). Los niños tampoco escapan de apuros laborales; uno de ellos, que trabaja como mensajero, se pierde en la nieve, mandado afuera por “una empresa vil” (833).

Para Martí este sistema moderno no es completamente negativo. Por ejemplo, es la sociedad industrializada la que ha creado lo que el poeta percibe como el milagroso Puente de Brooklyn. Sin embargo, en la crónica que celebra esa edificación, el escritor no deja de enfocarse en el carácter impersonal y mecanizado del trabajo. Se imagina a los obreros que mueren:

Y los albañiles encajaron en aquella altura, como niños sus cantos de madera en torre de juguete de Crandall, piedras a cuyo choque ligerísimo, como alas de mariposa a choque humano, se despedazaban los cuerpos de los trabajadores, o se destapaba su cráneo!

El obrero fallecido no tiene identidad individual, sino que su muerte es completamente anónima: “¡Oh trabajadores desconocidos, oh mártires hermosos, entrañas de la grandeza, cimiento de la fábrica eterna, gusanos de la gloria!” (485). Los obreros no son solamente héroes sin nombres, sino que son tan indiferenciados como los animales más sencillos; son “mártires”, pero también son “gusanos”.

Junto con su economía más tradicional, la Nueva York de Whitman goza de un índice alto de solidaridad humana. La multitud urbana en Whitman es amistosa y feliz: “I dream’d in a dream I saw a city invencible to the attacks of the whole of the rest of the earth, / I dream’d that was the new city of Friends, / Nothing was greater there than the quality of robust love” (Complete Poems 164). En “City of Orgies”, un amor fraterno se manifiesta en abrazos, besos y señales de amistad: “O Manhattan, your frequent and swift flash of eyes offering me love, / Offering response to my own [. . .]” (158). La ciudad de amantes y de compañeros no podría volverse más solidaria.

La Nueva York de Martí, por otro lado, es un lugar de frialdad y aislamiento. La multitud cariñosa de Leaves of Grass aquí se transforma en “una muchedumbre que se agolpa colérica” (II 834). Sólo un acontecimiento excepcional como la tormenta de “Nueva York bajo la nieve” puede inspirar un sentido de humanidad compartida: en medio de la crisis, “[l]a ciudad toda se habla en alta voz, como si tuviera miedo de quedarse sola. Los que se codean en el resto del año brutalmente, hoy se sonríen, se cuentan sus riesgos mortales, se dan las señas de sus casas, acompañan largo trecho a sus nuevos amigos” (835).

En “El Puente de Brooklyn” Martí nos da otra visión del carácter impersonal de la ciudad:

Llamemos a las puertas de la estación de New York. Millares de hombres, agolpados a la puerta central nos impiden el paso. Levántanse por entre la muchedumbre, cubiertas de su cachucha azul humilde, las cabezas eminentes de los policías de la ciudad, que ordenan la turba. (II 480)

La humanidad en esta crónica es una masa indiferenciada —una “siempre creciente multitud”— sin rasgos individuales. El poeta habla otra vez de la muchedumbre con términos más propios del mundo animal: los hombres “se precipitan, amontonados y jadeantes”. El poeta imagina a la Estatua de la Libertad viéndolos “aglomerarse” y “hormiguear velozmente” (479).

El contraste entre las dos visiones urbanas destaca también en el carácter moral de Nueva York. En Leaves of Grass, no se priman las consideraciones morales, sino la celebración de “[l]ife immense in passion, pulse and power” (Complete Poems 80). La voz poética celebra sus apetitos carnales, proclamándose “[t]urbulent, fleshy, sensual, eating, drinking and breeding” (86). La energía desbordante de la ciudad representa una extensión de estas tendencias: “People, endless, streaming, with strong voices, passions, pageants [. . .]” (338). El hablante se integra plenamente a este caos callejero: “O such for me! O an intense life, full to repletion and varied! / The life of the theatre, bar-room, huge hotel, for me! / The saloon of the steamer! The crowded excursion for me! The torchlight procession” (338).

El exceso urbano no representa un problema en Leaves of Grass, debido al modo trascendente en que el poeta percibe la vida urbana. Como señala Thomas, Whitman presenta la ciudad como una parte del mundo natural (“Two Cities” 643). Encontramos un ejemplo en “Crossing Brooklyn Ferry”: “Ah, what can ever be more stately and admirable to me than mast-hemm’d Manhattan? / River and sunset and scallop-edg’d waves of flood-tide?” (Complete Poems 194). Aquí la línea entre la ciudad y la naturaleza se esfuma. Mediante esta técnica, Whitman presenta una ciudad cósmica, donde las fuerzas contradictorias se complementan y se necesitan:

The metaphor of nature allowed him to take a benignly holistic view of New York life, to see both good and evil as part of the natural ecosystem of the urban habitat and to believe that even the worst aspects of city life would be duly accounted for in the teleology of nature. (Thomas “Two Cities” 643)

Martí, en cambio, enfatiza plenamente el carácter licencioso de la ciudad. Por ejemplo, en su crónica de Coney Island delata el materialismo urbano. Recorriendo la famosa playa, el cronista se sorprende ante la extravagancia del espectáculo: “Pero ¡qué ir y venir! ¡qué correr del dinero! ¡qué facilidades para todo goce!” (II 314). Expone la proclividad urbana al consumo desmesurado: “Los menos ricos, comen cangrejos y ostras sobre la playa, o pasteles y carnes en aquellas mesas gratis que ofrecen ciertos grandes hoteles para estas comidas; los adinerados dilapidan sumas cuantiosas en infusiones de fuchsina, que les dan por vino” (315).

En los versos del cubano se rechaza el tumulto urbano. La “Poesía”, convertida en personaje del poema, experimenta la ciudad como un lugar violento y dañino: “Cuando va a la ciudad, mi Poesía / Me vuelve herida toda, el ojo seco / Y como enajenado, las mejillas / Como hundidas, de asombro [. . .]” (521). El sujeto poético huye de la decadencia moral: “Odio la máscara y vicio / del corredor de mi hotel: / Me vuelvo al manso bullicio / De me monte de laurel” (464). En “el baile extraño” del poema XXII de Versos libres, la voz poética se queda apartada de la fiesta que le pasa por delante “como delante de un ciego / Pasan volando las hojas” (470).

Al tratar de contextualizar estas visiones distintas, se debe señalar un par de hechos biográficos. En primer lugar, Whitman nació en 1819, treinta y cuatro años antes que Martí. Más aun, escribió la mayor parte de Leaves of Grass varias décadas antes de que Martí conociera la ciudad; el libro se editó por primera vez en 1855, mientras el cubano no se trasladaría a la ciudad hasta el año 1881. Esta diferencia temporal se patentiza en dos de los escritos más famosos de cada escritor; Whitman escribe un poema sobre la embarcación que conecta Brooklyn con Manhattan (“Crossing Brooklyn Ferry”), mientras Martí observa en su crónica el puente ultramoderno que la reemplaza. Habría que preguntarse por ende si el paso de los años y la concomitante transformación a una ciudad industrializada explica las diferentes representaciones de Nueva York.

Tampoco se puede olvidar la relación personal de cada poeta respecto a la ciudad. Whitman, por su parte, es hijo natal de Nueva York. Su familia se trasladó a Brooklyn cuando él tenía tres años, y vivió en Long Island, Brooklyn y Manhattan hasta trasladarse a Washington, D.C., durante la guerra civil norteamericana (Christman ix-x). No sólo habitó la ciudad, sino que también se integró a la vida urbana a través de su trabajo periodístico y su participación en varias campañas políticas (xi-xii).

Estos lazos fuertes con la ciudad se expresan en la poesía. En Leaves of Grass, la voz poética —estrechamente identificada con el mismo poeta— se dirige cariñosamente a Nueva York como suya: “O Manhattan, my own, my peerless!” (Complete Poems 305). Esa voz se refiere a sí mismo como hijo de la ciudad: “Walt Whitman, a kosmos, of Manhattan the son” (86). En “Crossing Brooklyn Ferry” declara otra vez su identificación íntima con la urbe: “Brooklyn of ample hills was mine, / I too walk’d the streets of Manhattan island, and bathed in the waters around it” (192).

La realidad de Martí es otra. Como señala Susana Rotker, la ciudad es para Martí un mundo lingüística y culturalmente ajeno. El poeta experimenta la ciudad como exiliado: “[H]e is the other, the small colonial subject, living in ‘the monster’s entrails’ and writing from his marginality as a Cuban confronted by the metropolis” (17). El dolor de habitar un lugar ajeno resuena en la obra del cubano: “[N]o hay casa en tierra ajena!” afirma la voz poética en “No, música tenaz, me hables del cielo” (IV 517). En “Amor de Ciudad Grande” declara de forma directa “¡Me espanta la ciudad!” (495).

Estas consideraciones podrían explicar los dos modos tan distintos de ver a Nueva York. Quedan anuladas, sin embargo, al ojear la obra periodística de Whitman. Como señalan Emory Holloway y Ralph Adimari, los artículos que se conservan demuestran la distancia entre la ciudad poética y la realidad cotidiana presenciada por el poeta (Dissected 119).

En la colección editada por Holloway y Adimari, Whitman retrata una ciudad tétrica y peligrosa: “New York is one of the most crime-haunted and dangerous cities in Christendom. There are hundreds —thousands— of infernal rascals among our floating population; street boys, grown up into rowdies, and the brutal scum of vile city ignorance and filth [. . .]” (140). Lejos de la ciudad poética de amigos y de amantes, aquí los turistas deben evitar a los moradores habituales: “Don’t be in haste to make city street acquaintances. Any affable stranger who makes friendly offers is very likely to attempt to swindle you as soon as he can get into your confidence. Mind your own business [. . .] and let other people mind theirs” (141). Una epidemia extendida de alcoholismo afecta la urbe, motivada por la sobrepoblación de las zonas residenciales y la ubicuidad de cervecerías baratas (99). El negocio sexual es un asunto tan corriente que las prostitutas circulan de día sin ! compunción: “The experienced city observer may everywhere recognize, in full costume and with assured faces [. . .] one and another notorious courtesan taking a ‘respectable’ promenade. These horrible women, with quiet assurance, walk the street, or sit at lunch in fashionable refreshment saloons [. . .]” (121). Las autoridades se dejan sobornar, y así toleran todo, hasta el uso del puerto por los traficantes de esclavos (108).

El dinero motiva también la avaricia de los negociantes: “A grim and griping generation [. . .] some fat and study; most lean and dried up; all with close, hard faces [. . .] their brains full and throbbing with greedy hopes or bare fears about the almighty dollar” (120-121). Mientras éstos persiguen sus fortunas, los pobres luchan simplemente por sobrevivir, forzados a alquilar viviendas inmundas por precios abusivos:

For ten dollars a month thousands of our operative classes find themselves constrained to pass their days in places ill-constructed, close, and in violation of law as well as of common decency [. . .] rooms not larger than cupboards, stair-ways narrow and dark, a melancholy deficiency in light, air, and water, squalor everywhere [. . .] (93)

Como el cubano, Whitman se preocupa por la falta de espíritu democrático en Nueva York. La indiferencia con la que se celebra el cuatro de julio, día de la independencia norteamericana, es sintomática de esta situación. El día ya no es una celebración de los ideales nacionales: “The day seems only the listless vacation of laborers overworked —not the joyous exultation of a free people” (84). La decepción de Whitman ante la celebración desanimada anticipa la experiencia de Martí décadas después, cuando se inaugura la Estatua de la Libertad.

Frente a esta ciudad decadente, materialista y políticamente apática, Whitman construye otra ciudad idealizada. Para esto, recurre a la visión de un pasado más glorioso. Como se ha demostrado, evoca la imagen de la artesanía tradicional, que para él emblematiza la armonía social y la dignidad individual que se veían perjudicados por el incipiente modelo capitalista (Thomas, “Mannahatta” 364).

Al mirar hacia el pasado, Whitman también se fija en la visión democrática con que se fundó el país. Betsy Erkkila señala que el poeta creía presenciar una transición decisiva: “As the last of the revolutionary figures died, he experienced sadness at the passing of a heroic epoch and anxiety lest the ideals of the founders be forgotten amid the scramble for material gain” (31).

Con la visión idealizante de Leaves of Grass, entonces, Whitman intenta reorientar a una sociedad que se ha alejado de sus fundamentos más básicos. Cabe señalar, sin embargo, que su fe no era absoluta; a medida que avanzaban los años, Whitman perdía confianza en su programa poético. Stephen John Mack señala que esta crisis influía en la nueva inclinación por la prosa que el poeta muestra a partir de 1867; Whitman cambiaba de género “in an attempt to resolve the contradiction between the obligations that democracy entails and the freedom it necessitates —to reconstruct his very vision of democracy in a way that accounts for both its promise and its failure” (136). El poeta veía que no era suficiente promover solamente una visión idealizada del país y que debía enfrentarse con los aspectos negativos y más problemáticos de la sociedad.

La relación de Whitman con Nueva York cambió también. Después de la guerra civil, se le hizo más difícil considerar a Nueva York una ciudad democrática:

Whitman tried, with a desperation more often comic than poignant, to convince himself by convincing others that contemporary New York was a city animated by the spirit of democratic comradeship. His idealism no longer grew spontaneously from a heightened appreciation of the potential of contemporary life. It existed only in simple, empty defiance (or perhaps obdurate ignorance?) of the facts. (Thomas, “Mannahatta” 375)

Whitman nunca más fue habitante permanente de Nueva York. Después de diez años en Washington, DC, vivió las dos últimas décadas de su vida en Camden, New Jersey. La distancia entre la visión democrática de Whitman y la realidad del país se patentiza en un suceso del año 1881: Leaves of Grass fue prohibido en la ciudad de Boston.

Por casualidad, Martí llegó a Nueva York por primera vez ese mismo año. Durante los primeros años en el país, el poeta era más admirador que crítico de la vida norteamericana. En particular, respetaba el apego al trabajo y los avances que el país había conseguido en la tecnología y las ciencias. Por ejemplo, en su crónica sobre una exposición ferrocarril en 1883, el poeta se desborda con entusiasmo: “¡Qué hermoso misterio es una máquina! Se adivina, con ver cada una de ellas, que es una presa nueva que el hombre hace al cielo, y una estrella más que clava a la tierra. Ver una máquina llena de orgullo; orgullo de ser igual en forma a quien la hizo” (III 521-22).

Uno de los aspectos que más admiraba de la sociedad norteamericana era su sistema de educación práctica (Kirk 278-79). En un artículo publicado en La América en 1883, propone para Latinoamérica un acercamiento pedagógico parecido:

En nuestros países ha de hacerse una revolución radical en la educación, si no se les quiere ser siempre, como aun se ve ahora a algunos, irregulares, atrofiados y deformes, como el monstruo de Horacio: colosal la cabeza, inmenso el corazón, arrastrando los pies flojos, secos y casi en hueso los brazos. Contra Teología, Física; contra Retórica, Mecánica; contra preceptos de Lógica [. . .], preceptos agrícolas.

Como ejemplo, el poeta proporciona el modelo de una empresa norteamericana, que educa con eficacia a sus aprendices: “Como quien señala, pues, una vía, señalamos la Compañía ‘Excelsior’ de San Luis” (III 505).

Martí no sólo admiraba la modernidad de la república norteamericana, sino también sus fundamentos democráticos. Apreciaba los valores celebrados en la Constitución y simbolizados por los grandes héroes de la república. Como señala Manuel Pedro González, “Martí had an almost religious reverence for the great North American leaders of the past, particularly for Thomas Paine, George Washington, Thomas Jefferson and Abraham Lincoln” (39). Para Martí, que vivía un exilio político, la libertad era asunto sagrado: “Terrible es, libertad, hablar de ti para el que no te tiene” (II 716).

Sin embargo, con el paso del tiempo, Martí se dio cuenta de cuánto el país se había desviado de aquellos valores fundacionales. Según la perspectiva del poeta, el pueblo norteamericano se preocupaba principalmente por amasar bienes materiales (Kirk 279). Su desaprobación no era solamente de carácter moral, sino también práctica: este materialismo representaba una amenaza para Latinoamérica. Martí era consciente de que, mientras se consolidaban los cambios económicos que ocurrían en Estados Unidos, llegaría el momento en que el país mirase hacia afuera (Onís 199). La doctrina “Manifest Destiny” estaba, desde mediados del siglo XIX, arraigada en la conciencia nacional, y el país ya había ganado una guerra de expansión territorial con México. Por lo tanto, el cubano decidió que los Estados Unidos pronto representarían una amenaza para toda América Latina.

Según John Kirk, los sucesos claves que llevaron a Martí a esta conclusión fueron tres. En primer lugar, se había asustado con el interés estadounidense en comprar Cuba a los españoles. Para el poeta, este acto no encajaba con el supuesto espíritu democrático de la república norteamericana. Además, la proposición estadounidense frustraba los planes revolucionarios que Martí y sus conspiradores desarrollaban: “[H]e now realized that, in order to win political independence for thepatria, not only did they have to defeat the Spanish forces but also to keep the United States firmly at bay” (285; las cursivas son del autor).

El segundo suceso clave fue la primera Conferencia Interamericana, convocada en Washington, DC, desde finales del 1889 hasta abril del 1890. La reunión fue promovida por los Estados Unidos y juntó por primera vez la mayoría de los países latinoamericanos. Kirk afirma que la conferencia tuvo como propósito central promover el dominio hemisférico de los Estados Unidos: “From the very beginning of the conference everything was geared towards convincing the delegates of the value of having closer ties with the most powerful country of the Americas, the United States” (285). Como respuesta, Martí pidió a los representantes latinoamericanos que no se dejasen engañar, que mirasen por debajo de la imagen de progreso y bienestar material que proyectaba el país norteamericano (286).

El tercer paso determinante fue la Conferencia Internacional Monetaria en 1891. Kirk explica que la reunión tenía dos propósitos: procurar el apoyo de los gobiernos latinoamericanos respecto a la cuestión del “bimetalismo” —un asunto monetario con claros beneficios para los Estados Unidos— y persuadir a los países latinoamericanos para que disminuyeran su comercio con Europa. Martí estaba convencido de que estas propuestas beneficiarían poco a Latinoamérica, y además, aumentarían la dependencia de estos países con los Estados Unidos (287).

Frente a esta situación, Martí se dedicó a avisar a los latinoamericanos del peligro que representaba su vecino del norte (283). En su ensayo “La verdad sobre los Estados Unidos”, expone explícitamente esta postura. Alega que en los Estados Unidos “en vez de apretarse las causas de unión, se aflojan; en vez de resolverse los problemas de la humanidad, se reproducen; en vez de amalgamarse en la política nacional las localidades, la dividen y la enconan; en vez de robustecerse la democracia y salvarse del odio y miseria de las monarquías, se corrompe y aminora la democracia, y renacen, amenazantes, el odio y la miseria” (II 988) El poeta procura revelar estas verdades de este vecino dominante “para que por ignorancia, o deslumbramiento, o impaciencia no caigan los pueblos de casta española al consejo de la toga remilgada y el interés asustadizo en la servidumbre inmoral y enervante de una civilización dañada y ajena” (988-989).

Detrás de la Nueva York viciosa y fría de Martí y la ciudad amigable y feliz de Whitman encontramos preocupaciones parecidas. Mientras el poeta norteamericano teme un retroceso democrático, a Martí le asustan las tendencias expansionistas de esa democracia decadente. En los dos casos, cada escritor percibe con ansiedad que los Estados Unidos se alejan peligrosamente de la ideología de su fundación. Como respuesta a esta situación, los dos poetas manipulan la imagen de Nueva York, ciudad emblemática del país norteamericano. Al proyectar las virtudes de la ciudad —reales o imaginadas—, Whitman intenta recuperar el espíritu democrático del pueblo. Martí, en cambio, pinta las carencias de la ciudad, a fin de pregonar la amenaza de un país materialista y dado al imperialismo hemisférico. A través de visiones tan distintas de Nueva York, ambos poetas expresaron fe en los principios democráticos de los Estados Unidos y temor ante un futuro en que esos princ! ipios ya no estuvieran vigentes.
 
Bibliografía

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Erkkila, Betsy. Whitman the Political Poet. New York: Oxford University Press, 1989.

González, Manuel Pedro. José Martí: Epic Chronicler of the United States in the Eighties. Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 1953.

Kirk, John M. “Jose Marti and the United States: A Further Interpretation.” Journal of Latin American Studies 9 (1977): 275-290.

Mack, Stephen John. The Pragmatic Whitman: Reimagining American Democracy. Iowa City: University of Iowa Press, 2002.

Martí, José. Obras Completas. Caracas: Litho-Tip, 1964.

Onís, José de. The United States as Seen by Spanish American Writers (1776-1890). New York: Hispanic Institute in the United States, 1952.

Rotker, Susana. “José Martí and the United States: On the Margins of the Gaze” in Re-reading José Martí (1853-1895): One Hundred Years Later. Ed. Julio Rodríguez-Luis. Albany: State University of New York Press, 1999.

Thomas, M. Wynn. “Walt Whitman and Mannahatta-New York.” American Quarterly 34 (1982): 362-378.

____________. “Whitman’s Tale of Two Cities.” American Literary History 6 (1994): 633-657.

Whitman, Walt. The Complete Poems. Ed. Francis Murphy. 1975. Harmondsworth, Middlesex, Eng.: Penguin Books, 1979.

____________. New York Dissected: A Sheaf of Recently Discovered Newspaper Articles by the Author of Leaves of Grass. Ed. Emory Holloway and Ralph Adimari. New York: Rufus Rockwell Wilson, Inc., 1936. Ann Arbor: UMI, 1996.

 
 

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