Con su novela Lo imborrable (1993), Juan José Saer (1937-2005) presenta una contestación a las formas y contenidos impuestos por la Industria Cultural (Adorno) durante la dictadura argentina de 1976-1983. El best-seller, el hipnotismo televisivo, la venta enciclopédica de colecciones de literatura y transmisión de noticias falaces, serán algunas de las armas con las que contará la Industria Cultural del Estado totalitario para alienar a la población y ‘normalizar’ lo atroz. La alienación mediática será solamente uno de los elementos de un complot estatal que pretende una sola cosa: el olvido del horror. Saer, con esta novela, contesta a ese intento desde dos flancos, igualmente significativos. El primero de ellos, poniendo en evidencia los métodos de alienación de la Industria Cultural Militar a través de un personaje como Walter Bueno, artista oficial del régimen, escritor de best-sellers y animador televisivo. Saer contrapondrá dicho personaje y su posición artística y política, a la del narrador/personaje principal de la novela –alter ego saeriano- Carlos Tomatis. Por otra parte, la forma misma de la novela Lo imborrable, la manera en la que cuenta el horror y aún la disposiciones visual de los párrafos, serán la contestación última a las formas repetibles y reescribibles de los productos culturales posmodernos, tales como el bestseller.En última instancia, Saer plantea una contestación al arte posmoderno desde una reivindicación de las vanguardias y la forma experimental. Al hacerlo, el escritor argentino plantea la pregunta fundamental –hoy y siempre- de cómo contar el horror a través de su contrario, es decir, cómo se ha hecho para hacer olvidable o normalizable lo atroz (Benjamin). Esta propuesta es la que finalmente se deja transparentar en el título mismo de la novela: Lo imborrable.

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