“Particularizar la educación dirigida a las minorías favorece un aislamiento no deseado, la separación indígena-no indígena y una brecha sociocultural que debe borrarse”: Entrevista con Dora Pellicer

Luis Bernardo Quesada Nieto
The Graduate Center, CUNY
lquesadanieto@gradcenter.cuny.edu

 

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Resumen

 

La sociolingüista mexicana Dora Pellicer (Escuela Nacional de Antropología e Historia), repasa en esta entrevista algunas tradiciones de estudio sociolingüístico que observa en México. Refiere el origen y características de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (2003), instrumento que determina el tratamiento oficial hacia el complejo panorama compuesto por “63 lenguas indomexicanas”. Comenta el trabajo de la Asociación Mexicana de la Lengua, así como la producción de diccionarios de ésta y otras instituciones en el país.

 

Palabras clave

 

Dora Pellicer, políticas de la lengua, lenguas indomexicanas, contacto lingüístico, bilingüismo, Asociación Mexicana de la Lengua, lexicografía.

 

Abstract

 

In this interview, Mexican sociolinguist Dora Pellicer (Escuela Nacional de Antropología e Historia) review some key sociolinguistic research traditions in Mexico. She talks about the origin and some features of the General Law on Linguistic Rights of Indigenous People (2003), a legal device which governs the nation´s official treatment of the complex “63 indomexican languages” panorama. She comments on the work of the Asociación Mexicana de la Lengua, and the creation of dictionaries from this and other institutions within the country.

 

Key words

 

Dora Pellicer, language policies, indomexican languages, linguistic contact, bilinguism, Asociación Mexicana de la Lengua, lexicography.

 
 

 Dora Pellicer es una sociolingüista mexicana de larga trayectoria: no es posible condensar su historia personal y profesional en este espacio. Su transición al campo de la sociolingüística se dio desde la enseñanza del inglés y el francés en escuelas de la Ciudad de México durante los años 1960. La docencia fue el vector que encadenó su interés por el estudio de la relación entre fenómenos lingüísticos y sociales, un interés anclado en la tradición investigativa que propició principalmente el trabajo de Labov en Estados Unidos, así como en la mirada de un país, México, que en distintos momentos y de distintas maneras ha observado las dramáticas condiciones de desigualdad en que vive la mayor parte de sus comunidades indígenas. Son quizás estos los motivos por los que las áreas a las que esta académica se adscribe son las políticas lingüísticas y la etnografía de la comunicación.

La producción sociolingüística de Pellicer es extensa; en los últimos años destacan sus investigaciones sobre el contacto lingüístico entre el español y el mazahua, que como el otomí (que en el siglo XIX sirvió de argumento para construir la hipótesis de un supuesto parentesco con el chino), es también una lengua de tonos. El mazahua cuenta con alrededor de 150 mil hablantes cuya situación de pobreza es la causa del abandono de sus comunidades en el noroccidente del Estado de México y su llegada a grandes centros urbanos en donde aprender a hablar español puede significar subsistir, pero muy rara vez sobresalir. El trabajo de Pellicer se ha encauzado en mostrar que el español de mujeres migrantes de estas comunidades hace uso de estrategias discursivas como el habla reportada, la alternancia de tiempo y aspecto y diferentes formas de repetición dentro del género narrativo conversacional.

En este intercambio, la profesora-investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia hace un breve repaso sobre algunas de las perspectivas de estudio sociolingüístico que observa en México. Habla también sobre el movimiento zapatista de 1994, factor socio-político central para la creación y aprobación de una ley que por decreto nombró “lenguas nacionales” a todas las lenguas indígenas del país en 2003. Destaca el alto índice de bilingüismo como representativo de la situación sociolingüística de 7 millones de personas cuya primera lengua no es el español; finalmente comenta el trabajo de la Academia Mexicana de la Lengua, y algunos materiales lexicográficos elaborados en ésta y otras instituciones.

 
Sobre su trayectoria profesional ¿Cómo surgió el interés por el estudio de los fenómenos lingüísticos y sociales?

Yo no soy un caso general. Empecé a estudiar lingüística a los 47 años (1975) Era maestra de idiomas. Mi formación como lingüista, por lo tanto, no siguió las vías tradicionales.

Después de egresar de la Escuela Normal Superior, fui durante dos décadas profesora de inglés y francés en las escuelas de segunda enseñanza. Mi interés por actualizarme en la enseñanza de segundas lenguas me condujo a la Lingüística Aplicada y a que en 1977 el Instituto Francés de América Latina (IFAL) me ofreciera una beca para llevar a cabo una maestría y un Diploma Superior en Lingüística Aplicada en la Universidad de París III. Con esta experiencia buscaba perfeccionarme en los métodos audiovisuales que, enmarcados en la lingüística estructural, estaban en boga para la difusión de la lengua francesa.

Simultáneamente, y con el objeto de aprovechar al máximo mi estancia de tres años en Francia, asistí como estudiante externo a la Universidad de Nanterre, cuyo programa de Sociolingüística me había atraído pues se inclinaba por un enfoque social anclado en cierta medida en posiciones contestatarias que rechazaban el vínculo pobreza-déficit lingüístico con el que Basil Bernstein había explicado el deficiente rendimiento escolar de niños de la clase obrera inglesa. A él se oponían los trabajos de William Labov en Estados Unidos, que se había orientado al estudio del inglés afroamericano y por el contrario mostraba en sus investigaciones la capacidad narrativa que obtenía en relatos recogidos en los guetos afroamericanos. En la Universidad de Nanterre se encontraban además especialistas en sociolingüística y análisis del discurso. En el marco de ambas disciplinas había una brecha que interesó a mis tutores: la diversidad de lenguas en México, que ofrecía datos de interés sobre el estatus sociolingüístico del español hablado por grupos de lengua materna indígena.

Inicié el trabajo de campo sociolingüístico acercándome a mujeres migrantes mazahuas que, por las condiciones precarias de su vida rural habían llegado a la Ciudad de México, donde sobrevivían la mayor parte como vendedoras ambulantes y las menos en el servicio doméstico. El contacto con 10 mujeres migrantes y sus familias originarias de un municipio tradicionalmente mazahua, Ixtlahuaca, en el Estado de México, ha durado por más de 30 años y se ha convertido en amistad. Para julio de este año estoy invitada a la boda de una de sus bisnietas en uno de los pueblos de ese municipio que lleva el nombre de su santo patrono, San Ildefonso.

He podido estudiar y vivir la discriminación que recibe su uso del español, pero mi investigación se ha orientado a sus capacidades y estrategias narrativas en su segunda lengua. Igualmente, dado que algunas de ellas son iletradas y las otras no tuvieron más de tres años de educación básica, su manejo del español es producto de lo que denominamos adquisición informal. Consecuencia de esta línea de investigación fue mi interés por las Políticas del Lenguaje y esta es la vertiente de la sociolingüística que he trabajado como docente y como investigadora.

 
¿Qué modelos teóricos y objetos de estudio considera que han predominado en la sociolingüística mexicana? ¿Qué conexiones ha habido con otras tradiciones?

Los estudios sociolingüísticos en México han seguido principalmente dos tradiciones: el estudio del español mexicano y el de las lenguas indomexicanas. En la primera destaca la lexicografía cuyo producto más reciente es el Diccionario del español de México (http://dem.colmex.mx). Desde luego, una vertiente sociolingüística relevante se orienta al estudio de nuestras 64 lenguas indomexicanas y sus variantes dialectales que suman poco más de 360. Hay un relevante trabajo sociolingüístico sobre las lenguas indígenas y el español mexicano en el Colegio de México (ColMex) y en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); se ha prestado particular atención al estudio de las lenguas nativas en dos institutos: el de Investigaciones Antropológicas y el de Investigaciones Filológicas. En este segundo, se ha llevado a cabo un notable estudio sobre la historia del español peninsular desde sus inicios medievales y el español de nuestro continente.

Ha habido desde luego contacto, entre otros muchos, con los sociolingüistas americanos como Labov, cuyas obras emblemáticas han sido traducidas al español por un especialista del ColMex. Igualmente se han seguido corrientes canadienses como la de Shana Poplack y el británico Bernstein, entre otros; con los especialistas de la Etnografía de la Comunicación, Dell Hymes, Joel Sherzer, y en la Antropología Lingüística han tenido presencia en México Alessandro Duranti y William Foley. En Políticas del Lenguaje, se ha prestado atención a los franceses Louis Jean Calvet y Claude Hagège, pero también se ha dirigido la mirada a los canadienses Monica Heller y Will Kymlicka y a australianos como Stephen May.

 
Hace casi 13 años que se aprobó en México la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, otorgando por decreto el estatus de “lengua nacional” a todas las lenguas indígenas reconocidas dentro del territorio. ¿Cuál considera que ha sido el impacto de esta ley en el panorama sociolingüístico del país?

La Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (LGDLPI) que se promulgó oficialmente en 2003, fue una respuesta de compromiso a las demandas de autonomía y reivindicación socioeconómica que grupos indígenas solicitaron en el Diálogo de San Andrés Larráinzar[1], que siguió al levantamiento zapatista de enero de 1994. A lo largo de las diferentes fases de la mesa de trabajo sobre Derechos y Cultura Indígena las propuestas en materia de las lenguas indomexicanas aportaron demandas que encontraban apoyo en el debate internacional sobre los derechos lingüísticos en la educación. Entre otras peticiones, las Resoluciones de la Primera Conferencia Continental de 500 años de Resistencia Indígena en 1990 habían solicitado que la educación indígena se extendiera a la población hispanohablante, para con ello colaborar a combatir posiciones racistas hacia el mundo indígena. La LGDLPI dio respuesta “a modo” a algunas de las demandas de orden lingüístico y a presiones del sector de intelectuales y de otras organizaciones civiles que subieron su apoyo a las exigencias indígenas de San Andrés Larráinzar en los medios masivos. Sancionó así en su artículo 4 que estas lenguas son, al igual que el español, lenguas nacionales pero las desagregó del conjunto de demandas que integraba aspectos de autonomía y de orden económico y social.

Ahora bien, una Ley no conlleva por sí misma a acciones puntuales de políticas públicas por lo que el artículo 14 de la LGDLPI postuló la creación del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI, http://www.inali.gob.mx) para que hubiese una instancia ejecutora de los derechos estipulados en la LGDLPI. El INALI tuvo como primer cometido hacer el “Catálogo de las lenguas indígenas de México”, el que se elaboró minuciosamente pero tomando decisiones unilaterales –consensadas con algunos lingüistas e “intelectuales indígenas”– sobre categorizaciones como “agrupación lingüística” en vez de “lengua”, decisión que se justificó para dar cuenta de todas las variantes dialectales y “autodenominaciones indígenas” desconocidas por los hispanohablantes no especialistas en lingüística indígena.

Un intento positivo pero difícil de llevar a cabo es la formación de intérpretes y traductores en lenguas indígenas para auxiliarlos, principalmente, en asuntos de justicia. El logro cabal de este programa no sólo exige un adecuado conocimiento del español y la variable lingüística del caso, sino también un conocimiento de la interpretación cultural de la justicia indígena, que no coincide en todos los casos con la que rige el Estado mexicano.

Una ausencia notoria en los diversos programas de esta institución es el llamado a una participación interactiva y comunicativa del sector mayoritario de la población mexicana no indígena. Con excepción de cortas cápsulas o imágenes informativas aisladas en los medios de comunicación, el INALI ha asumido que sus acciones deben enfocarse únicamente a los grupos indomexicanos, reforzando con ello la línea de separación indígenas-no indígenas que caracteriza las políticas públicas dirigidas a esta población. Tales son las Universidades Interculturales, la Dirección General de Educación Indígena y la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe, entre otras dependencias.

Por otra parte, no se ha tomado en cuenta el alto porcentaje de bilingüismo lengua indígena -español que supera el 90% de los hablantes indígenas del país, los cambios que generan los altos índices de migración interna y el surgimiento de “identidades plurales” que surgen no sólo de la movilidad geográfica sino del contacto in situ con nuevas tecnologías y con nuevos patrones culturales de comunicación.

En mi opinión particularizar la educación dirigida a las minorías, favorece un aislamiento no deseado, la separación indígena-no indígena y una brecha sociocultural que habría que ir borrando. Hasta ahora las políticas públicas de las “instituciones indigenistas”, sean descentralizadas o estén adscritas a alguna dependencia gubernamental, funcionan de manera aislada sin vincular sus tareas para, en forma conjunta, colaborar al mejoramiento de las condiciones de pobreza extrema en que vive la mayor parte de los grupos indígenas, en particular aquellos de las zonas rurales.

 
El índice de bilingüismo español-lengua indígena, según nos dice, es actualmente superior a 90%, y mantiene una tendencia de crecimiento sostenido ¿Qué conclusiones podemos extraer de este fenómeno?

Hay una recuperación de las lenguas indígenas por cortos períodos. La solución sería el mantenimiento del bilingüismo, es decir, que aprender español no signifique dejar la lengua indígena. Para eso habría que investigar en qué lugares y en qué circunstancias se emplea la lengua indígena. Y qué grado de bilingüismo lengua indígena-español tienen los niños que entran a la escuela. Es necesario estudiar situaciones por regiones pues varía mucho la conciencia sociolingüística hacia la lengua indígena y el español. En muchos de los casos los grupos se inclinan hacia el uso del español pero todavía hay pueblos indígenas que están dando la batalla para la revitalización de sus lenguas. No puede darse si no se toman en cuenta los factores sociales, culturales y económicos que inciden en el uso de una lengua.

En datos duros puedo decirte que el censo decenal llevado a cabo en 2010 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), indica que de la población total del país: 104 millones 781,265 hay 6 millones 913,362 hablantes de alguna lengua indígena, de los cuales todavía 1 millón 96,512 son monolingües en su lengua nativa.

 
En noviembre de 2015 se celebró el XV Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) en la Ciudad de México. A propósito de este encuentro ¿Cuál considera que es el estatus de la Academia Mexicana de la Lengua a 140 años de su creación?

La Real Academia Española (RAE) en congresos anteriores ha insistido en abrirse a un panhispanismo que integre la suma de españoles que se hablan en diversos países y regiones. Justamente el pasado sábado leí en el diario El País un artículo sobre la RAE titulado “El español es una suma” (http://cultura.elpais.com/cultura/2016/03/08/babelia/1457437696_960939.html). Desde luego, es un texto muy elogioso de la RAE, opinión que yo solo comparto muy a medias porque persiste en su autoritarismo ortográfico sobre el que no ofrece causas académicamente sustentadas.

Desde el siglo XIX la Academia Mexicana de la Lengua ha intentado integrar y legitimar académicamente aspectos, léxicos (provincialismos, indigenismos, albures, etcétera) del español de México. Tal como lo hizo Joaquín García Icazbalceta en las postrimerías del XIX y posteriormente en el XX, Francisco Santamaría, ambos miembros de la Academia. Por otra parte, nuestra Academia tiene una larga historia de trabajos gramaticales sobre el español y ha dialogado con otras Academias e institutos de América Latina como el afamado Instituto Caro Cuervo de Colombia. Sus miembros han sido prioritariamente del ramo de la literatura y de la poesía. Sin embargo desde hace unos 8 años se ha invitado a algunos lingüistas a ocupar sillas dejadas por miembros que fallecen.

Conozco a varios lingüistas miembros de la AML y puedo decirte que sacaron un Diccionario de Mexicanismos que recibió algunas críticas duras en la revista Letras Libres, sin embargo preparan una segunda edición que seguramente estará ampliada y corregida. La profesora Bárbara Cifuentes es la persona más autorizada para opinar sobre esta Academia ya que ha rescatado gran parte de sus sesiones desde 1873.

 
¿Cuál es su opinión de los diccionarios integrales como el Diccionario del español de México (ColMex) y de los regionales, como el Diccionario breve de mexicanismos (Gómez de Silva, 2001), el Diccionario escolar de la lengua española (2007), o el Diccionario de mexicanismos (2010)?

El único que conozco a fondo es el primero de estos diccionarios y tengo una estupenda opinión de él porque es producto de la investigación de un lexicógrafo que además ha estudiado el conflicto de la norma y sus efectos en un diccionario, el doctor Luis Fernando Lara. Su intención es dar cuenta del español en uso en el país, haciendo de lado aspectos normativos que impone la Real Academia de la Lengua Española. Su trabajo es resultado de décadas con la participación de connotados lingüistas mexicanos bajo su dirección. Los otros que mencionas son obras un tanto menores si bien respetables.

 

 

Notas

[1] Nombre en español de San Andrés Sakamch’en.

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